El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 17

A un lado del castillo, en los jardines, existían varias habitaciones conectadas que estaban bien protegidas por guardias en todas partes. Ahí se encontraban todos los huéspedes que llegaban al reino, sea para buscar refugio o para contratar mercenarios para una misión.

Violeta había sido alojada a una de esas habitaciones junta a Rubí, que la vigilaba. Estaba siendo tratada como una huésped, por lo que recibía desayunos, comidas y cenas de lujo. Pero eso no le bastaba, ya que no podía salir de los jardines y se sentía igual de agobiada que cuando vivía en la nación Nuria.

—¿Cuándo podré salir de aquí? —preguntó Violeta de mal humor mientras miraba las plantas desde la ventana de su habitación.

—Apenas llevas un día en este lugar —respondió Rubí, cogió un muslo de pollo de la mesa y lo mordió con entusiasmo—. Esperaremos que pase la ceremonia de los iniciantes para luego salir a nuestra misión.

—Y yo no seré iniciada en dicha ceremonia, ¿verdad? Después de todo creo que me mandarán de vuelta a esa nación.

—Oh, por favor, deja de estar tan decaída y ven a comer, que esto está rico.

La princesa miró hacia donde estaba Rubí y se sorprendió de la forma salvaje en la que ella comía, agarraba la comida con sus manos, masticaba con la boca abierta y tragaba vino al mismo tiempo. Eso, en vez de abrirle el apetito, le dio repulsión.

—No tengo hambre —dijo volteándose y yendo fuera de la habitación para caminar en los jardines. Rubí la vio salir y suspiró, se paró de la mesa, agarró otra carne y salió para seguirla mientras seguía comiendo.

Los jardines tenían muchos tipos de plantas por doquier, un césped muy verde y un orden magnífico. Distintos guardias patrullaban de un lado a otro, así que Violeta no podía estar completamente sola ahí afuera, pero igual buscó un rincón no tan concurrido en el que habían unas flores que hacían honor a su nombre.

«Si no puedo salir, deberé entrenar», pensó Violeta y se sentó en el cesped. Comenzó a meditar, juntó sus manos y creó una esfera de luz.

Rubí la miraba desde la distancia mientras se terminaba de comer el pedazo de carne. «Así son las princesas, con fuertes ideales, desprestigian las riquezas pero viven mimadas y protegidas», suspiró nuevamente y fue a su lado para ayudarle a entrenar.

Al día siguiente Ray se apareció temprano tocando la puerta de la habitación donde se estaban hospedando, Rubí abrió y lo miró de forma tan seria que lo hizo incomodar.

—¿Está Violeta? —preguntó el Mercenario.

—Si, ¿qué se le ofrece? —dijo sarcásticamente, Ray frunció el ceño y Rubí sonrió, le cerró la puerta en la cara y levantó a Violeta de la cama diciéndole—: Te busca tu amado.

—¿Mi qué? —preguntó ella, sonrojada. Se paró de la cama y comenzó a prepararse enseguida para salir.

—Jaja —se burló la pelirroja, luego se recordó de algo y decidió confirmarlo—. Dije que era tu amado, pero nunca dije el nombre, ¿quién piensas que es?

La muchacha, que estaba frente al espejo, dejó de peinarse por un momento y se sonrojó más. Volteó la cara para que Rubí no la viera y dudó en responder, pero igual lo hizo.

—Pues... ¿Ray?

Rubí abrió los ojos al escuchar la respuesta, dio media vuelta y sonrió, «qué bueno que no dijo Alan», pensó aliviada.

—Si, es el mismo, así que ve saliendo.

Tras un rato más ambas salieron y vieron a Ray tirado en el suelo, casi durmiendo. «Las mujeres siempre duran una eternidad» pensó impaciente al verlas, se levantó y les dijo que lo sigan.

Violeta vio como Ray se limitó a decir eso y darles la espalda, ambas comenzaron a seguirle, pero la princesa estaba muy avergonzada como para saludarlo o ponerse a su lado.

Salieron de los jardines y llegaron al castillo, allí dentro estaba el rey y muchos mercenarios más.

El salón del trono donde Violeta fue interrogada días atrás se encontraba adornado con flores blancas, una alfombra roja y demás lujos. Ahí se realizaría la ceremonia de los nuevos mercenarios.

«Espero que Alan y los demás hayan pasado las pruebas», se esperanzó la princesa. Ella saludó formalmente al rey, el cual estaba alegre en esa ocasión, y Ray la tocó por el hombro para indicarle que se siente en uno de los asientos que quedaban al lado del trono.

«Él me salva, me dice que en este reino seré libre. También dijo que estaríamos juntos, pero ahora apenas y me dirige la palabra», se inquietó mientras se sentaba mirando a Ray, que tenía la cara seria.

Media hora después, llegaron aquellos participantes de las pruebas que habían superado el desafío y estaban por entrar. Entre los guardias habían algunos con tamboras que comenzaron a tocar en un ritmo ceremonial.

El rey Mauro, que estaba en el trono al lado de Violeta, le susurró:

—En términos normales, tú estarías entre ellos, pero como tu nombre nos causaría muchos problemas, serás una mercenaria iniciada en secreto, ¿entendido?

La princesa lo miró y se dio cuenta que no tenía forma de debatir, pero igualmente se alivió, «aunque sea en secreto, seré una mercenaria después de todo», sonrió y respondió:

—Entendido.

La ceremonia continuó su proceso, abrieron las puertas y entraron los iniciantes. Entre ellos estaban el necio Ángel, el enérgico Ezio, el callado Néstor, el musculoso Samuel, una muchacha más que no había hablado con Violeta... y el espadachín Alan.

«¡Sii! Alan lo superó», pensó la princesa animada. Buscó a Clara entre los demás, pero no la encontró. «Bueno, el resultado perfecto no existe».

«¡Alan lo logró! ¡Lo logró!», pensó Rubí también con una sonrisa, sin importarle ninguno de los demás.

Todos los mercenarios que se encontraban atestiguando el evento comenzaron a aplaudir, los guardias aumentaron el ritmo de los tambores y crearon distintos disparos mágicos que iluminaron el salón como si fueran fuegos artificiales.

Luego de un rato se calmó todo y cada uno de los seis iniciantes recibió una medalla.



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En el texto hay: accion, amor, fantasia aventura reinos

Editado: 31.01.2023

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