El reino caído

Capítulo 2

Russian caminaba por los adoquines de Kaladreet durante el anochecer, pasaba desapercibido para su suerte, ya que, vestía con una túnica oscura que cubría desde sus armas hasta su cabeza, se sentía acechado por alguien, aunque, no sabía por quién, intentó no darle importancia al asunto, Kaladreet era un pueblo en el que, al menos, era normal ver una muerte por día. Y, si alguna vez hubo un dios en ese pueblo, ese ya no estaba ahí. Era un pueblo tan lamentable como el letrero caído de un bar cercano en el que Russian entró buscando a su objetivo con la mirada, hasta que sus ojos se enfocaron en la chica que estaba siendo acosada por un grupo de hombres.

Russian se aproximó rápido hacia ella, para ayudarla, pero, se percató de que la chica se había levantado de su silla y le había lanzado una patada en el pecho a uno de ellos, lanzándolo al suelo, y al otro que estaba a punto de estrellarle un jarrón de vidrio en la cabeza, le dio un puñetazo en el rostro, noqueándolo. Sin duda, era la chica que Russian buscaba, y sabía que el rumor de que ella era peligrosa era cierto en su totalidad. Uno de los hombres, que estaba totalmente ebrio sacó su espada para atacar a la chica, y la misma respondió clavándole una navaja en el estómago. Luego de apuñalar al hombre, torció el cuchillo, y lo sacó, dejando al hombre en el piso, desangrándose, el último perdió por completo el valor, y escapó del bar.

—¡Eso! ¡Corran como lagartijas! ¡Hijos de puta! —la chica lanzó sus cuchillas hacia la madera, rozando la oreja del hombre que huía por la puerta.

—Nada mal. —Russian se acercó a la chica y se sentó al lado de ella y pidió un trago.

—Aléjate de mí. —la chica lo miró de pies a cabeza—. No te metas en lo que no te importa.

—¿Algún problema que tú tengas? Quizás podría ayudarte —propuso Russian mientras le daba un trago a la bebida—. ¿Por qué no te sientas para hablar?

—¿Por qué me sentaría a hablar con un tipo como tú? Ni siquiera te conozco. —rodeó los ojos.

—Podrías conocerme si me dieras una oportunidad. Comencemos por mi nombre. Me llamo Russian Midgard. —le extendió la mano.

—Esfúmate. —arrugó el rostro con repugnancia—. Conozco a los tipos como tú.

—No he venido aquí a eso. He venido para hacerte una propuesta. —Russian hizo la señal para que le sirvieran un trago a la chica—Entonces. ¿Me darías un poco de tiempo para contarte lo que te propongo?

—No voy a hacer nada sucio contigo. Olvídalo. —ella se sentó en el otro extremo de la barra, lejos de Russian.

Él se limitó a observar mientras hablaba con el sujeto que servía las bebidas.

—¿Has visto a Carsten?—le preguntó al cantinero, llamando la atención del samurái.

—No, linda, pero solo he escuchado dos cosas: al parecer, hay un desquiciado matando a diestra y siniestra en varios pueblos y lugares abandonados, y, lo otro, es que, hay un dragón. Si me preguntas, son cosas absurdas. No sé mucho del hombre, solo que viste prendas rojas. No me hagas caso en ese aspecto, pero, no conozco al hombre que buscas.

—¿Un dragón? ¡Pero qué estupidez! Gracias por nada. —se burló la chica en un tono molesto.

La chica se levantó y se acercó a la puerta del bar para salir, Russian agarró la muñeca de la chica con fuerza para detenerla.

—Al menos, puedo pregun...

—No le doy mi nombre a desconocidos, ahora suéltame—gruñó, zafándose de su agarre.

Russian la observó marcharse con rapidez.

«¿Carsten? ¿Por qué ese nombre me resulta tan familiar?» pensó.

Russian dejó el dinero en la mesa y salió del bar también, miró a su alrededor en busca de la chica, y la vió yendo al bosque, decidiendo seguirla por el largo sendero durante la noche. Era un bosque donde era fácil perderse pero, la chica sabía a dónde iba. Luego de varios minutos caminando llegó a una cabaña. Russian sabía que estaba metiéndose en la boca del lobo, había investigado profundamente a la chica, sabía todo de ella, lo que bebía, lo que no le gustaba, sus debilidades y una cosa más importante; se sentía intrigado por ella, conocerla fue un verdadero placer que lo llevaría a la locura.

Él decidió que la mejor forma de entrar a la cabaña sería por una de las ventanas, la cual parecía ser su hogar temporal, lo mucho que llevaba investigando sabía que la chica nunca se quedaba en el mismo lugar más de una noche o los soldados de las montañas la encontrarían tempranamente. se acercó con cautela hacia la misma e intentó entrar de manera silenciosa pero, eso resultó ser un fracaso, ya que, fue sorprendido con una cuchilla cerca de uno de sus pies.

— ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡¿Acaso trabajas para Carsten?! ¡¿Él te envió?!

—¡No trabajo para ese tal Carsten! —declaró.

—Entonces eres un ladrón, ¡¿no es cierto?!

—Me llamo Russian Midgard, estoy reuniendo un equipo de gente que me ayudará a conseguir lo que quiero.

—¡¿Y qué es lo que se supone que quieres?! ¡¿Invadir propiedades ajenas?! —alzó otro cuchillo, lista para clavárselo.

—¡Sí! ¡No! ¡¿Digo qué?! ¡No! ¡No quise decir eso! —vaciló.

—Más vale que lo siguiente que digas sea más coherente o esto estará entre tus ojos en un par de segundos —oscureció la mirada.

—¡Quiero encontrar a los responsables de la invasión que está ocurriendo justo ahora, quizás esta no sea la forma de proponerlo pero, te necesitamos en nuestro equipo!

—Tú no me conoces, y no me interesa estar en tu estúpido equipo. Ahora, lárgate, antes de que te mate.

El joven se acercó sin temor.

—Sonará loco pero…, te conozco más que cualquiera en Kaladreet…

La chica lo miró a los ojos y después le dio un puñetazo en el rostro.

—Deberías largarte si no quieres que el próximo golpe que te dé sea entre las piernas.

—Escucha, Rider…

—Aléjate de mí.

—Sólo era para detenerte y quitarte esto. —el joven sacó un collar azul del bolsillo de su saco.

Ella intentó arrebatárselo.




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