Capitulo 26

— Bueno, pero, igualito cuando tengas una novia tienes que presentárnosla o ¿la vas a tener escondida?

Edward se rió. Ya estaba relajado al ver que se trago el cuento

— No vale.

— No vuelas a mentirme— dijo dándose la vuelta.

— Mamá — se detuvo a mirarlo—… perdón.

— Anda a bañarte.

Edward se sentó a orilla de la cama, cogió el cuaderno que estaba sobre ella, busco una hoja en blanco (cargaba el lápiz siempre en el cuaderno) y puso una pista de rap en el celular, no, muy romántica, puso otra, tampoco; muy suave, otra, si, un toque ofensivo o de maleanteo y cuando entró al coro cantó lo que tenía en mente

— Mañana por fin mi alma se venga y no habrá nada que me detenga lo voy a matar rápido antes que el arrepentimiento venga y espero que Dios siga sin meterse como aquella vez en el Revenga esta vez voy a ser yo el agresor le voy a dar un tiro y le voy a decir tenga, tenga, tenga.

Asentía con la cabeza escuchando la pista y empezó a escribir lo que dijo.

Y después de un oscuro silencio Edward rapeaba contra el ladrón en la plaza y terminó diciendo:

— Y ahora que termine tu alma en su cuerpo ya no va a estar, porque te voy a matar.

Sacó la pistola que llevaba escondida detrás y le disparó en la pierna, la pierna izquierda como José al estúpido Víctor. Él público se dispersó como gallinas atacadas repentinamente. Edward consumido por el odio lo volvió a apuntar y le dijo que eso era por su bicicleta, el valiente ladrón (que ahora era el cobarde ladrón) con lo cobarde el su rostro alzó la mano y le dijo que no (ósea, que no disparé), pero no terminó de decir cuando sonó el arma.

Hubiera sido honorable que muriera escuchando esa pista de rap que tenía, pero el dueño del radio fue el primero en correr. Edward miraba el cadáver y escucha una voz detrás de él, una voz con un tono irrelevante a lo que estaba