El Reino que su Nombre Olvidó

Capítulo 17

*LORD AUREN*

El aire frío mordía mi rostro mientras me colocaba los guantes de cuero. Afuera, los caballos estaban preparados, resoplando con pequeñas nubes de vapor que se disipaban en el viento helado. Mis hombres se movían con eficacia, ajustando correas y asegurando provisiones. Desde la puerta principal de la mansión, sentí la mirada de mi esposa, Lady Auren, fija en mí.

Cuando giré para mirarla, vi que tenía a Eryk y Askel a cada lado, ambos con expresiones sombrías pero determinadas. Sabía lo que querían decirme, pero no les di la oportunidad de hablar primero.

"Quédense aquí. Protejan a su madre y la casa," les ordené, mi tono más firme del que había sido en mucho tiempo. "Este viaje no es para ustedes."

"Pero, padre..." comenzó Askel, pero levanté una mano para interrumpirlo.

"No hay discusión," insistí, mirándolos con severidad. "La familia Auren ya ha perdido demasiado. No puedo arriesgar perderlos a ustedes también."

Evelyne avanzó un paso, y en sus ojos vi la preocupación que llevaba cargando desde el día en que Thyra no regresó. "Tráela de vuelta," susurró, apenas conteniendo las lágrimas.

Asentí lentamente, sin prometer nada con palabras, pero con la resolución grabada en cada línea de mi rostro. Me acerqué y coloqué una mano sobre su hombro. "Haré todo lo que esté en mi poder."

Sin más palabras, subí al caballo, ajustando las riendas. Con una última mirada hacia ellos, espoleé al animal y avancé, dejando atrás la seguridad del hogar y enfrentándome al incierto frío del norte.

***

El camino hacia la capital era difícil, las carreteras cubiertas de hielo y nieve ralentizaban nuestro avance. Las noches eran especialmente duras, con el viento cortante y el silencio abrumador de los bosques. Pero no nos detuvimos.

Después de varios días, mientras cruzábamos un paso estrecho entre colinas, divisamos un grupo de jinetes en la distancia. Al acercarnos, reconocí el estandarte de los Almaric, y mi corazón se alivió momentáneamente.

"¡Lord Auren!" saludó Lord Almaric al verme, levantando una mano enguantada.

"Almaric," respondí, deteniendo mi caballo junto al suyo. Mis ojos se movieron hacia los jóvenes que estaban detrás de él. Caden y Darien, sus hijos, montaban con la misma destreza y determinación que su padre.

"No esperaba encontrarme contigo tan pronto," continuó Almaric, con una ligera sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

"El destino parece haber decidido lo contrario," respondí con una leve inclinación de cabeza. "Supongo que ya has recibido mi carta."

"Por supuesto," dijo, su rostro endureciéndose. "La desaparición de Thyra no es algo que podamos ignorar. Mi familia debe su vida a ella, y mis hijos no aceptaron quedarse atrás."

Caden, que estaba más cerca, intervino antes de que pudiera responder. "Thyra no solo es una aliada, Lord Auren. Es nuestra amiga. No importa lo que enfrentemos, vamos a traerla de vuelta."

Su fervor me recordó a mis propios hijos, y aunque quería advertirle que no subestimara lo que se avecinaba, simplemente asentí.

***

Viajamos juntos durante los siguientes días, y al acercarnos a un paso más amplio, vimos otra columna de jinetes. Esta vez, reconocí el estandarte de los Varenn. Al igual que antes, nuestras dos compañías se encontraron, y las formalidades fueron breves.

Lord Varenn desmontó con elegancia y se acercó a saludarme. "Auren. Es bueno verte, aunque preferiría que fuera bajo otras circunstancias."

"Y yo a ti," respondí, estrechándole la mano con firmeza. Mis ojos se movieron hacia su hija, Myla, que permanecía junto a los soldados con el mismo porte decidido que había visto en sus padres.

"Trajiste a Myla contigo," comenté, más como una observación que como un reproche.

Varenn dejó escapar un suspiro. "No pude detenerla, igual que tú no detuviste a Thyra cuando tomó su decisión de partir al norte. A veces, las mujeres de nuestra familia son más testarudas que nosotros."

Un murmullo de aprobación pasó entre los jóvenes soldados, incluyendo a los hijos de Almaric. Myla alzó la barbilla, orgullosa.

"Entonces supongo que todos estamos listos para esto," respondí, señalando la nieve interminable frente a nosotros.

***

El viaje hacia la capital desde ese punto fue más llevadero con las tres compañías unidas, pero no menos sombrío. Los días eran largos y las noches heladas parecían interminables. Durante las paradas, los jóvenes discutían estrategias, mientras los señores permanecíamos más callados, enfocados en lo que nos esperaba.

Cuando finalmente las torres de la capital se hicieron visibles a través de la ventisca, sentí una mezcla de alivio y tensión. Sabía que la ciudad podría darnos recursos y apoyo, pero también sabía que el consejo estaría esperando con sus propias agendas y juicios.

No importaba. Nuestra misión era clara: llegar a la frontera del norte y traer a Thyra de vuelta. Y si el consejo no lo entendía, se los haríamos entender nosotros mismos.

La fría brisa de la capital nos recibió al cruzar las puertas principales. Las calles, llenas de nieve acumulada y actividad cotidiana, se paralizaron por completo al paso de nuestras compañías. Las miradas de los civiles se fijaron en nosotros, llenas de curiosidad y desconcierto. Tres cabezas de las familias más influyentes del reino, acompañados por sus hijos y escoltas, no era algo que se viera todos los días, y mucho menos en tiempos como estos.

Podía sentir el peso de sus miradas, pero no me importaba. Estaba enfocado en una sola cosa: enfrentar al consejo y arrancarles los recursos y las respuestas necesarias. Mi mente no dejaba de repasar lo que debía decir, aunque sabía que, con Almaric y Varenn a mi lado, la discusión sería intensa.

"Sigamos adelante," ordené con firmeza. Nadie dijo una palabra mientras atravesábamos la avenida principal, los cascos de los caballos resonando en el empedrado, marcando un ritmo solemne.



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En el texto hay: luchas, politica reinos poder, bestias magicas

Editado: 04.01.2025

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