El Reino que su Nombre Olvidó

Capitulo 5

*CADEN*

El dolor en mi cabeza era insoportable, como si alguien estuviera martillando mi cráneo sin piedad. Entreabrí los ojos con esfuerzo, apenas capaz de distinguir la luz tenue que entraba por la ventana cubierta de escarcha. El frío del invierno se colaba en la habitación, pero no era suficiente para apagar el fuego que sentía latiendo en mis sienes.

"Maldita sea…" murmuré con la voz ronca, llevándome una mano a la frente en un intento inútil de mitigar el malestar.

De fondo, el sonido metálico de espadas chocando me hizo apretar los dientes. Eran los soldados, entrenando como de costumbre, acompañados por las voces autoritarias de los instructores que ladraban órdenes sin descanso. La rutina diaria de la casa Auren nunca fallaba, ni siquiera después de una celebración como la de anoche.

Me obligué a sentarme en la cama, soltando un gruñido bajo cuando todo a mi alrededor pareció tambalearse por un instante. A través de la ventana, la nieve caía lentamente, cubriendo el paisaje con un manto blanco que parecía inmaculado, puro… una paz engañosa. Porque no importaba cuánto intentara olvidar, el invierno siempre traía consigo los mismos recuerdos.

Cerré los ojos un momento, y ahí estaba de nuevo: el caos, el rugido ensordecedor de las bestias, el olor a sangre y a tierra quemada. Hace tres años, el invierno no fue tranquilo ni sereno. Fue un infierno.

Podía verme a mí mismo, acorralado, con la espalda casi pegada a una roca mientras las bestias avanzaban hacia mí con fiereza inhumana. Las manos me temblaban al empuñar la espada. No importaba cuántas veces hubiera entrenado para situaciones como esa, el miedo era un enemigo al que nadie te enseña a vencer realmente.

"¡Thyra! ¡Ayuda!" grité en aquella ocasión, con la voz rota por el pánico.

A lo lejos, la escuché responder:

"¡Voy hacia ti, Caden, aguanta!"

Pero entonces sucedió algo que hizo que la desesperación en mi pecho se multiplicara. Una de esas malditas bestias surgió del suelo, sus garras extendidas, y atrapó a Thyra antes de que pudiera llegar a mí.

"¡Thyra!" grité de nuevo, mi voz ahogada por el rugido de las criaturas y el estruendo de la batalla a nuestro alrededor.

Ella estaba allí, luchando contra el agarre de la bestia mientras la nieve a su alrededor se teñía de un rojo que parecía aún más oscuro bajo el cielo gris. Fue entonces cuando vi algo en sus ojos: una mezcla de terror y determinación. Fue el momento exacto en que todo cambió.

Lo que pasó después es algo que nunca he podido olvidar, ni comprender del todo. Una luz comenzó a emanar de ella, primero débil, luego tan intensa que tuve que entrecerrar los ojos para soportarla. No hubo cánticos, ni runas, nada que indicara que el hechizo que estaba por realizar era seguro o siquiera planeado. Era pura magia desbordada, sin control alguno.

El aire pareció estallar a nuestro alrededor. Lo siguiente que recuerdo fue una onda expansiva que lo consumió todo: bestias, árboles, nieve, roca… todo desapareció en una tormenta de destrucción que no parecía humana. Yo fui lanzado por el impacto, chocando contra el suelo helado, pero seguía consciente, lo suficiente para verla a ella caer de rodillas.

La luz en su cuerpo se apagó, como si alguien hubiera soplado una vela, y entonces se desplomó en el suelo. Corrí hacia ella, tropezando con cada paso, mi propia voz resonando en mis oídos como un eco distante.

"¡Thyra! ¡Thyra, respóndeme!"

Su rostro estaba pálido, demasiado pálido, y apenas respiraba. Su cuerpo temblaba por completo, como si todo el peso del hechizo hubiera drenado su fuerza vital.

"No puedes hacer esto, maldita sea," murmuré entonces, sosteniéndola entre mis brazos mientras el frío mordía mi piel. "No puedes morir aquí. No después de esto."

Sacudí la cabeza para apartar el recuerdo, volviendo al presente. La nieve seguía cayendo con esa calma perturbadora, como si el mundo quisiera recordarme lo frágil que era todo.

Desde aquella batalla, nunca volví a mirar a Thyra de la misma forma. Lo que hizo ese día fue un milagro, sí, pero también fue una advertencia. Usar magia sin runas ni cánticos… era como jugar con fuego, con un fuego capaz de consumirla por completo. Esa vez casi la mata, y no puedo evitar preguntarme qué habría pasado si no lo hubiera logrado, si no hubiera sobrevivido a ese pago monstruoso que la magia le exigió.

Suspiré, pasando una mano por mi cabello mientras miraba el cielo gris a través de la ventana. El peso de la resaca seguía presente, pero no era nada comparado con el peso de esos recuerdos.

"Siempre tan cabezota…" murmuré para mí mismo, refiriéndome a ella. Aunque jamás se lo diría en voz alta, me asustaba la idea de que un día volviera a hacer algo así, de que un día no pudiera regresar.

El sonido de las espadas afuera seguía resonando, constante, implacable, como si el mundo nunca se detuviera, sin importar lo que hubiéramos vivido. Me levanté de la cama con esfuerzo, tambaleándome un poco, pero decidido a salir de ese encierro.

No iba a permitir que esos recuerdos me consumieran. No hoy. Y sobre todo, no cuando ella seguía ahí afuera, con esa mirada determinada y esa sonrisa que siempre lograba ponerme de los nervios.

Salí de mi habitación tambaleándome ligeramente, con el eco de los recuerdos aún rondando en mi mente. Necesitaba despejarme, y la mejor manera de hacerlo era salir y enfrentar el día, por más resaca que tuviera. Caminé por los pasillos, saludando a varias sirvientas y soldados en el camino, quienes me miraban con una mezcla de simpatía y diversión.

"Buenos días, señor Caden," dijo una de las sirvientas, una joven con una sonrisa cálida.

"Buenos días," respondí, forzando una sonrisa en mi rostro mientras seguía avanzando.

Finalmente, llegué al comedor. Al entrar, me encontré con una escena bastante contrastante. Los lords, incluyendo a mi padre, estaban sentados con la cabeza baja y una expresión de malestar evidente. Por otro lado, las ladies, incluyendo a mi madre, parecían estar disfrutando de un desayuno agradable y animado.



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En el texto hay: luchas, politica reinos poder, bestias magicas

Editado: 04.01.2025

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