No fue hasta media noche que Juliette se acordó de la fiesta de año nuevo a la que fue invitada, incluso se sintió mal por no haber cumplido su promesa por lo que decidió escaparse de casa para llegar al campamento de los gitanos.
Sabía que habían cambiado su ubicación y por lo mismo decidió tomar un caballo prestado para recorrer el camino con mayor facilidad, ya que prácticamente todo el bosque estaba cubierto de una densa capa de nieve.
No tardó mucho en encontrarlos, al parecer seguían celebrando, se escuchaban sus borrachas voces cantando canciones de alegría mientras que algunos tocaban un instrumento musical y algunos más bailaban alrededor de un gran fogón. Incluso se escuchaban risas de niños pequeños quienes jugueteaban alrededor de las caravanas.
La vieja bruja al verle corrió a saludarla, se notaba a la distancia que la mujer estaba pasada de copas, cuando abrazó a Juliette un potente olor a vino invadió las fosas nasales de la menor.
—Me disculpo por llegar tan tarde —musitó separándose de la mujer.
—No te preocupes, muchacha, nuestras celebraciones tienden a durar hasta días así que si hubieras llegado en el amanecer te aseguro que nosotros apenas y estaríamos a mitad del baile.
—Entiendo —respondió Juliette mostrándose más desanimada a comparación de la pequeña multitud que reía y cantaba—. ¿Podemos hablar?
Nonna observó a Juliette mostrándose comprensiva y asintió guiándolo hasta su caravana donde le ofreció un vaso con una extraña sustancia verde, a la par que lo invitaba a tomar asiento, desde ahí era apenas audible el escándalo de afuera.
—Me gustaría saber la función del anillo —comentó la rubia mientras jugueteaba con el vaso—. Sara me dijo que ni usted sabía su función, pero me gustaría saber qué vio en su sueño, quizá eso me guíe.
—Lamento decepcionarte, pero sólo me vi forjándolo —respondió la gitana, sentándose en un banquito al frente de Juliette—. Mientras averiguamos su uso será mejor que lo tengas siempre contigo.
Juliette asintió y a la par le dio un sorbo a su bebida, el líquido comenzó a arderle en la garganta y al instante lo escupió.
—¡Argh! ¡¿Qué es esto?! —exclamó colocando bruscamente el vaso sobre la mesa.
—Ginebra, Vodka y alguna otra bebida alcohólica en combinación de una receta especial gitana—comentó con alegría la mujer mientras daba otro sorbo.
—¿Acaso está loca? ¿Qué pretende al darme eso? —le reprochó Juliette.
—Shhhh, no chilles. En apariencia tienes once, ¿a los cuántos años moriste?.
Juliette guardó silencio para hacer las cuentas necesarias, cuando tenía veintiséis fue encerrada en aquella fría torre y vivió ahí durante doce años hasta que Oliver le puso fin a su miserable vida.
—38 años —musitó sintiéndose mal, realmente no se sentía como si tuviera esa edad, apenas comenzaba a vivir realmente.
—Como sea, no me vas a negar que en tu anterior vida llegaste a beber con desespero.
Juliette tomó el vaso y le dio un pequeño sorbo, la extraña combinación sin duda la resentiría más tarde, pero por el momento era un buen medio para distraerse.
—Me enteré que mi padre era buen amigo de Francesca Rossi, ¿usted llegó a conocerla? —preguntó después de tres tragos.
—No, pero si era buena amiga de tu padre deduzco que era un rollito de canela —suspiró la mujer mientras se servía otro vaso de la potente mezcla.
—Así es, era una buena influencia para él. Creo que era la única que lo controlaba — Juliette mostrando un sonrojado rostro por efecto del alcohol.
—Deberías buscar a tu «Francesca», quizá así no cometas alguna tontería.
Juliette asintió y se bebió de una lo que restaba de la bebida, le tendió su vaso a Nonna y esta le sirvió otra porción.
—¿Se puede saber por qué estás tan decaída, muchacha?
Juliette se bebió de un trago la nueva porción y se acurrucó en la mesita a la par que le tendía de nueva cuenta el vaso.
—Porque Oliver es un idiota, un idiota lindo y estúpido —respondió mostrando claros signos de embriaguez—. Vino a verme y por alguna extraña razón reviví el momento de mi muerte, fue tan... horrendo.
La mujer tomó el vaso con la intención de servirle más, pero al escuchar su comentario lo dejó de lado, mostrándose interesada.
—¿Qué fue lo que pasó con exactitud?
—Los dioses sólo saben de nuestras penas y glorias, a ellos les imploro que me dejen ver la causa del remordimiento que me acongoja y a ellos les pido que abran tu corazón, Juliette Grimaldi —repitió Juliette mientras alcanzaba su vaso y fruncía el ceño al verlo vacío—. Fue lo que dijo cuando reviví mi muerte, me parece aterrador que hasta a los dioses se haya encomendado. ¿Puedo servirme más?
—Si mal no recuerdo...—musitó la vieja bruja poniéndose de pie y caminando hasta su estantería de especias, Juliette la ignoró y alcanzó la botella—...tus últimas palabras fueron una maldición, ¿no?
Juliette asintió y le dio un sorbo a la botella.
—Te maldigo Oliver Arlington —repitió la mujer—. Y tú cuello fue cortado, quizá... No, eso sería absurdo. Él fue quien te asesinó —finalizó Nonna girándose hacia Juliette sólo para encontrarla durmiendo sobre la mesa—. Es imposible saber qué pasó después de tu muerte, pero existe la posibilidad de que Oliver muriera arrepentido por lo que te hizo. Hay que esperar para ver qué sucede, pequeña.