El Reino De Las Llamas Prohibidas

Capítulo 21 – El precio del despertar

El bosque ardía en luz. La energía que brotaba del cuerpo de Eira no se apagaba; al contrario, crecía, envolviendo todo a su alrededor como un incendio imposible de contener.

Los soldados retrocedían aterrados, cubriéndose el rostro para no ser cegados. Incluso el general, orgulloso e implacable, se detuvo con un paso vacilante.

Pero Kael no se apartó.

—Eira —llamó, con la voz ronca—. Escúchame… contrólalo.

Ella lo miró, con los ojos brillando como brasas. Lágrimas ardientes recorrían sus mejillas.

—¡No puedo! —gimió—. Es como si algo dentro de mí me estuviera desgarrando…

La luz se expandió de golpe, formando grietas en el suelo y partiendo rocas cercanas. Un árbol estalló en llamas cristalinas, consumido por la energía.

Kael dio un paso más hacia ella, aunque el calor lo quemaba y la fuerza lo empujaba hacia atrás.

—¡No eres un monstruo, Eira! ¡Eres tú quien elige lo que eres!

El general alzó la voz sobre el rugido de la energía:

—¡Mira lo que has hecho! Esa magia no trae nada más que destrucción. ¡Detén esto antes de que consumas a todos!

Eira gritó, llevándose las manos al pecho. Sentía como si mil cuchillas atravesaran su cuerpo desde dentro.

El poder era demasiado, una tormenta desatada.

De pronto, una ráfaga de energía salió disparada hacia Kael.

—¡Kael, no! —chilló Eira, tratando de detenerlo, pero la descarga fue inevitable.

Kael levantó su espada en el último instante. El impacto lo lanzó contra el suelo, haciéndolo rodar varios metros. Su sangre tiñó la tierra, pero aún respiraba.

Eira, horrorizada, cayó de rodillas.

—No… no quería… ¡No!

La luz alrededor de ella comenzó a temblar, como si el mismo poder respondiera a su desesperación.

El general la observaba, con el rostro endurecido por la rabia, pero en sus ojos brillaba algo más: miedo.

—Si no logras controlar esa maldición… destruirás a todos los que amas.

Eira sollozó, temblando entre la furia, el dolor y la impotencia. Y mientras el poder seguía expandiéndose, comprendió que estaba a punto de perder no solo la batalla… sino a Kael.




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