El Reino De Las Llamas Prohibidas

Capítulo 53 – Sombras en el Vínculo

El bosque dorado parecía no tener fin. Cada paso se hundía en la bruma, y cada sombra imitaba sus movimientos con un retardo inquietante, como si alguien más caminara detrás de ellos.

Kael no soltaba la mano de Eira, y sin embargo, había momentos en que sentía su piel fría, como si no fuera ella.

—Esto no es real —susurró, más para convencerse a sí mismo que a ella.

La bruma se agitó, y de pronto, Eira escuchó un susurro en su oído, tan claro que la hizo estremecerse.

—Kael no es quien crees… Él te usará, como todos los humanos. Él no confía en ti, teme a tu fuego.

Ella parpadeó y miró a Kael. Sus ojos oscuros, llenos de resolución, parecían los mismos de siempre. Pero el veneno de la duda ya estaba ahí, golpeando como un tambor en su pecho.

Kael notó su mirada.

—¿Qué ocurre?

—Nada —respondió ella rápido, apartando la vista.

Caminaron en silencio hasta que el bosque volvió a cambiar. Esta vez, frente a ellos apareció un claro, iluminado por un sol falso que parecía arder sobre sus cabezas. En el centro, había dos figuras encadenadas.

Kael se detuvo en seco.

—No… no puede ser.

Eira también lo vio. Eran los camaradas de Kael, los que había perdido en la guerra. Reconocía sus rostros, sus heridas, incluso la sangre que aún manchaba sus ropas.

—Ayúdanos, Kael —dijeron al unísono, con voces dolientes—. Nos dejaste morir. ¿También dejarás que ella muera cuando llegue el momento?

Kael apretó la mandíbula, sus manos temblando en los puños.

—¡No son reales!

Pero cuando dio un paso adelante, sintió que Eira tiraba de su brazo para detenerlo. Y al mirarla… ya no era Eira.

Era otra versión de ella, con ojos de fuego, la misma del reflejo que había visto en su prueba interior.

—Él siempre eligió la guerra sobre el amor —le dijo con voz cruel—. Te traicionará. Igual que traicionó a los suyos.

Kael retrocedió, con el corazón helado.

—No… Eira no eres tú.

Entonces, de golpe, todo se fracturó.

Kael miró a su lado… y Eira también estaba ahí. La verdadera. Mirándolo con horror, porque frente a ella había aparecido otro Kael, con la espada ensangrentada, clavada en su propio corazón.

El falso Kael levantó la cabeza, con una sonrisa torcida.

—Siempre será así, Eira. Al final, él es quien te matará.

Eira tembló, su mirada saltando entre el Kael real y la ilusión.

—¿Qué… qué está pasando?

El bosque había lanzado su golpe más letal: no quería separarlos con voces, sino con imágenes imposibles de ignorar.

Kael extendió la mano hacia ella, su voz quebrándose.

—Eira, mírame. Sabes quién soy.

Pero Eira dudó. Por primera vez, dudó.

Y el bosque, hambriento, se cerró sobre ellos con una risa susurrante.




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