El regreso de la emperatriz

10. El principio del fin [Parte 1]

Su conversación no tenía fin, Víctor era la clase de persona capaz de resistir durante horas en un tema con tal de que su acompañante cediera ante lo que él quería.

Mientras que Juliette, bueno, ella tenía que contener las ganas de golpear la sonrisa perfecta del príncipe para evitar que continuara hablando.

Ya habían tocado más de cinco veces el punto de que Juliette no era amiga, ni mucho menos, una conocida cercana de Rossi. Por lo que la petición de Víctor no tenía sentido, a la rubia no le interesaba en lo más mínimo hacer que ese par se mantuviera en contacto.

—Dame una buena razón para ayudarte —dijo finalmente Juliette, cansada por la larga y aburrida conversación—. Convénceme de que esto no es un simple capricho de Su alteza real.

Víctor se quedó perplejo al escuchar la petición, realmente no tenía un argumento con el cual sustentar el interés que mostraba por Dominic Rossi, simplemente era algo que estaba ahí. Como si en su ADN existiera un gen que determinara que sintiera amor por Dominic, no podía poner como excusa algún suceso que lo haya afectado para sentirse así por el azabache.

Sencillamente lo amaba.

—No puedo darle una explicación a esto que siento por él, sólo existe. Desde siempre.

Por alguna extraña razón, Juliette relacionó aquel comentario directamente con Oliver. En el caso de este, sentía culpa y remordimiento al verle, a diferencia de Víctor que, emanaba amor y cariño por Rossi.

Otra cosa en común.

—Tiene que valer la pena —masculló Juliette cortando al fin el hilo de la conversación.

Cuando salió al pasillo no vio a Lenora por ningún lugar, bajó con la intención de regresar con su abuelo, quien con suerte ya habría despertado.

A mitad del camino la castaña la alcanzó y le informó que fuera de inmediato a la sala de té ya que tenía visitas.

A Juliette no se le vinieron muchos nombres a la cabeza, era reducido el número de personas que le visitarían, incluso podía contarlos con los dedos de una sola mano. Pero definitivamente nunca se imaginó ver juntos a Oliver, Madeleine, Anya y a los nietos de la vieja bruja: Enzo y Sara.

Tanto Sara como Enzo se mostraban cohibidos por la escena frente a ellos, una mesa con distintos bocadillos y utensilios utilizados en la preparación de un buen té. Nada del otro mundo, pero para dos gitanos sin el mínimo conocimiento aquello era como leer un texto en una lengua alienígena.

Lo primero que resaltaba a la vista era el hecho de que Madeleine era amable con Oliver, en exceso, hasta el punto en que pareciera que quisiera hasta darle el té directamente en la boca. Otro detalle que no pasaba desapercibido era que Anya lanzaba comentarios denigrantes en contra de los gitanos.

Hasta ese punto nadie había notado la presencia de Juliette, así que este se vio obligada a saludar en voz alta, incomodando a Madeleine por su exagerado tono de voz.

—Me alegra verlos —comentó dirigiéndose únicamente a los hermanos—. ¿Cómo se encuentra su admirable abuela?

—Nonna es madera difícil de cortar así que no nos preocupamos por su salud, puedes estar segura de que ella está bien —respondió Sara mostrándose alegre como de costumbre.

—Lo menos que se puede esperar de un gitano es una muerte pronta, son una plaga que se extiende, si no se elimina acabara con nosotros —interfirió Anya con desinterés, provocando que Enzo se levantara de golpe de la mesa.

Estaba furioso, se notaba desde la forma en cómo tensaba la mandíbula, cerraba los puños hasta como observaba a la morena.

—Creo que no es mucho pedir que únicamente se queden mis invitados —dijo Juliette observando directamente a Anya—. No hace falta decir que usted no es bienvenida, Srta. Ivanova.

Anya le dedicó una mirada de disgusto a Juliette pero no objetó, ante los ojos de ella no era más que una mocosa rebelde, discutir con ella sería denigrarse a sí misma. Sin embargo, Madeleine si tenía la intención de ir contra la decisión de Juliette, pero al parecer no quería iniciar una discusión frente a Oliver, al final optó por disculparse y retirarse junto a Anya.

Después de que ambas doncellas se habían retirado, Juliette observó con toda la seriedad posible a Oliver.

—¿Puedo saber el motivo de tu visita? —preguntó.

—Me gustaría que hablemos de eso en privado —sugirió Oliver.

—No tengo nada que hablar contigo en privado.

El comentario de Juliette era ambiguo, Oliver no sabía si lo decía para evitar más malentendidos como el expuesto en la fiesta de Víctor —por el hecho de que no quería estar a solas con un extraño— o porque no quería hablar con él en concreto.

—Quería disculparme por no estar ahí cuando los gitanos te secuestraron junto a la primera esposa de tu padre, como caballero era mi deber ayudar. Además, quería saber si te encontrabas bien.

Juliette desvió la mirada, no entendía por qué se preocupaba cuando apenas y habían logrado intercambiar más de diez palabras en todo el tiempo en que se conocían.

—No lo considero secuestro, incluso admito que disfruto mil veces más la compañía de los gitanos que a la de una multitud de nobles y caballeros.




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