El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 26

—Tú vienes conmigo —mencionó Nubar jalando a Violeta de un brazo—. Sabía que podías escapar de las manos del inútil de Eldon, así que te esperé aquí.

—O-oye —Violeta se quejaba del dolor mientras era llevada a rastras por el anciano—. ¡Suéltame!

—Lo siento mucho princesita, pero te llevaré a la nación por mi cuenta.

—No, no lo harás —quien dijo eso último fue Ray, que se había adelantado mientras Rubí se quedó luchando con más soldados.

El mercenario con la vestimenta negra llegó al frente de ellos de un salto, estaba en estado FAR, la energía lumínica blanca lo rodeaba dando vueltas sobre sí mismo. Y él con la mirada seria se veía como alguien muy peligroso.

El anciano Nubar rio al verlo a su frente y comenzó a soltar su aura marrón. Violeta, que estaba sin poder huir de sus manos, sintió la presión que liberaba su antiguo maestro y se asustó, porque sabía que ambos, Ray y Nubar, se podrían enfrentar a una batalla de vida o muerte en ese momento.

—¡Suéltala! Es tu última advertencia —gritó Ray, preparándose para la batalla.

—Ni hablar, si tanto la quieres, tendrás que matarla junta a mi —se negó Nubar creando una enorme esfera de luz con su mano libre.

La esfera se volvió tan grande como su cuerpo y seguidamente la lanzó hacia Ray, esa bola marrón se asemejaba a una gran roca redonda, y la misma chocó de forma violenta en el lugar donde estaba Ray.

La arena del lugar salió disparada hacia arriba tras la explosión de energía, y Ray salió a varios metros a la derecha con dos pequeñas esferas de luz creadas con ambas manos.

El mercenario creó varias expansiones con sus pies y rápidamente se acercó hacia Nubar.

El anciano creó una barrera justo cuando Ray iba a chocar su esfera contra él, y el mercenario reaccionó saltando y dando una vuelta por encima.

Ray soltó una de sus esferas encima de Nubar y en lo que el anciano la esquivaba, el mercenario llegó al suelo detrás de él, se acercó y tomó a Violeta con su mano.

—¿¡Qué intentas!? —gritó Nubar Nolasco desesperado mientras liberaba una expansión con todo su cuerpo para evitar que Ray se lleve a Violeta de sus manos.

Pero el movimiento fue demasiado tarde, Ray cubrió a Violeta con su cuerpo, dio un giro, disparó su otra esfera de energía hacia el anciano y, gracias a la expansión que él había hecho, se desapartó junto a la princesa.

Violeta sintió como Ray la cubrió con todo su cuerpo, la abrazó con ambos brazos, puso su cara al lado de la de ella y sus pechos se apoyaron uno con el otro de manera que ella podía sentir la respiración rápida del mercenario y su corazón latir. Eso, en compañía con la aura blanca que la envolvió por completo, la hizo sentir completamente a salvo.

—Ya llegué —le susurró Ray en el oído.

Violeta sonrió y lo abrazó fuertemente con sus manos y sus piernas, dejándose llevar lejos del lugar.

—Ya estoy aquí —susurró ella también, suspirando de alegría.

Ray corrió y se ayudó de más expansiones para llegar donde estaba Rubí luchando con más soldados.

Estos soldados la tenían acorralada, pero no podían hacer nada, pues la maga pelirroja tenía muchas esferas de luz rodeándola para que nadie se acercara.

Al llegar Ray junto a Violeta, los soldados se sorprendieron, puesto que aún no sabían que la princesa estaba en ese lugar. La confusión que tuvieron evitó que reaccionaran a tiempo y el mercenario los noqueó dándoles varias patadas.

Seguidamente Rubí lanzó sus esferas y muchos más soldados que se estaban acercando quedaron heridos. Ambos mercenarios se vieron entre sí y al comprender que habían logrado su parte de la misión, huyeron del lugar.

En un abrir y cerrar de ojos Violeta, Ray y Rubí se alejaron del campo de batalla y salieron del desierto para dirigirse a la fortaleza. Pero el anciano Nubar, lleno de rabia, animó a los soldados que aún estaban conscientes para que los persiguieran.

Mientras todo eso ocurría, en la fortaleza había pasado algo más sorprendente.

El escudero Bors y el hombre de la armadura de plata, Xandros, estaban dentro de la fortaleza con todos los guardias tirados alrededor. Los habían matado a todos y a cada uno de ellos sin que se dieran cuenta.

—Estos eran moscas —mencionó Xandros—. Cayeron sin oponernos resistencia.

—Tienes razón —asintió Bors, que estaba limpiando su escudo tras haberse salpicado de sangre—. Dejaron a estos aquí para entretenernos, así que la fuerza principal está en el lugar a donde fueron Ray y Rubí.

—Y la princesa, si es que se las arreglaron para encontrarla.

—Si.

Luego Xandros se dispuso a entrar a los restos del pequeño palacio, que había sido destruído por Nubar en el interior y por Xandros en el exterior. Entre los escombros, el mercenario de la armadura blanca esquivó varias plantas, ladrillos y trozos de macetas que habían en el suelo. Pisó violetas, haciendo añicos sus pétalos y llegó a una puerta de metal que había quedado intacta.

Comenzó a liberar aura, que salía de color blanca por los orificios de su armadura. Esta aura rodeó su puño derecho y, en un instante, golpeó la puerta con tal magnitud que se despegó del marco y salió disparada dentro de la habitación.

En dicha habitación habían varias mesas con objetos dentro. Y entre los objetos, estaban unas piedras que brillaban de distintos colores.

Xandros sacó una bolsa que tenía enganchada en su espalda, agarró las piedras, las entró y amarró las bolsas. Entonces salió del lugar y vio a Bors, que se había subido a la muralla.

Bors tenía el escudo recién limpiado guardado en su espalda y estaba viendo hacia el desierto.

—¡Tengo las piedras! —gritó Xandros desde abajo.

—¡Bien, ahora prepárate! Ya vienen —respondió el escudero.

Rubí, Ray y Violeta estaban llegando a la fortaleza. Bors sacó una bola de humo de sus espaldas y la lanzó hacia arriba con un disparo. El disparo dejó una estela lumínica de color azul y al finalizar su subida, explotó dejando la señal de humo con la forma de la espada y el escudo.



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Editado: 31.01.2023

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