El Reino que su Nombre Olvidó

Capitulo 8

*THYRA*

El amanecer trajo consigo un frío aún más penetrante, como si el mundo mismo quisiera recordarme el peso de lo que estaba a punto de enfrentar. El cielo, teñido de tonos rosados y dorados, apenas comenzaba a despejarse cuando salí al patio principal. Frente a mí, los carros con mis pertenencias ya estaban preparados y los soldados formaban filas ordenadas, listos para partir. Todo estaba calculado, eficiente, como si la misma naturaleza se hubiera alineado para que no hubiera retrasos.

Me quedé un momento en silencio, observando la escena frente a mí: las armaduras relucientes, las armas afiladas, el brillo del estandarte de los Auren ondeando con el viento. El sonido de mis botas resonó sobre el empedrado cuando me giré hacia mi familia y mis amigos, quienes me esperaban para despedirse.

Askel y Eryk fueron los primeros en acercarse. Mis hermanos menores trataban de mantener la compostura, pero pude ver la preocupación reflejada en sus ojos. Askel, siempre el más expresivo, fue quien habló primero.

"Sabes que podemos ir contigo, ¿no?" Su voz llevaba un tinte de frustración.

"Y no es como si nos negaras hacerlo," añadió Eryk, con los brazos cruzados.

"Se los dije antes," respondí con suavidad, apoyando una mano en cada uno de sus hombros. "Esta es mi responsabilidad, y ustedes deben quedarse aquí para proteger nuestro hogar."

Ellos asintieron con pesadez, incapaces de rebatir mis palabras. Los abracé con fuerza, susurrándoles que todo estaría bien. **Una mentira necesaria.**

Después vinieron los gemelos Varenn, quienes, por primera vez en mucho tiempo, no estaban llenos de risas o travesuras.

"Cuídate mucho, Thyra," dijo uno de ellos, con una mirada más madura de lo usual.

"Si no regresas pronto, iremos a buscarte," añadió el otro, con seriedad.

"Lo prometo," les aseguré, inclinándome un poco para abrazarlos. "Cuídense el uno al otro."

Caden fue el siguiente. Su mirada se clavó en la mía como si buscara respuestas a preguntas que no se atrevía a pronunciar.

"No tienes que cargar esto sola, Thyra," dijo en voz baja.

"Lo sé," respondí con una sonrisa cansada. "Pero aún así, lo haré."

Sus labios se apretaron en una línea tensa, pero no insistió. En lugar de eso, me ofreció un abrazo firme, uno que duró un segundo más de lo necesario, como si quisiera grabar mi presencia en su memoria.

Darien se acercó después, con una mezcla de resignación y preocupación.

"Trata de no destruir la capital, ¿quieres?" bromeó, intentando aligerar el momento.

"Haré lo mejor que pueda," respondí, sonriendo apenas. Él me palmeó el hombro y luego se apartó en silencio.

Myla fue la última de mis amigos en despedirse. Ella no habló al principio, sólo me miró fijamente con esos ojos que siempre parecían capaces de ver a través de cualquier fachada.

"No hagas nada que yo no haría," dijo al fin, aunque ambas sabíamos lo que realmente quería decir.

"Intentaré ser prudente," murmuré, devolviéndole una sonrisa que no llegó a mis ojos.

"Lo digo en serio, Thyra. No te sacrifiques más de lo necesario."

Me quedé en silencio unos segundos antes de responder: "Lo tendré en cuenta."

Los lords Almaric y Varenn, junto con las ladies Serella y Varenn, se acercaron para despedirse también, con palabras corteses y miradas que delataban la preocupación que intentaban ocultar.

"Tienes la fuerza de tu linaje, Thyra," dijo Lord Varenn, con solemnidad.

"Y la tenacidad de tu madre," añadió Lady Serella, sonriendo levemente.

"Gracias. No los defraudaré."

Cuando mi madre se acercó, no intentó disimular su tristeza. Me tomó el rostro entre las manos y me miró profundamente, como si quisiera memorizar cada detalle.

"No importa lo que el consejo te pida, tú decides quién eres y qué haces, hija," susurró, besándome la frente.

"Lo sé, madre."

La abracé con cuidado, respirando el aroma familiar que siempre me daba paz. Quería grabar ese momento, guardarlo en mi corazón.

Por último, mi padre, Lord Auren, se detuvo frente a mí. Su postura era firme, como siempre, pero había una sombra en sus ojos.

"¿Estás segura de esto?" No era una pregunta, sino una afirmación cargada de pesar.

"Sí," respondí sin titubear.

Él asintió lentamente antes de posar una mano en mi mejilla.

"Eres fuerte, Thyra. Lo has demostrado una y otra vez. Pero recuerda que no estás sola, aunque lo creas. Si necesitas ayuda, no dudes en pedirla."

"No lo olvidaré, padre."

Le dediqué una última reverencia antes de girarme hacia los carros. Sentía las miradas de todos en mi espalda, pesadas como el acero, mientras subía a mi caballo. Una vez arriba, con las riendas en mis manos, respiré profundamente y miré hacia el horizonte.

"¡En marcha!" ordenó el capitán del grupo de soldados, y el sonido de los cascos comenzó a llenar el aire.

Mientras nos alejábamos, no miré hacia atrás. No podía permitirme hacerlo. Esta era mi decisión, mi carga, y aunque sentía el peso sobre mis hombros, también llevaba conmigo la determinación de enfrentar lo que viniera.

El camino a la capital sería largo, pero no más que la batalla que sabía que me aguardaba al llegar.

El invierno parecía interminable. Los días eran grises, el viento gélido y las noches aún más crueles, como si la naturaleza misma tratara de desafiarnos en cada paso del camino hacia la capital.

La primera semana fue relativamente tranquila. El sonido de los cascos sobre la nieve endurecida se convirtió en un eco constante que ya no podía ignorar. Montaba a la cabeza del grupo, con la mirada fija en el horizonte, dejando que el frío mordiera mi rostro como una forma de mantenerme presente. Los soldados no se quejaban, pero podía ver el cansancio acumulándose en sus hombros conforme los días avanzaban.

En varias ocasiones, tuvimos que desviarnos de nuestro camino principal. Las ventiscas repentinas y los caminos bloqueados por la nieve hicieron el viaje más lento de lo esperado. Incluso los caballos, fuertes y entrenados para tales climas, comenzaban a perder ritmo.



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En el texto hay: luchas, politica reinos poder, bestias magicas

Editado: 04.01.2025

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