*THYRA*
El altar comenzó a reaccionar con más intensidad a medida que mi mana fluía hacia él. Las runas que lo cubrían brillaban con el mismo verde intenso que emanaba de mi cuerpo al usar magia, como si estuvieran hechas para sincronizarse conmigo. Sentí una oleada de energía recorriendo cada fibra de mi ser, una conexión que nunca había experimentado antes. Era como si el altar no estuviera dándome poder, sino devolviéndome algo que ya era mío.
"¿Qué está pasando?" murmuré, sintiendo cómo mi cuerpo se fortalecía, cómo el cansancio desaparecía, reemplazado por una vitalidad abrumadora.
De repente, noté que mi espada, clavada en el suelo junto a mí, empezaba a vibrar. El sonido del metal resonó con fuerza en la caverna, como si respondiera al llamado del altar. Mi mano se extendió casi por instinto, y cuando la empuñé, sentí una corriente de poder recorrerla.
La espada comenzó a cambiar frente a mis ojos. Su hoja se alargó ligeramente, pero mantuvo su forma práctica y mortal. Las runas verdes del altar se trasladaron a la superficie de la hoja, grabándose en el metal como cicatrices brillantes que pulsaban con energía. El guardamanos adquirió un diseño intrincado y elegante, no exagerado ni sobrecargado, pero que exudaba un aura de respeto y peligro. La empuñadura parecía hecha a medida para mi mano, como si siempre hubiera pertenecido a mí, esperando este momento para revelarse.
No era una espada sagrada ni un arma divina. No sentí ninguna conexión con deidades o fuerzas místicas desconocidas. Esto no era un regalo, ni un poder que alguien me estuviera otorgando. Era mío, una extensión de mí misma, algo que siempre había estado ahí, dormido, esperando despertar.
"Interesante…" susurré mientras alzaba la espada, admirando su nuevo diseño. Era impresionante y majestuosa, pero también terriblemente mortal. Esta no era un arma para ceremonias ni para inspirar esperanza; era una herramienta diseñada para la destrucción.
El dragón rugió de nuevo, interrumpiendo mi momento de reflexión. Sus ojos brillaban con furia, y pude sentir cómo acumulaba una cantidad absurda de energía mágica, preparándose para lanzar un ataque devastador. Pero esta vez no sentí miedo.
Me puse de pie, sintiendo el mana fluir por mi cuerpo con una fuerza renovada. La espada en mi mano parecía latir al ritmo de mi energía, como si estuviera viva. Miré al dragón con determinación, mi respiración firme y mis pensamientos claros.
"Si quieres pelear," dije en voz baja, aunque mi tono estaba cargado de desafío, "entonces peleemos."
El dragón abrió sus fauces, liberando un torrente de llamas negras que arrasaron con todo a su paso. Pero esta vez no retrocedí. Levanté la espada y canalicé todo mi mana hacia ella, creando un escudo de energía verde que se expandió frente a mí. Las llamas chocaron contra el escudo, pero no lograron atravesarlo.
Con un grito, rompí el escudo y avancé hacia el dragón, esquivando los restos de su ataque. La espada en mi mano parecía cortar el aire con facilidad, y con cada movimiento sentía cómo mi energía y la suya se sincronizaban aún más. No era solo una batalla entre el dragón y yo; era un enfrentamiento de voluntades, de poderes que se desafiaban mutuamente.
El dragón lanzó su garra hacia mí, pero logré esquivarla por poco, girando con rapidez y contraatacando. La hoja cortó profundamente su escama, arrancando un rugido de dolor que resonó en toda la caverna.
El altar detrás de mí seguía brillando, su luz iluminando el espacio como si fuera un faro en la oscuridad. Sentí cómo esa energía me impulsaba, cómo mantenía mi fuerza constante mientras luchaba. Cada golpe, cada hechizo que lanzaba, parecía estar reforzado por esa conexión con el altar.
El dragón no se rendía, y yo tampoco. Este no era un enemigo que pudiera derrotar con un solo golpe ni con un hechizo poderoso. Era una prueba de resistencia, de ingenio, de pura voluntad. Cada movimiento requería precisión, cada decisión debía tomarse en milésimas de segundo.
Finalmente, logré algo inesperado: la espada, resonando con mi mana, pareció concentrar toda la energía acumulada en un solo punto. Sentí una vibración en el aire, un zumbido que se intensificaba a medida que preparaba mi ataque final. El dragón pareció percibirlo, pero no tuvo tiempo de reaccionar.
Con todas mis fuerzas, lancé un corte diagonal, y un haz de energía verde salió disparado de la hoja, impactando directamente en el pecho de la criatura. El dragón rugió en agonía mientras la explosión resultante lo lanzó hacia atrás, chocando contra la pared de la caverna y haciendo que esta se tambaleara peligrosamente.
El rugido del dragón resonó en la caverna cuando su cuerpo, que creí derrotado, se levantó de entre los escombros. Sus ojos ardían con una ira indescriptible, y antes de que pudiera reaccionar, abrió sus fauces y lanzó su aliento destructivo hacia mí. No tuve tiempo de esquivar, así que instintivamente concentré todo mi mana frente a mí, canalizándolo hacia un escudo que creé al clavar mi espada en el suelo.
El impacto fue devastador. El aliento del dragón era una mezcla de llamas negras y energía pura, como si estuviera destruyendo todo lo que tocaba a nivel fundamental. Sentí cómo el escudo temblaba bajo la presión, las runas verdes que lo cubrían brillaban con intensidad mientras resistían el ataque. Apreté los dientes, clavando mis pies en el suelo para mantenerme firme mientras el poder del dragón chocaba contra mí como una tormenta incontrolable.
Cuando finalmente detuvo su ataque, aproveché el breve momento para recuperar el aliento. El dragón, sin embargo, no se quedó quieto. Con una agilidad sorprendente para su tamaño, comenzó a escalar por el enorme agujero que la bestia anterior había creado, usando sus garras para impulsarse hacia la superficie.
"¡No!" grité, sabiendo exactamente hacia dónde se dirigía. La base.
No podía permitir que esa criatura llegara hasta los hombres que estaban defendiendo la base. Si el dragón lograba alcanzarles, sería una masacre. Sin dudarlo, liberé la espada del suelo y canalicé el mana que el altar había despertado en mi cuerpo, reforzando mi velocidad y agilidad al máximo.