El Reino que su Nombre Olvidó

Capitulo 2

*THYRA*

La nieve crujía suavemente bajo mis botas mientras caminaba por el patio, con el frío aire invernal mordiendo mi rostro y enrojeciendo mis mejillas. Me envolví un poco más en mi capa y mantuve los ojos fijos en el libro que llevaba entre las manos. Era un texto reciente, uno que había esperado con ansias desde hacía semanas. "Nuevas Aplicaciones de la Magia Común: Innovaciones y Usos" era el título, aunque la palabra "común" era engañosa. La magia nunca dejaba de ser sorprendente, incluso en sus formas más básicas.

Llevaba días leyendo cada página con detenimiento. El libro era una recopilación de estudios, prácticas y teorías que ampliaban el uso de hechizos ya conocidos. No contenía magia nueva, pero sí ideas frescas sobre cómo aprovechar las capacidades que ya poseíamos. Mi mente absorbía cada palabra, cada diagrama detallado, como si estuviera desenterrando un tesoro oculto.

A mi alrededor, los sonidos del patio seguían su propio ritmo. El tintineo de las espadas chocando llenaba el aire, acompañados de gritos y órdenes de los soldados que entrenaban al otro lado del muro. Me detuve un momento, alzando la vista y mirando en dirección al ruido, aunque no podía verlos desde donde estaba. El eco de las espadas despertó algo en mí, una sensación incómoda que se instaló en el fondo de mi pecho.

Cerré los ojos un instante. Por alguna razón, las imágenes de mi sueño volvieron a mí: el rugir de las criaturas, el peso de la espada en mi mano, la desesperación por alcanzar esa voz desconocida. Sacudí la cabeza bruscamente, intentando apartar aquellos recuerdos tan vívidos. Solo era un sueño, me repetí. Solo un sueño.

Respiré hondo, dejando que el frío invernal despejara mi mente. Apreté el libro entre mis manos y retomé la lectura mientras mis pasos me llevaban lentamente hacia el otro extremo del patio. El susurro del viento y la tranquilidad de la nieve bajo mis pies me reconfortaron. Era un silencio puro, interrumpido solo por las voces distantes de los soldados y el susurro de las páginas al pasar.

Finalmente, llegué a la última página del libro. La leí con calma, saboreando cada línea hasta llegar a los créditos finales, donde reconocimientos y nombres de investigadores eran listados. Al principio, lo pasé por alto, hasta que un nombre capturó mi atención.

"Agradecimientos especiales a Lady Thyra Auren, cuya colaboración y contribuciones fueron fundamentales para estos estudios".

Mis pasos se detuvieron en seco. Parpadeé un par de veces, sorprendida. No recordaba haber sido mencionada ni consultada para este libro, pero ahí estaba, mi nombre impreso con claridad entre los reconocimientos más importantes. Una sensación extraña me recorrió: orgullo, sí, pero también un leve desconcierto.

Recordé las largas horas que había pasado estudiando y trabajando junto a los eruditos de la corte, hace ya algunos meses. Había propuesto mejoras en ciertos hechizos de combate y encantamientos menores, pequeñas observaciones que, al parecer, habían sido lo suficientemente importantes como para dejar mi huella en el libro.

Sonreí levemente, aunque mi mente seguía envuelta en pensamientos dispersos. Sentía una dualidad difícil de explicar: por un lado, satisfacción por el reconocimiento y, por otro, un peso en el pecho que no lograba quitarme de encima. Era como si este logro no fuera suficiente para borrar aquella inquietud persistente.

"Lady Thyra", escuché una voz cercana.

Levanté la vista, sobresaltada, para encontrarme con uno de los guardias que entrenaban. Su espada descansaba sobre su hombro y llevaba una sonrisa respetuosa en el rostro.

"¿Todo en orden? Parece muy concentrada en ese libro."

"Sí, todo está bien", respondí, guardando el libro bajo mi brazo. "Solo… finalicé una lectura importante."

"Me alegra saberlo. Debería unirse a nosotros algún día, los muchachos siempre hablan de lo bien que maneja la espada. Nos vendría bien su presencia en el entrenamiento."

"Lo consideraré", dije, esbozando una pequeña sonrisa antes de continuar mi camino.

Sin embargo, a medida que me alejaba, sentí el peso de sus palabras. No era la primera vez que me lo decían, y siempre respondía de la misma manera. Lo que había ocurrido hacía tres años había cambiado algo dentro de mí, y aunque seguía siendo respetada por mis habilidades, yo misma no estaba segura de si podía volver a blandir una espada con la misma confianza de antes.

Llevé la mano a mi costado izquierdo, donde una cicatriz permanecía oculta bajo la tela de mi abrigo. La sentí bajo mis dedos, fría e implacable, como un recordatorio silencioso.

Seguí caminando por el sendero nevado, sumergida en mis pensamientos, mientras mis dedos se movían de forma inconsciente. Poco a poco, comencé a movilizar el mana en mi interior, guiándolo hacia la palma de mi mano. Una leve calidez se extendió por mi brazo mientras una pequeña luz comenzó a brillar en el centro de mi mano abierta, un tenue resplandor azulado que contrastaba con el blanco inmaculado de la nieve a mi alrededor.

El mana era la esencia misma de la magia, un flujo natural que existía en todas las cosas, desde los seres vivos hasta la propia tierra. Todos podían sentirlo, pero no todos podían controlarlo. Para la mayoría, requería disciplina, práctica y, sobre todo, el uso de cánticos o runas que ayudaban a canalizarlo y darle forma. Eran atajos para estabilizar la energía y convertirla en hechizos útiles. Pero para unos pocos, entre los cuales me encontraba, el mana podía ser movilizado directamente, sin intermediarios.

Era una habilidad poco común, nacida de un control innato y años de práctica silenciosa. A los ojos de los demás, parecía un talento impresionante, pero en realidad era un equilibrio delicado entre concentración y sensibilidad. Una sola distracción podía deshacer el flujo, convirtiéndolo en energía dispersa e inútil.



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En el texto hay: luchas, politica reinos poder, bestias magicas

Editado: 04.01.2025

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