El círculo de piedras comenzó a brillar con una luz azulada, proyectando destellos que danzaban en el aire como si fueran espíritus. Las criaturas del Reino Velado guardaban silencio, observando a Eira y Kael con una mezcla de curiosidad y solemnidad.
Thalyss avanzó al centro, su silueta resplandeciendo como un faro.
—El Reino no acepta a cualquiera en sus entrañas. Antes de permitirles avanzar, deben demostrar si son dignos.
Eira tragó saliva, mirando el círculo.
—¿Qué debemos hacer?
La guardiana levantó las manos y el aire se agitó como agua bajo el viento.
—La primera prueba es la de la Verdad Interior. Aquí no lucharán contra dragones, ni soldados, ni sombras externas… sino contra lo que yace en su propio corazón.
Kael dio un paso adelante, desafiante.
—No temo a nada.
Thalyss lo miró con compasión, casi como una madre a un hijo testarudo.
—Eso crees.
De pronto, el suelo bajo los pies de Kael se volvió líquido, y fue absorbido dentro del círculo. Eira gritó su nombre, pero una barrera invisible la detuvo.
—¡Kael!
Thalyss le puso una mano en el hombro, serena.
—No temas. Él debe enfrentarse a sí mismo. Nadie puede ayudarlo allí.
Kael apareció en una vasta llanura oscura. Frente a él se alzó una figura idéntica a la suya, pero con la armadura cubierta de sangre y los ojos rojos como brasas.
—¿Quién eres? —gruñó Kael, empuñando su espada.
La sombra sonrió con crueldad.
—Soy lo que serás cuando tu amor por Eira te destruya. Soy el traidor, el asesino, el monstruo que prefieres no ver.
Kael apretó los dientes.
—¡No! Yo nunca la traicionaría.
Su doble levantó la espada.
—Todos lo hacen. Todos sucumben. ¿Qué harás cuando debas elegir entre ella y tu deber? ¿Cuando su fuego consuma a miles de inocentes? ¿La seguirás protegiendo… o la matarás tú mismo?
Mientras tanto, en el círculo, Eira observaba con angustia.
—¿Qué está viendo?
Thalyss la miró con sus ojos azules y profundos.
—Lo que más teme.
Eira cerró los puños, deseando entrar, pero sabía que no podía. Lo único que le quedaba era esperar… y rezar para que Kael eligiera bien.
Kael enfrentó a su reflejo, el sudor recorriendo su frente. El dilema ardía en su pecho: ¿cómo podía elegir entre el amor y la vida de tantos?
La sombra lo atacó, y el choque de espadas resonó como un trueno. Cada golpe era una acusación, cada movimiento una duda clavándose en su corazón.
Finalmente, Kael logró empujar a su doble contra el suelo, apuntándole al cuello. El reflejo se rió.
—Entonces mátame… y habrás aceptado lo que eres.
Kael cerró los ojos, con el corazón desgarrado. Y en ese instante, recordó la voz de Eira, su mirada, la promesa que se habían hecho en medio de la guerra.
Con firmeza, arrojó la espada al suelo.
—No. Yo no seré tu sombra. No la traicionaré… porque incluso si el mundo se vuelve contra ella, yo estaré a su lado. Ese es mi deber. Ese es mi amor.
El reflejo se desvaneció en polvo brillante, y la llanura oscura desapareció.
Kael cayó de rodillas en el círculo, jadeando. Eira corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
—¡Lo lograste!
Thalyss asintió, solemne.
—Ha enfrentado su verdad, y no la ha negado. Ha sido digno.
Pero luego sus ojos se posaron en Eira, y la luz del círculo volvió a encenderse.
—Ahora es tu turno, portadora.
Eira tragó saliva, con el fuego ardiendo en sus manos. Sabía que la prueba de la verdad interior sería aún más cruel para ella.