*ERAN*
El frío era cortante, pero la tensión en el aire lo hacía aún más helado. Me encontraba junto a los otros líderes de grupo en el puesto de avanzada, observando el horizonte blanco mientras esperábamos noticias del equipo de exploración. Nadie hablaba, pero las miradas constantes entre nosotros eran suficientes para entender que todos compartíamos la misma inquietud. Algo no estaba bien.
El viento aullaba suavemente entre las murallas de madera de la base, llevando consigo el eco distante de nuestros pensamientos. Pero entonces, el silencio fue rasgado de golpe.
Un rugido.
No un rugido normal, no el gruñido de un oso o de un lobo. Era algo profundo, tan gutural y monstruoso que el suelo pareció vibrar bajo nuestros pies. Las cabezas de los soldados giraron en la misma dirección, y mi corazón dio un vuelco. El rugido provenía del bosque, del mismo lugar donde Lady Thyra y los exploradores habían avanzado.
"¿Qué demonios fue eso?" preguntó uno de los líderes con voz baja, casi temblorosa.
Antes de que alguien pudiera responder, un destello verde iluminó el cielo desde la misma dirección del rugido. Fue como si una segunda aurora boreal hubiera descendido violentamente sobre el bosque, pero esta era intensa y opresiva, un poder puro que hizo que el mana de mi cuerpo reaccionara con un escalofrío.
"Thyra…" murmuré para mí mismo, sabiendo perfectamente quién era capaz de liberar un poder de esa magnitud.
Los soldados comenzaron a murmurar y moverse inquietos, el nerviosismo esparciéndose como un incendio. Un segundo rugido, aún más cercano y más aterrador, hizo que varios de los hombres se tensaran.
"¡A sus puestos!" ordenó uno de los capitanes, y los soldados reaccionaron al instante, corriendo a tomar armas y colocarse en guardia. El retumbar de pasos y el crujir de la madera bajo el peso de los soldados se mezclaban con los ecos distantes que venían del bosque.
Mis ojos no podían apartarse de la montaña. Desde nuestra posición, pudimos ver cómo más destellos surgían, explosiones de mana que iluminaban el bosque como un espectáculo infernal. Era imposible ignorar la fuerza que había en cada una de esas detonaciones. Lo sentíamos en el aire, un pulso de energía tan grande que erizaba la piel y hacía temblar el suelo.
"Esto no es normal… ¿Qué está ocurriendo ahí?" preguntó otro de los líderes, y nadie respondió. No hacía falta. Lo que fuera que estuviera pasando en ese bosque superaba cualquier cosa que hubiéramos enfrentado antes.
Otro rugido, más fuerte, resonó entre las montañas y fue seguido por gritos. No de soldados ni de hombres. Eran gritos femeninos, pero no de terror. Eran gritos de ira, de un poder desatado sin contención alguna.
Lady Thyra.
"Está peleando", dije en voz alta, casi sin darme cuenta.
Los demás me miraron, pero no dije más. Mis ojos seguían fijos en el lugar de donde provenían los destellos. Cada explosión era seguida de rugidos de bestias que parecían venir de todas direcciones. No era una simple batalla; esto era una guerra que se desataba allá afuera, y la mayoría de nosotros no tenía ni idea de su magnitud.
"¿Qué hacemos?" preguntó un soldado con la voz tensa.
Otro destello iluminó la montaña y el cielo, tan brillante que tuvimos que entrecerrar los ojos. El temblor que siguió fue lo suficientemente fuerte como para mover la nieve de los techos y sacudir las puertas de madera.
"¡Prepárense para lo peor!" gritó uno de los líderes, y los hombres se movilizaron aún más rápido.
Yo, en cambio, permanecí inmóvil. No podía apartar mi mente de la imagen de Thyra luchando sola en el bosque. La conocía lo suficiente como para saber que no había ser en este mundo más fuerte que ella, pero aun así... algo en mi pecho no me dejaba respirar con normalidad.
"No puede cargar con todo esto sola", pensé, cerrando los puños con fuerza.
Los rugidos continuaban, uno tras otro, mezclados con explosiones y más gritos. Podía sentir el mana vibrar incluso desde aquí, como una tormenta que amenazaba con devorarlo todo. Por mucho que confiara en su poder, por muy arrogante que pudiera ser a veces... algo en esos sonidos me advertía que esto no era una simple coincidencia.
Uno de los exploradores finalmente llegó corriendo, jadeando, el rostro pálido y cubierto de sudor.
"¡Informen!" exigió uno de los capitanes, pero el joven solo pudo balbucear un instante antes de soltar las palabras:
"¡Bestias! ¡Hay… hay demasiadas! ¡Lady Thyra está peleando sola… pero no creo que sea suficiente!"
El silencio fue sepulcral. Nadie quería creer lo que acababan de escuchar, pero el retumbar del bosque y los rugidos nos lo confirmaban. El caos había comenzado.
Me levanté de golpe.
"No podemos quedarnos aquí. Si Lady Thyra está luchando sola, es cuestión de tiempo antes de que todo esto se nos venga encima. Preparen a los hombres. Vamos a reforzar la línea".
Algunos de los líderes dudaron, pero cuando el siguiente rugido resonó como una maldición que sacudió las entrañas de la base, no hubo espacio para discusiones.
"¡Vamos! ¡Muévanse!"
Mientras corría a prepararme, miré una última vez hacia las montañas. La nieve caía con calma, pero el horizonte seguía iluminado por esos destellos verdes y por el eco de los rugidos.
La orden fue clara y contundente. No había tiempo que perder. El rugido de las bestias seguía resonando en el bosque como un eco interminable, y cada explosión de mana que lograba ver en la distancia me decía que Thyra estaba enfrentándose a algo más allá de lo imaginable.
Reuní a mi grupo rápidamente, hombres que confiaban en mí y que habían compartido conmigo más de una batalla. Aunque sus rostros mostraban una mezcla de determinación y miedo, todos se movieron con rapidez, ajustando sus armas y sus armaduras. La nieve crujía bajo los pies de los soldados mientras se formaban en líneas apresuradas, listos para partir.