La fiesta de fin de año transcurrió siendo un suceso cualquiera para Juliette ya que su padre no le permitió bajar a celebrar, cenó en su habitación sola —ya que le dio permiso a Lenora de pasar la noche con su familia— mientras que en el piso inferior resonaba música y las risas de los invitados.
Antes de la media noche recibió la visita de su abuelo y Alice, quienes pasaron ahí un rato antes de que Misha solicitara su presencia. Su abuelo le obsequió un abrigo de piel como regalo de fin de año mientras que Alice un par de guantes de lana —guantes que la propia Alice tejió—, ambos obsequios le hicieron mucha ilusión a Juliette y fueron lo único memorable de la noche.
Antes de irse a dormir, Juliette escuchó claramente como su abuelo y padre discutían, tenía la intención de escabullirse para enterarse del motivo de la riña, pero tan rápido como comenzaron a discutir dejaron de hacerlo.
Por la mañana Lenora la despertó, el gallo ni siquiera había cantado para ese momento, Juliette apenas pudo escucharle decir que bajara a la sala antes de que saliera de la habitación. Seguía somnolienta y le costó trabajo levantarse, el frío era tan agobiador que no dudó en hacer uso de las prendas que le habían obsequiado.
Al bajar se encontró con Alice y su abuelo, bebían una taza de té, ambos lucían muy abrigados y portaban capas azul marino con la insignia dorada de la familia.
—Ponte esto y sube al carruaje —dijo su padre a sus espaldas, cuando Juliette se giró le arrojó una capa azul.
Juliette sostuvo la prenda confundida, no sabía qué significaba aquello y tampoco el nivel de importancia que tenía como para que ella también fuera considerada. Sin embargo, no objetó y se puso la capa tal y como se le pidió.
Misha ayudó a Alice a subir al carruaje mientras que su abuelo le dio un par de palmaditas en la espalda a Juliette en forma de saludo.
—Será tu primera vez así que no te sientas agobiada por no saber qué hacer, lo importante es ayudar —le dijo mientras que Juliette subía al vehículo.
—¿Ayudar en qué, abuelo? Estoy muy confundida.
Una vez que el carruaje comenzó a andar, Juliette se percató que detrás de ellos iban por lo menos otros cinco carruajes más, pero estos eran de carga. Algunos parecían llevar cajas de comida, otros mantas y ropa, y algunos pocos transportaban guardias de la Corte Real.
—Es nuestra caridad —respondió Carlo.
—El frío y la pobreza no se llevan de la mano —interrumpió Misha sorprendiendo a Juliette—. Visto que las nevadas han ido incrementando a la par que los niveles de pobreza, era lógico que la familia Grimaldi no se quedara con los brazos cruzados.
—Escuché que la duquesa Arlington hará un par de eventos para juntar fondos y abrir un nuevo orfanato —añadió Alice—. El Príncipe suele hacer un recorrido cada primer día del año para ver por él mismo las decadencias de la casta. Todos apoyaban en algo así que no pude contenerme y propuse esto.
Con tal explicación Juliette no pudo contenerse y se mostró muy emocionada, en su anterior vida uno de sus propósitos era ayudar en lo posible a su pueblo, los actos caritativos iban de la mano con su existir. Ser considerada por la familia para ayudar era un completo regalo de año nuevo.
El carruaje se detuvo a las afueras de la casta, una zona con una baja calidad de vida, algo sumamente sorprendente considerando la productividad de la misma. En esencia eran casas en ruinas, escombros y bodegas, el hedor a putrefacción no se hizo esperar al igual que la enorme fila de mujeres, niños y hombres esperando por la ayuda.
Ya había una pequeña cantidad de guardias ayudando a colocar carpas, una de ellas iba a ser utilizada para brindar servicio médico, ya estaba esperando el doctor en conjunto de varias enfermeras. Otras más parecían ser usadas para improvisar una cafetería.
Misha fue el primero en bajar, al instante fue bombardeado por guardias que le preguntaban sobre qué, cómo y cuándo realizar las actividades que había programado.
—Me gustaría visitar el orfanato de la zona. —Hizo saber Alice una vez que estaban fuera del carruaje.
—En ese caso te acompañaré, Misha estará muy ocupado gestionando todo lo demás. —Se ofreció Carlo a la par que se alejaban dejando a Juliette sin saber qué hacer.
Juliette observó por unos minutos el alboroto frente a ella hasta que se animó a dar un recorrido por la zona, dejó atrás el campamento improvisado y se adentró a las callejuelas del lugar, ahí habían varios guardias recogiendo cadáveres de personas que al parecer dormían en la calle y por acción del frío no pudieron sobrevivir la noche.
Ver eso provocó que su instinto de protección se prendiera, de inmediato regresó corriendo al campamento y solicitó una pequeña carga de mantas. Se adentró a las calles de nueva cuenta y comenzó a repartirlas entre las personas que se encontraba acostadas a la orilla de la calle. Desde una anciana hasta una madre con su bebé, hombres ciegos y otros más sin alguna extremidad, a cada uno de ellos Juliette ayudó llevándoles cobijo, comida y guiándolos a una bodega que compró su padre para darles provisional asilo.
Cuando Juliette ayudaba a un anciano a llegar al refugio fue sorprendida por los gritos de auxilio de un niño, de inmediato le pidió a un guardia que socorriera al anciano mientras ella regresaba por las estrechas calles en busca del pequeño, llegó a una zona de escombros donde había una casa con la mitad del techo caído. De ahí provenían los gritos de auxilio, cuando Juliette entró, lo primero que vio fue al pequeño llorando enfrente de una vieja cama donde descansaba una mujer.