El reino de las bestias

3. La zona 7

Trago saliva. Braum da una mirada nerviosa por todo el campo, y se detiene cuando sus ojos se encuentran con los de Vincent. Él, imperturbable, y aparentemente sin ninguna emoción, observa las puertas que están frente a nosotros y que nos llevarán a una zona llena de bestias. El nerviosismo que lo rodea, las luces titilando y el sonido leve de la electricidad que nos protege de todo lo que esté fuera de las murallas parece no afectarle. Quizás su calma es una buena señal. Creo que nunca lo había mirado detenidamente: irradia una belleza hipnótica, diferente. Desde aquí, sus ojos parecen grises o verdes. Sus labios rojizos no están afectados en lo absoluto por el frío, a diferencia de los míos, que deben estar morados.

Él no pertenece aquí. Su mandíbula es marcada y firme, esculpida para ser lo más atractiva posib…

Gira su cabeza con una velocidad sorprendente y su mirada se clava en mí. Me deja sin aliento. Atrapada entre todos los ojos que deben estar sobre él. Me mira directamente como si de alguna manera supiera que lo observaba o que en mi mente comentaba ampliamente sobre su apariencia.

Hago algo bastante estúpido. Miro el cielo. No se me ocurrió nada mejor que eso y después de unos segundos en los que parece que estoy contando nubes, vuelvo la vista a Braum.

—¿Nos está mirando a nosotras? —susurra Fefa, fingiendo ajustarse el traje en el hombro para ladear la cabeza y hablarme bajito.

—¿Quién? —pregunto, y espero que no me diga que Vincent porque no quiero explicarle que me pilló observándolo como si fuese un enigma a resolver.

—Vincent —responde confirmando mis sospechas y me niego a mover la mirada.

—No sé. ¿Por qué no han dicho nada aún? Braum se ve nervioso, como si estuviesen esperando a alguien, pero en los últimos diez minutos no ha pasado nada nuevo.

Fefa abre la boca para responder, cuando un sonido ensordecedor de alguna de las puertas interrumpe el silencio. Las luces se apagan de golpe y luego con el mismo sonido estridente se enciende la de la zona 3. Nunca hemos ido a esa zona, pero nos alivia el peso de los rumores de la zona 7, así que me siento tranquila. Braum asiente más para sí mismo que para alguien más, toma aire profundamente y antes de dar un paso al frente, Vincent lo detiene con una mano en su hombro y le susurra algo.

Braum niega con la cabeza, buscando a alguien entre la multitud. Me parece que su mirada se cruza con la mía. Vincent sigue susurrando algo y creo que sus palabras tienen peso, porque a pesar de la negativa de nuestro líder, se coloca frente a él. Braum asiente resignado, con la cara enrojecida por la cólera. Se acomoda las gafas y, antes de leer la lista que lleva en las manos, me mira una vez más, con una mezcla de preocupación.

Va a leer los grupos.

En cada supervivencia, solo una de las zonas se abre y entran 5 grupos de 10 personas cada uno. El líder de nuestro grupo es Liano y su misión es que todos volvamos vivos y cumplamos los objetivos de la expedición; daría su vida si fuese necesario para salvar a cualquier de nosotros. Aunque todos entrenamos para matar bestias, los encargados de hacerlo son los cazadores: Josefa, Liano y yo.

A la derecha de Liano están los cinco asistentes de exploración: Filip, Oliver, Fabián, Mia y Esther. Las misiones son variadas y cruciales. Recolectamos alimentos y plantas medicinales, incluyendo raíces de árboles que llevan más tiempo en la existencia que nuestra ciudad. Buscamos cantos rodados en los ríos que han capturado la energía de las aguas, plumas que han caído de aves que nunca hemos visto con propiedades sanadoras, cristales que inducen al sueño y a visiones, y preparamos trampas mágicas para las bestias.

Braum comienza a leer los nombres del primer equipo de la zona 3. Los conozco, pero no he tenido más interacción con ellos que las veces que nos hemos topado en entrenamientos. Avanzan y los asistentes de Braum le entregan al líder las mochilas de exploración. Con una señal, les indican que avancen hacia la puerta de la zona 3. Se chocan los puños, aliviados.

—Bien —susurra Archie junto a mí—. Nos libramos de la zona 7—. Es el investigador de nuestro equipo. Lo quedo mirando porque no sé de dónde salió. Se encoge de hombros.

—Estudiando —murmura entre dientes. Archie se la pasa estudiando cada minuto de su vida. Veo que en su mano lleva un tubo de vidrio con un líquido verde, quizás qué quiere experimentar hoy.

Fefa aprieta fuerte mi mano y yo a la vez cojo la de Liano. Esther hace una mueca en mi dirección y sus ojos van de un lado a otro a toda velocidad. Cuchichea con Félix , el guía principal de nuestro equipo. Liano les lanza una mirada para que hagan silencio.

Ya no siento frío gracias al traje y solo mi cara sufre las inclemencias del tiempo. Gracias a las trenzas, el cabello no revolotea a mi alrededor molestando mi vista. ¿Por qué no dejé que Fefa me las hiciera antes? Como si escuchara mis pensamientos, se pega más a mí.

—Se te ven preciosas Tori, te las haré en cada supervivencia —susurra.

—¿Es una orden? —pregunto, entornando los ojos. Hago una leve sonrisa.

—Sí.

—Entonces, está bien.

—Perfecto.

Braum alza de nuevo la lista y comienza a leer, al mismo momento que la zona 5 se enciende. Eso es extraño.

—¿Otra zona? —La voz de Archie sale apenas.

Otro equipo avanza con cierto aire de triunfo, liberados de la zona 7. Les entregan sus mochilas y los guían hasta la entrada de su zona. Una chica, Alana, que reconozco como parte de su equipo, avanza confundida. Los guardias se adelantan y le cortan el paso; no la llamaron. Su equipo comienza a pedir explicaciones. Alex, su líder, camina con paso firme hacia Braum, pero no alcanza a llegar a él, guardias de las puertas le impiden el paso.

—Es extraño —murmura Liano.

—¿Qué la hayan dejado atrás? —pregunto.

—Eso no había sucedido antes.

Alana mira hacia todos lados, confundida, a medio camino entre las puertas y nosotros. Miro hacia atrás. Aún quedamos muchos.




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