El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 22

Violeta, por cada paso que daba, sentía como su corazón estaba por salirse de su boca. Ella no podía creer lo que estaba a punto de hacer, pues nunca había mentido en su vida y siempre se había mostrado tal y como es.

Sin embargo, a ella le habían mentido toda su vida, la mayoría de sus años ella los vivió con lujos y por encima de los esclavos sin que se diera cuenta. Ella odiaba a su nación de procedencia, Nuria, la nación de los esclavos. Aunque para ella era la nación de las riquezas hasta hacía poco.

«Una nación de ensueño», pensó Violeta mientras caminaba hacia la fortaleza, «la nación que mi padre construyó para mí», recordó las palabras que Adriano, su padre, le había dicho unos años atrás.

«Nunca mentí, pero siempre me mintieron», pensó con rabia, «es hora de darles una cucharada de su propia medicina».

Ella hizo una cara de resolución al pensar eso último y se paró con firmeza frente a la puerta de la fortaleza.

—¡Deténgase ahí! —gritó uno de los guardias que estaba encima de la muralla—. ¿Quién eres y qué es lo que quieres?

—¡Soy Violeta Nogales, princesa de la nación Nuria! —contestó seriamente—. Escapé del Reino de los Mercenarios y estoy buscando refugio.

El guardia se sorprendió al escucharla decir eso y Violeta vio como fue corriendo hacia otro lugar. Y luego de unos minutos, la puerta comenzó a abrirse.

Violeta se puso algo nerviosa al ver como detrás de la puerta habían muchos guardias, todos llevaban esa característica armadura plateada con líneas moradas en los costados, misma armadura que ella había visto innumerables veces mientras vivía en Nuria.

El guardia que le había hablado salió de entre ellos y la recibió.

—Entre, por favor, la estábamos esperando.

Violeta caminó y el guardia se le puso al lado para acompañarla. Los demás le abrieron paso y, al entrar, ella escuchó como cerraron la enorme puerta metálica a sus espaldas.

La princesa vio de un lado a otro y notó como todos los guardias que estaban repartidos en las murallas y en el camino la miraban directamente. El ambiente se hizo tenso, pues nadie hablaba, pero si se escuchaban las armaduras moviéndose de un lado a otro mientras caminaban. Ella se sentía agobiada por la situación en la que se había entrometido, pues por cada paso que daba, además del corazón latirle fuerte, se sentía cada vez más lejos de la vida como mercenaria que ella quería vivir, y a la vez sentía como si volviera a su vida como princesa, donde muchos guardias que no conocía la protegerían y siempre estaría rodeada de lujos... y mentiras.

Violeta estaba volviendo como un pájaro que se va a volar por primera vez y regresa al nido para comer como una cría. Ya todo estaba fuera de lugar para ella y no tenía sentido volver a ese ambiente que consideraba hostil. Ella quería gritar, salir huyendo y no acercarse nunca más al desierto.

Mientras pensaba intensamente en sus deseos, notó como habían llegado al frente del palacio que tenía una cúpula pequeña, como si fuera el palacio en el que estaba el trono de su padre, pero en miniatura. «Espera, ¿qué dijo el guardia hace un rato?», ella se alarmó de repente. «¿"La estábamos esperando"? No puede ser, ¿ya sabían que yo venía hacia acá?».

Al llegarle ese pensamiento, Violeta comenzó a ponerse nerviosa nuevamente, puso una cara de miedo y dio dos pasos hacia atrás. El guardia la vio, un poco extrañado, pero al instante la puerta del palacio se abrió y un anciano con una larga barba blanca salió del lugar.

—¿Anciano Nuno? —preguntó Violeta mientras le temblaban los ojos. De no ser por su aparición, ella hubiera comenzado a correr devuelta a la salida.

—¡Bienvenida princesita! Gracias por venir, esperaba con ansias tu llegada —dijo con una sonrisa de oreja a oreja en la que se mostraban los pocos dientes que tenía.

«Yo... ¿debo huir?» pensó Violeta rápidamente, «ellos me estaban esperando, así que quedarme aquí no puede ser bueno, quizás esto sea una trampa».

El anciano Nubar Nolasco, conocido como Nuno por la princesa, la vio dudando y temblando en vez de feliz de encontrarle, así que hizo su movimiento.

—¡No nos quedemos viendo a la cara! ¿Qué tal si entramos a mi palacio para que descanses? Que seguro tendremos mucho de que hablar.

—E-esta bien —contestó nerviosa, se dejó guiar por el anciano y entraron al pequeño palacio blanco y redondo con la cúpula en el centro.

Una vez dentro, Violeta se asombró de la gran cantidad de plantas que había en el lugar, algunas estaban guindando alrededor con lianas recorriendo las paredes, otras estaban sembradas en un pedazo de tierra que había en el centro, y también habían macetas con distintas flores dispuestas de forma circular.

Unos bancos metálicos estaban alrededor de dichas plantas y al Violeta sentarse con el anciano al lado, pudo sentir algo de tranquilidad a pesar de que la situación en la que estaba le causaba pánico. Estar rodeada de plantas y flores mientras recibían la luz de la luna desde el cristal de la cúpula hacía que la princesa recuerde los tiempos en los que se paseaba en el jardín del palacio de Nuria.

—Es muy acogedor —susurró ella al oler la fragancia.

—Gracias, siempre quise que vengas a este lugar aunque sea una vez.

—¡Oh! Son violetas —gritó ella al ver unas flores con cinco pétalos que hacían honor a su nombre. Se levantó del asiento y se agachó a toparlas con su mano.

—Jaja, me alegro que las descubrieras.

Violeta estaba sonriendo de felicidad y por un momento olvidó que tenía una misión pendiente por realizar, sin embargo Nubar tocó el tema que la hizo volver a la realidad.

—¿Cómo lograste escapar de ese reino?

La muchacha dejó de sonreir y dejó su mano suspendida alrededor de una flor, luego miró hacia Nubar, que estaba serio, y suspiró.

—Anciano Nuno, fue gracias a sus enseñanzas, cuando vi mi oportunidad creé una esfera de luz y dejé inconsciente a un mercenario. Entonces corrí lo mejor que pude hasta llegar a este lugar.



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En el texto hay: accion, amor, fantasia aventura reinos

Editado: 31.01.2023

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