*THYRA*
La mañana siguiente llegó con un aire denso y pesado, como si la propia naturaleza supiera lo que estaba a punto de discutirse. El salón de reuniones en la base avanzada estaba abarrotado de líderes de escuadrones, capitanes y estrategas de las guarniciones cercanas. Cada rostro mostraba una mezcla de tensión, cansancio y, sobre todo, preocupación.
Cuando entré, el murmullo se silenció. Todas las miradas recayeron en mí como si esperaran respuestas que aún no tenía del todo claras. Me situé al frente de la sala con calma, colocando sobre la mesa los informes de la noche anterior.
"Sé que algunos ya han leído los documentos que envié anoche," comencé con firmeza, asegurándome de que cada palabra resonara en aquella sala. "No vine a suavizar la realidad: esto es grave. Lo que encontramos no puede ser ignorado ni tratado como un simple evento aislado. Las coincidencias son demasiado precisas, y todos ustedes lo saben."
Hubo un silencio incómodo. Algunos intercambiaron miradas, mientras otros asentían lentamente. Finalmente, el líder del puesto, un hombre de edad con el ceño fruncido y una cicatriz cruzándole la mejilla, habló:
"Thyra, ¿estás segura de que esto no son solo movimientos erráticos de las bestias? Los inviernos prolongados pueden hacer que se desplacen más de lo habitual."
"No," respondí de inmediato. "Esto no es algo natural. Los patrones, las señales de lucha, incluso la agresividad con la que están dejando rastros, todo coincide con lo ocurrido hace tres años. Sabemos cómo terminó eso. Si esperamos a tener pruebas más claras, quizás ya sea demasiado tarde."
"¿Y qué propones exactamente?" preguntó otro capitán, su voz delatando un dejo de escepticismo y miedo. "Nuestras fuerzas aquí no son suficientes para contener algo de esa magnitud. Apenas nos mantenemos firmes con las patrullas actuales."
"Lo sé," asentí, cruzando los brazos. "Por eso necesitamos actuar ya. Doblen las patrullas y fortalezcan los puestos de vigilancia. Aumenten el número de exploradores y, si es necesario, refuercen con soldados de otras guarniciones. No podemos darnos el lujo de relajarnos."
El murmullo volvió, esta vez con voces más preocupadas. Un capitán más joven intervino con una mirada seria:
"Thyra, siendo franca… estás aquí porque el consejo te ve como nuestra defensa principal. Eres más fuerte que cualquiera de nosotros y lo saben. Si esto escala a lo que tememos, la primera línea te incluirá, queramos o no."
Sus palabras me cayeron como una piedra en el estómago. Lo había previsto, pero escucharlo en voz alta encendía una rabia silenciosa en mi interior.
"Si piensan que una sola persona puede sostener una línea de defensa entera, están más perdidos de lo que creía," dije con dureza. "No importa cuán poderosa pueda ser. Si confían únicamente en mi fuerza, esto está condenado antes de empezar. Necesito que todos ustedes comprendan algo: su gente confía en ustedes. Si no pueden mostrar que son capaces de defender a sus hombres y a este puesto, habrán perdido antes de la batalla."
La sala quedó en silencio otra vez. Cada palabra que pronunciaba era intencional, directa. Si querían tratarme como un escudo, les dejaría claro que no permitiría cargar con todo.
"Me uniré a los exploradores personalmente," continué, mi tono ahora más firme. "Voy a encontrar pruebas más concretas de lo que está ocurriendo allá afuera. Cuando las tenga, quiero que ninguno de ustedes tenga excusa para ignorar lo que estamos enfrentando."
El líder del puesto asintió con gravedad.
"Lo que propones tiene sentido, Thyra. Aunque no me agrada que te pongas en riesgo, no podemos ignorar lo que has dicho. Aumentaremos las exploraciones desde esta misma noche. Pero te lo advierto: si te pierdes o algo sale mal allá afuera, no habrá nadie para rescatarte."
"No necesito que lo hagan," respondí sin vacilar. "Volveré con la verdad o no volveré en absoluto."
***
Cuando salí de aquella sala horas después, el sol apenas había logrado asomarse entre las nubes del invierno interminable. El aire frío me azotó el rostro, pero no me importó. Tomé una bocanada profunda, tratando de despejar mi mente. El peso de lo discutido seguía presionando mi pecho, pero al menos tenía un plan.
Al regresar con mis hombres, los encontré ya reunidos, armando sus equipos para lo que vendría. Ellos sabían lo que había decidido antes de que se los dijera; conocían mi mirada lo suficientemente bien como para saber que había tomado una decisión que no admitiría discusión.
"Nos movemos en una hora," les informé. "Será un día largo."
Asintieron al unísono, sin quejas ni preguntas. Eso era lo que más apreciaba de ellos: su lealtad no dependía de órdenes vacías ni de títulos. Seguían mi liderazgo porque confiaban en mi juicio y, aunque nunca lo admitirían en voz alta, porque compartíamos las mismas cicatrices de la última batalla.
Mientras preparaba mi propio equipo, un pensamiento cruzó mi mente: esta vez, no nos tomarán por sorpresa. No permitiré que el norte vuelva a sangrar.
La hora llegó con un aire solemne. La base avanzada estaba en completo silencio, salvo por los pasos disciplinados de los exploradores que se reunían en filas, listos para partir. El capitán de mis escoltas y el segundo al mando observaban desde el centro de la formación, con miradas serias pero decididas. Sus ojos se posaron en mí cuando me acerqué, ajustando mis guantes y preparando mi cuerpo con la cantidad exacta de mana que necesitaría.
"Lady Thyra," dijo el capitán, con una voz firme que ocultaba cierta preocupación. "Sabemos que te mueves más rápido que todos nosotros. No nos haremos los héroes. El segundo y yo nos quedaremos aquí, resguardando el puesto como corresponde. Pero asegúrate de volver."
"Lo haré," respondí, con una breve inclinación de cabeza. "Cuídenlos bien en mi ausencia."
El segundo al mando sonrió apenas. Era una sonrisa tensa, la de alguien que entiende la gravedad de lo que está ocurriendo pero no quiere demostrarlo.