Calipso había estado comunicando a Crowley durante semanas los sucesos en el Búnker, sin embargo, siempre omitiendo detalles considerados cruciales. Había advertido sobre su habilidad para jugar con la verdad, y aunque sabía que el Rey del Infierno era astuto, no le inquietaba que notara sus omisiones. Cada palabra que le decía era medida y calculada, como si estuviera en una partida de ajedrez donde cada movimiento podía cambiar el curso del juego.
Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las nubes, Calipso se encontraba sola en su habitación, sumergida en las páginas de un libro que, a simple vista, parecía tan común como cualquier otro. Recostada en su cama, el suave roce de las páginas la transportaba a mundos lejanos, lejos de las sombras que acechaban en el exterior. Sin embargo, esa paz fue interrumpida por una energía familiar que anunciaba la llegada de Crowley.
La puerta se abrió lentamente, revelando la figura de Crowley en el umbral. El aire se volvió denso, cargado con la esencia de su presencia, como si el mismo infierno hubiera cruzado el umbral. Era un recordatorio de que, aunque ella intentara refugiarse en la normalidad, el caos siempre estaba al acecho. Calipso levantó la vista, encontrándose con su mirada, que destilaba curiosidad y un atisbo de diversión.
— Así que, mientras yo lidio con demonios problemáticos, tú te relajas con un libro. ¿Es esa tu forma de enfrentar la presión? —dijo Crowley, su tono burlón resonando en la habitación mientras avanzaba con pasos elegantes.
Se acercó a la cama, inclinándose ligeramente para observar el título del libro. Una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro.
— No me digas que has encontrado un nuevo pasatiempo en medio de este caos. O tal vez es una forma de esconderte de las realidades más oscuras que te rodean.
Calipso no desvió la mirada de las páginas. Pasó una hoja con tranquilidad, como si la presencia del Rey del Infierno no fuera más que un susurro en el viento. La tensión en la habitación era palpable, pero ella se negaba a ceder ante la intimidación.
— Tendría algo mejor que leer si cierto demonio que conozco me hubiese entregado el libro solicitado, pero al no haberlo hecho, me he visto forzada a buscar otra lectura. —respondió, su voz serena y desafiante, un destello de fuego en sus ojos.
Crowley soltó una risa ligera, acomodándose en una silla cercana. Su mirada nunca abandonó a Calipso, evaluando su reacción con una mezcla de interés y astucia.
— Entiendo tu situación. La frustración es parte del juego. Los demonios tienen su propio compás, especialmente cuando se trata de cumplir compromisos. Pero el libro que pediste es complicado de obtener, y no se puede apresurar sin asegurarse de que no caiga en manos equivocadas. —Se reclinó en la silla, mostrando una actitud de relajada superioridad, observando los detalles de la habitación como si fueran piezas de un rompecabezas que necesitaba resolver.
El Búnker, con su mezcla de tecnología y magia, era un refugio peculiar, un lugar donde la historia y el presente se entrelazaban. Calipso había pasado horas explorando sus secretos, pero sentía que había algo más, algo que Crowley no había revelado. Con un aire de superioridad, miró alrededor de la habitación, como si cada rincón escondiera secretos, sin embargo, sabía que no era el momento de dejarse llevar por la curiosidad.
— Pero no me malinterpretes. No estoy aquí solo para hacerte compañía o para charlar sobre libros. La razón de mi visita es hacerte una oferta adicional. Un trato, si lo prefieres. —dijo Crowley, su voz ahora cargada de un matiz que hacía que las palabras parecieran más que una simple oferta.
La intensidad en su mirada aumentó, y Calipso sintió que el aire se cargaba de tensión. Crowley se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con un interés que la hacía sentir tanto intrigada como inquieta.
— Tu presencia es innegablemente... intrigante. Sin embargo, lo que realmente me atrae es tu destreza para recabar información y manejar situaciones a tu favor. Corren rumores sobre un artefacto oculto de gran valía. Se rumora que posee la capacidad de abrir portales a dimensiones desconocidas o incluso a distintas épocas. Aunque está sumamente resguardado, únicamente alguien con habilidades singulares podría adquirirlo. Considero que tú, con tus talentos excepcionales, podrías ser la persona ideal para esta tarea.
Se enderezó, su aire de expectativa palpable en el ambiente.
— ¿Qué opinas? ¿Te atreverías a asumir este desafío y demostrar una vez más por qué tu presencia resulta tan valiosa?
Calipso, manteniendo su postura desafiante, apoyó el libro abierto sobre su abdomen, mirándolo directamente a los ojos. Sabía que tenía secretos que prefería mantener ocultos, al menos por ahora.
— Podría, pero no lo haré. Por ahora, omitiré los pormenores. —dijo con firmeza, su voz resonando como un eco en la habitación. — Pero te aconsejo que no vayas en esa dirección... y el tiempo corre para que consigas el libro. No me hagas buscarlo personalmente, Crowley.
Crowley se reclinó en su silla, sorprendido, pero su mirada nunca se apartó de ella. Había un aire de desafío en la habitación, un juego de poder que ambos disfrutaban.
— Tienes un don para el misterio, lo admito. Aunque parece que quieres jugar tus cartas con cautela. Entiendo el juego, pero no olvides que tengo mis propios recursos y no estoy acostumbrado a esperar demasiado tiempo.