*THYRA*
Los días comenzaron a desdibujarse entre entrenamientos y meditación, el ritmo constante de esfuerzo físico y mental. Mi cuerpo, aunque ya más ligero y resistente, aún se resintió por las exigencias del entrenamiento. Enarian me empujaba más allá de mis límites, sin piedad, sin descanso. Cada día era una batalla, y aunque el dolor me consumía, también me enseñaba. Cada golpe que recibía, cada caída que experimentaba, me estaba forjando. No era fácil, pero ya no había marcha atrás.
Durante los entrenamientos, Enarian no me ofrecía ni un atisbo de compasión. Mi cuerpo comenzó a acostumbrarse al dolor de los fuertes impactos, y aunque al principio me costaba mucho mantenerme de pie después de los entrenamientos, empecé a ver cambios. El poder que había absorbido del dragón, y lo que había aprendido de él, comenzaba a integrarse en mí de una forma que ni siquiera imaginaba. Ya no necesitaba pensar para moverme, era casi instintivo. Cada movimiento, cada ataque, fluía de una manera fluida y rápida, pero aún me faltaba mucho por aprender.
Enarian me golpeaba con su fuerza brutal, desafiándome a resistir y contraatacar. Cada vez que pensaba que podía esquivar o bloquear su ataque, él encontraba una manera de hacerlo aún más difícil. Mis piernas temblaban, mi respiración se entrecortaba, pero me mantenía firme. Sabía que la única manera de avanzar era seguir, incluso si el dolor era insoportable.
"Eso es todo lo que tienes, Lady Auren?" Enarian dijo, una sonrisa burlona en su rostro mientras me observaba caer al suelo una vez más. Pero esta vez, me levanté más rápido. "No puedes dejar que el miedo o el dolor te dominen. Tienes que usarlo como combustible."
Era cierto. Algo dentro de mí comenzaba a cambiar. La agilidad que sentía al entrenar no era solo porque mis músculos se volvían más fuertes. Sentía como si todo mi ser estuviera trabajando en perfecta sincronía, como si mi cuerpo ya no estuviera limitado por lo que antes pensaba que era posible. No sólo mis reflejos mejoraron, sino también mi visión dinámica. Podía ver el movimiento de mi enemigo, sus ataques, sus cambios de posición, antes de que sucedieran. Era como si todo se moviera a cámara lenta, permitiéndome anticipar sus movimientos y actuar con una rapidez que antes era impensable.
Pude esquivar uno de sus ataques, y en lugar de caer al suelo como era costumbre, me giré sobre mis pies con una velocidad que me sorprendió a mí misma. El cambio en mi agilidad fue notable, y al mismo tiempo, mi capacidad para moverme con precisión y control aumentó. No era solo fuerza bruta lo que me estaba ayudando a ganar, sino una velocidad que parecía ser innata. Mi cuerpo ahora se sentía más ligero, más rápido, como si la fuerza de un dragón se hubiera fusionado con mi propia naturaleza.
"Interesante," murmuró Enarian, observando mi movimiento con una mirada evaluadora. "No solo tu fuerza ha aumentado. Tu control sobre tu cuerpo y tu mente ha mejorado enormemente. Eso es lo que necesitas para ganar."
Me concentré, buscando el siguiente movimiento, mi visión aún más clara, mis músculos más preparados para la acción. Sabía que el entrenamiento aún no había terminado, pero ahora sentía que estaba comenzando a entender algo más profundo de lo que había absorbido. Mi conexión con el mana, mi capacidad para aprovecharlo de manera natural, ya no era solo un beneficio adicional. Era la base sobre la cual podía edificar mi poder.
"Lo ves," Enarian dijo con un tono más serio. "Esa es la clave. No se trata solo de la magia o la fuerza física. Se trata de cómo integras todo eso en tu ser. Lo que has hecho, al absorber la esencia del dragón, no solo ha cambiado tu cuerpo. Ha alterado tu forma de pensar, de sentir y de actuar. Y, aunque aún no entiendas todo lo que eso significa, lo vas a descubrir. Lo importante es que, ahora, todo lo que necesitas está dentro de ti."
Me detuve por un momento, respirando con dificultad, pero con una nueva resolución en mis ojos. Ya no sentía que luchaba solo para sobrevivir. Sentía que estaba en control, que podía enfrentar lo que viniera. Con un leve asentimiento, me preparé para lo siguiente.
"No puedo quedarme aquí para siempre," dije, mis palabras firmes. "Debo regresar y regresar con mi familia. No puedo seguir perdiendo el tiempo."
Enarian me miró, y aunque su expresión era seria, había una leve sonrisa en sus labios. "Eso es lo que quiero ver. Pero recuerda, las decisiones que tomes de ahora en adelante tendrán consecuencias. Así que asegúrate de que cada paso que des, sea uno que valga la pena."
Con esa advertencia resonando en mi mente, me preparé para enfrentar lo que vendría. Mi cuerpo ya no estaba el mismo. Ni mi mente. Y, con todo el poder que había ganado, sabía que mi destino ya no sería el de una simple guerrera. El futuro que me esperaba estaba lleno de incertidumbre, pero también de nuevas posibilidades. Y, por primera vez, no temía enfrentarlas.
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El día llegó, y Enarian, como siempre tan enigmático y sereno, me entregó ropa nueva, ligera pero resistente, adaptada para los caminos largos que tendría que recorrer. También me entregó una espada magnífica, con una hoja que brillaba con un resplandor casi etéreo, como si tuviera vida propia. El filo parecía más afilado que cualquier acero que hubiera tocado, y sus símbolos arcanos pulían su superficie.
"Esta espada lleva parte de mi mana," me explicó con calma. "Es un regalo para tu viaje. Para ti, en caso de que necesites defensa o fuerza. Invoca tu mana en ella, hazla tuya. El lazo que crees con ella será importante para tu camino."
Con un asentimiento, puse mis manos sobre el pomo de la espada. Cerré los ojos y sentí cómo el mana que fluía dentro de mí se extendía hasta la espada. Al principio, no pasó nada, pero de repente, la hoja comenzó a vibrar suavemente, como si respondiera a mi llamada. Luego, vi cómo la espada se llenaba de una luz dorada, como si absorbiera mi energía y la convirtiera en parte de su propio ser. Fue un vínculo sorprendente, poderoso, que me llenó de una sensación que no había experimentado antes. La espada ya no era solo una herramienta, sino una extensión de mí misma.