Capítulo 12 – Ojos en la sombra

El campamento parecía tranquilo, pero Eira sentía el peso de las miradas sobre su espalda. Desde el amanecer, cada vez que salía de su tienda encontraba a un par de soldados en las cercanías, demasiado atentos, demasiado silenciosos.

Al principio creyó que era casualidad, hasta que Lyanna se acercó con gesto serio.

—No es tu imaginación —susurró—. Tu padre ha ordenado que te vigilen.

Eira apretó los puños, el corazón golpeándole en el pecho.

—¿Lo dijo abiertamente?

Lyanna negó con la cabeza.

—No. Pero yo lo escuché anoche. Desconfía de tus ausencias. Cree que ocultas algo… o alguien.

Esa tarde, el general habló con ella frente a la tropa. Sus palabras parecían elogio, pero cada mirada era un aviso.

—Mi hija es valiente. Pero también debe aprender que un líder no se esconde, ni se aleja cuando más lo necesitan.

Las frases fueron recibidas con vítores de los soldados, pero Eira entendió el verdadero mensaje: Sé que te apartas. Y estoy observando.

Al caer la noche, Eira salió de la tienda con cuidado. Dos soldados se levantaron de inmediato, fingiendo estar de guardia. Ella caminó hacia el bosque, fingiendo buscar aire fresco. Los hombres la siguieron con disimulo.

Pero Kael estaba allí, esperándola entre las sombras del torreón derruido. El reencuentro fue un suspiro contenido.

—No podemos hablar aquí —murmuró él—. Nos siguen.

Eira miró hacia atrás: dos siluetas armadas acechaban a la distancia.

—Mi padre no confía en mí —dijo con voz baja, casi rota—. Si nos descubren, no vivirás para ver otro amanecer.

Kael la sostuvo de los hombros, firme.

—Entonces debemos ser más astutos que él. El próximo plan no puede fallar. Será nuestra única oportunidad.

Los ojos de Eira brillaron con una mezcla de miedo y determinación.

—Haré lo que sea necesario. Aunque deba enfrentar a mi propio padre.

Entre el murmullo de los árboles, los soldados observaban en silencio, sin poder escuchar sus palabras… pero lo suficiente para alimentar más las sospechas del general.