Eldon estaba encima del caballo, al frente de Violeta y con el brazo estirado. Ella estaba indecisa, los acontecimientos estaban pasando muy rápido y no había podido pensar mucho en todo lo que él le había dicho.
«Me acaba de proponer matrimonio, quiere que gobernemos Nuria juntos y que cambiemos la nación después de que tomemos el poder», pensó rápidamente, alterada. «Creo... que si le doy la mano ahora, estaría aceptando todo eso y volvería a ser la princesa que pensé nunca más sería».
Ella alzó su mano con suavidad, dejándose llevar por el momento a pesar de que sentía que estaba por hacer algo que no debía.
Y cuando estaba por darle la mano a Eldon, se detuvo de repente. Violeta sintió un aura mortífera a mucha distancia lejos, a sus espaldas, y al sentirla, sonrió.
Alejó su mano y dió varios pasos hacia atrás. Eldon la vio confuso, y ella, sonriendo, habló con firmeza.
—No, no acepto. Gracias por preocuparte por mí, por abrirme los ojos, por venir a rescatarme y por verme de forma tan especial, pero no pienso casarme contigo, porque ya yo no soy la princesa Violeta Nogales, sino, una mercenaria del Reino de los Mercenarios.
—¿¡Qué dices!? —cuestionó él, que no comprendía la actitud confiada con la que ella se había negado.
—Lo que quiero decir es que los mercenarios son mis aliados, y si para ti son tus enemigos, entonces yo soy tu enemiga. Sin embargo, quiero creer que vas enserio con lo de enfrentarte a los ideales de mi padre y transformar la nación Nuria en una nación libre, así que, por favor, sé mi aliado también, dile a tu ejército que no luche contra los mercenarios que vinieron a rescatarme.
Eldon tenía una expresión terrorífica mientras Violeta decía eso. Hasta ese momento él se sentía triunfante y con confianza, pero tras escuchar todo lo que ella acababa de decir, sintió miedo.
—No, Violeta, ¿Qué cosas estás diciendo? Dime que es una broma.
Violeta lo miró fríamente, sus ojos oscuros lo veían de forma tan penetrante que se podía saber lo seria que ella estaba siendo al respecto.
—Entiéndelo —dijo firmemente.
Él rió, no de forma burlona y mucho menos de felicidad, esa risa fue su forma de dejar escapar sus nervios. No podía creer lo decisiva que estaba siendo Violeta al respecto, no quería creerlo, ella tenía que ser la princesa inocente y fácilmente manipulada que siempre había sido, pero no lo era.
Fue entonces que Eldon comprendió que la Violeta que estaba parada a unos pasos de él, viéndolo fríamente; no era la misma Violeta que había huido de la nación Nuria una vez que él le contó sobre los secretos de la nación. Ella era una Violeta más sabia, más seria, mucho más fuerte y grande.
Ella estaba siendo terca en ese momento, siempre lo había sido, cuando ella tomaba una decisión, se enfrascaba en la misma y muy difícil cambiaba de opinión.
Pero siempre la decisión que ella tomaba era la que él quería que tome, con palabras bonitas y positivas ella decidía lo que él quisiera, por eso nunca le había pasado por la mente que ella se negara rotundamente como lo estaba haciendo en ese momento ante su plan, y mucho menos creía que ella podía tomar una decisión tan contraria a la de él como la que había dicho.
«Ella no es la misma Violeta que conocía», pensó inevitablemente, «ella ya no es una princesa mimada... sino, una mercenaria con los pies sobre la tierra».
Eldon vio a su alrededor y se dio cuenta de que a sus lados estaban muchos guardias montados en caballos, siendo testigos del comportamiento de Violeta. Todos tenían caras de sorpresa e indignación al igual que él, así que decidió usarlos.
—La princesa se volvió rebelde, ¡captúrenla! —ordenó furiosamente al saber que no podía hacer que ella cambie de opinión.
Los guardias dudaron por un momento, pero al ver como Violeta se preparó para la batalla, todos sacaron sus armas y se acercaron de forma amenazante.
La rodearon con sus caballos, que caminaban dando círculos alrededor de ella.
Luego uno de ellos alzó la voz e hizo que su caballo se acerque, sacó un látigo e intentó agarrarla.
Ella expulsó mucha aura mágica y se rodeó con la misma de manera que quedó en estado de FAR, esto le dio una fuerza, agilidad y resistencia sin igual.
De un momento a otro desapareció de la vista de su hostigador y al todos percatarse, ella estaba detrás de él. Luego hizo un movimiento rápido y tumbó al hombre del caballo.
Los demás, luego de sorprenderse al verla realizar dicho movimiento, se pusieron más serios al respecto y la atacaron al mismo tiempo.
Ninguno de los guardias comunes de la nación Nuria sabían manipular la magia, puesto que normalmente era un arte que solo aprendían los nobles y ricos. El Reino de los Mercenarios era la excepción a la regla debido a que todos los habitantes entraban sabiendo usar magia y los que no sabían usarlo, lo aprendían en las pruebas como fue el caso de Alan.
Por ese motivo Violeta dominó la batalla de manera fluida. Ella se movió entre los guardias y los despojó de sus armas, les hizo perder el balance, los tiró de sus caballos uno por uno y también noqueó a varios en el proceso.
La velocidad que ganó al rodearse de aura la ayudó mucho a combatir, era como si ella fuera una tigresa en contra de varias hienas hambrientas y debiluchas. Ninguno tuvo oportunidad contra ella y al finalizar la batalla, Eldon se encontraba asustado a unos pasos de distancia.
—Tú, no eres mi Violeta, ¿cómo es que te has vuelto tan hábil con la magia en tan poco tiempo?
Ella, aún envuelta de su aura color violeta que se revoloteaba a su alrededor y la hacía brillar en esa oscura noche, dio varios pasos hacia su primo y él se cayó sobre sus pies, pensando que ella lo mataría.
Violeta, aún cuando estaba muy cansada y todo su cuerpo le dolía debido a todo lo sucedido en ese día, se veía reluciente a los ojos de Eldon. Ella movió su mano suavemente envuelta de magia y le acarició la mejilla, le susurró algo e inmediatamente después, se volteó y comenzó a caminar en dirección contraria, hacia donde se había sentido la enorme aura anteriormente.