El Reino De Las Llamas Prohibidas

Capítulo 45 – El Santuario del Alba

El amanecer los recibió con un cielo teñido de rojo y dorado mientras avanzaban por un valle oculto entre montañas. El guardián caminaba en silencio, apoyado en su bastón, aunque cada tanto sus ojos dorados brillaban como si reconociera rastros invisibles en el aire.

Eira se detuvo al sentir una vibración extraña bajo sus pies.

—¿Lo sientes? —preguntó a Kael.

Kael asintió, llevando la mano a la empuñadura de su espada.

—Es como si la tierra respirara.

El guardián levantó la mano, pidiendo silencio.

—Ya hemos llegado.

Ante ellos, entre las rocas, se alzaba un arco de piedra cubierto de musgo y runas. Parecía un simple resto de ruinas, pero al atravesarlo, un resplandor los envolvió.

De pronto, se encontraron en un amplio claro rodeado de pilares de mármol blanco, cada uno grabado con símbolos que ardían débilmente. En el centro, un estanque cristalino reflejaba el cielo como un espejo perfecto.

Eira sintió que el fuego en su interior despertaba con violencia, como si hubiera regresado a su hogar.

—Este lugar… —susurró, llevándose las manos al pecho— …responde a mí.

El guardián asintió, con un dejo de solemnidad.

—Este es el Santuario del Alba. Aquí nació la llama eterna.

Kael observaba el estanque con desconfianza.

—¿Nació? ¿Cómo puede un fuego nacer en un lugar como este?

El guardián lo miró con gravedad.

—Porque no es un fuego común. La llama eterna es un fragmento del primer sol, robado por los antiguos magos para desafiar a los dioses. La encerraron aquí, temerosos de su poder… hasta que un linaje escogido fue marcado para custodiarla.

Eira se giró hacia él, sorprendida.

—¿Un linaje? ¿Quieres decir…?

El anciano asintió lentamente.

—Sí. Tu sangre es la heredera de ese pacto. Tu padre lo sabía. Por eso desea controlarte. No es amor lo que lo mueve… es ambición. Si logra atarte a su voluntad, tendrá el poder de un sol en sus manos.

Las palabras cayeron sobre ella como piedras.

Eira retrocedió, temblando.

—¿Entonces… nunca fui libre? ¿Mi destino siempre estuvo escrito?

Kael dio un paso hacia ella, pero el guardián levantó la voz.

—No. Escúchame bien, portadora. El fuego no dicta tu camino. La llama eterna es fuerza… pero tú decides en qué se convierte.

Eira miró el estanque, el reflejo de sus propios ojos brillando como brasas. Por un instante, creyó ver una figura en el agua: una silueta femenina hecha de luz, observándola con compasión.

Un susurro resonó en su mente:

—El fuego es tuyo, si tienes el valor de reclamarlo.

De pronto, el santuario comenzó a temblar. Las runas de los pilares se encendieron con intensidad, como si respondieran a su presencia. El agua del estanque se agitó violentamente, y un haz de luz emergió hacia el cielo.

Kael desenvainó su espada, instintivamente.

—¿Qué está pasando?

El guardián cerró los ojos, con el rostro sombrío.

—El santuario ha despertado… y con él, también los que vigilan la llama.

Eira retrocedió un paso, con el fuego danzando en sus manos sin que lo hubiera llamado.

Sabía que las respuestas estaban allí… pero también los mayores peligros.




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