El Reino que su Nombre Olvidó

Capitulo 7

*MYLA*

La luz suave de las manos de los magos sanadores bañaba la habitación con un resplandor etéreo, apenas iluminando las sombras que la noche proyectaba en las paredes. Me quedé de pie cerca de la puerta, los brazos cruzados y la mirada fija en el rostro dormido de Thyra. Su respiración era calmada, pero su piel estaba más pálida de lo normal, como si todo el peso de su agotamiento estuviera hundiéndola en el colchón.

Lady Auren, su madre, estaba sentada al borde de la cama, con una expresión que no había visto en ella desde hacía mucho tiempo: una mezcla de preocupación profunda y algo más… algo que parecía ser impotencia. A su lado, Lady Serella y mi madre, mantenía las manos juntas frente a ella, intentando proyectar serenidad, aunque el ligero fruncir de su ceño delataba lo contrario.

"¿Cómo está?" pregunté finalmente, rompiendo el silencio. Mi voz sonó más suave de lo que pretendía, como si temiera despertar a Thyra.

Uno de los magos sanadores levantó la vista y bajó las manos lentamente, el brillo mágico disipándose en el aire. "No hay daño físico, lady Myla," respondió con calma, aunque su mirada reflejaba cierto asombro. "Su cuerpo está intacto, pero está completamente agotada. No es raro después de un entrenamiento tan… intenso."

Intenso. Me mordí el interior de la mejilla al escuchar esa palabra. No hacía justicia a lo que habíamos sentido horas antes. La mansión entera había temblado, y el aire mismo se había vuelto denso con su mana.

"¿Seguros que no hay ningún daño interno?" preguntó Lady Auren con un tono bajo, pero lleno de autoridad. La forma en la que sus dedos apretaban la sábana de la cama reflejaba lo que su voz no decía.

"Absolutamente, mi lady," respondió otro mago, inclinando la cabeza respetuosamente. "Lo único que necesita es descansar. Su mana está estabilizado ahora, aunque el uso excesivo ha pasado factura. Le recomendamos que no lo fuerce de nuevo por un tiempo."

Lady Serella exhaló un suspiro apenas audible, como si al menos una parte de la preocupación se hubiera aliviado. Sin embargo, ninguna de ellas parecía tranquila del todo. Tampoco yo.

Me acerqué lentamente hasta quedar junto a la cama, mirando a Thyra más de cerca. Sus labios estaban entreabiertos, su cabello caía desordenado alrededor de su rostro, y aunque parecía dormida, había algo inquietante en verla así: completamente inerte. Esta no era la Thyra que conocía, fuerte e inquebrantable.

"Siempre está empujando sus límites," murmuré sin pensar, más para mí misma que para los demás.

Lady Auren levantó la vista hacia mí, sus ojos grises afilados y cansados. "Es obstinada. Siempre lo ha sido," dijo con una voz suave, pero llena de resignación. "No importa cuántas veces le advirtamos, ella decide qué tanto está dispuesta a soportar."

Mi madre puso una mano sobre el hombro de Lady Auren, intentando consolarla. "Harás bien en hablar con ella cuando despierte," dijo con firmeza. "No podemos permitir que vuelva a hacer algo como esto."

Lady Auren asintió, pero no parecía convencida. Ninguno de nosotros lo estaba.

De pronto, mis pensamientos se deslizaron hacia el consejo. Esos viejos y arrogantes gobernantes que insistían en llamar a Thyra solo a ella. ¿Acaso no ven lo que están haciendo? ¿Lo que le están exigiendo? Por mucho poder que ella tuviera, era humana, y la estaban empujando hacia un camino donde un error podría costarle la vida.

Miré a Lady Auren, quien había tomado la mano de su hija y la sostenía con cuidado, como si temiera romperla. Era raro ver a alguien tan fuerte, tan severa en apariencia, mostrar ese tipo de vulnerabilidad. Pero así era el amor de una madre.

"No puede seguir así," dije de nuevo, en voz alta esta vez. Todas las miradas se volvieron hacia mí. "Thyra puede soportarlo, lo sabemos, pero eso no significa que deba hacerlo sola."

Mi madre suspiró y asintió. "Lo sabemos, Myla. Pero, ¿cómo la detienes? Nadie puede hacerlo cuando toma una decisión. Y el consejo…" Se interrumpió, como si el simple hecho de nombrarlos le resultara amargo.

Miré a Thyra una última vez. Sabía lo que mi madre decía. No hay forma de detener a Thyra Auren cuando decide avanzar. Pero no por eso íbamos a dejar de intentarlo.

Finalmente, los magos sanadores se inclinaron y se retiraron de la habitación, dejando una atmósfera más tranquila. Lady Serella fue la primera en marcharse, seguida de mi madre, quien insistió en que Lady Auren también descansara.

Yo me quedé atrás, en silencio, observando cómo la nieve comenzaba a acumularse en el alféizar de la ventana. Afuera, el mundo seguía tranquilo, ajeno al caos y las batallas silenciosas que librábamos aquí dentro.

Me senté en una silla junto a la cama y apoyé la cabeza contra el respaldo, cerrando los ojos por un momento. "Te odiaré si vuelves a hacer esto," murmuré en voz baja, aunque sabía que no podía oírme. "Pero si lo haces, ahí estaré para recogerte del suelo."

El viento sopló con fuerza fuera de la mansión, y por un momento juré que Thyra sonreía apenas en su sueño.

La tarde siguiente llegó envuelta en un frío punzante, el tipo de frío que solo la nieve más reciente podía traer. El cielo era un lienzo gris, y el viento arrastraba copos dispersos, pero el patio de entrenamiento seguía lleno de vida.

Sostenía el arco con firmeza, mis dedos rozando la cuerda mientras me preparaba para disparar. Mi madre, de pie detrás de mí, observaba cada uno de mis movimientos con mirada crítica.

"Respira," dijo en tono firme, su voz cortando el aire helado. "Si sigues tensando los hombros, tu disparo perderá fuerza y precisión."

Asentí, aflojando ligeramente los músculos y ajustando mi postura. Inspiré hondo, sintiendo cómo el aire frío llenaba mis pulmones, y solté la flecha. Silbó a través del viento antes de clavarse justo en el centro del blanco. Una, dos, tres flechas más le siguieron, golpeando el mismo punto. El sonido seco de las flechas al impactar me era casi reconfortante, aunque no lograba despejar mi mente por completo.



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En el texto hay: luchas, politica reinos poder, bestias magicas

Editado: 04.01.2025

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