Los pecados de nuestras manos

Capítulo 3 Ep. 3 - "Culpa"

Filosofía Occidental era tan aburrida. Gris dibujaba garabatos en su libreta mientras el profesor explicaba ciertas corrientes de pensamiento, estudiadas por teóricos de cientos de siglos antes que ella que ni en esta vida, ni en cualquier otra, entendería jamás. Pero tenía la corazonada de que él se presentaría. Lo había estado esperando durante las últimas dos horas, pero Aion brilló por su ausencia. Así que se quedó ahí suspirando, con el mentón apoyado sobre su puño e intentando pensar.

Se decía a sí misma que no estaba preocupada por él, aunque los sucesos del sábado habían sido algo… intensos. En ese momento supo que él podía ser bastante inestable, y ahora no le parecía que sus reuniones en Alcohólicos Anónimos fueran solo un cuento.

Gris mordió el extremo de su lápiz culpable. Quizá Aion necesitaba su ayuda, y ella debió saber que en verdad había sido una horrible idea, pero lo dejó embriagarse. ¿Y para qué? Solo para hacerlo enojar y demostrar que él podía llorar. Se movió inquieta en la silla sin dejar de pensar en lo que él dijo esa noche. Le había hablado sobre una mujer hermosa —se ruborizó cuando le dijo que ella también lo era—, un niño y una mujer llamada Jeanine. Gris suspiró agarrándose la cabeza. Debía hablar con Eric e Iván, porque aquello que le dijo la versión más vulnerable de Aion Samaras definitivamente tenía algo que revelar. Se puso de pie con determinación y tomó sus cosas de su escritorio, frunciéndole el ceño a los garabatos que había dibujado sin pensar:

"Aion Samaras" "Aion Samaras." "Aion Samaras." ~

"§ Aion Sam. A. S. ~ Samaras."

Miró aquello con mucha sorpresa más tiempo de lo normal. Luego arrancó la hoja de su libreta, y la hizo un bollo que arrojó en el canasto de la basura antes de marchar hacia la Delegación 107.

—Es probable que haya estado hablándote de Maga —le dijo Eric allá mientras hojeaba unos papeles amarillentos sobre el escritorio. Iván yacía afirmado contra el filo de la mesa de la cafetera, esperando su bebida caliente mientras prestaba atención—. Dijiste que mencionó a… otra mujer.

—Hubo un asesinato en un boliche en la ciudad hace unos cuantos días, una mujer recibió un disparo desde una camioneta en movimiento —comentó Iván, bebiendo su café.

—Hum…, podríamos empezar por eso —dijo Eric, poco convencido—. ¿No están los reportes de balística y forense?

—Puedo pasar por el laboratorio, pero van a faltarme manos para todo el trabajo que me quedó pendiente de ayer y-

—¿Maga? —preguntó ella.

Ambos hombres dejaron de hacer lo que hacían para mirarla a los ojos con las cejas alzadas.

—Es su primera y única exnovia que conocemos —comentó Eric aburrido, volviendo a los papeles—. Maga Dausset era una paciente del hospital mental de Ravenville que Samaras conoció hace casi cinco años. Estuvieron saliendo tres años, e incluso vivieron un par de meses juntos. Le perdimos el rastro cuando se mudó a España.

—¿Por qué preguntas? —tanteó Iván de pronto, con cierto aire de diversión en su voz.

—Por nada. Podría ser útil…, ya sabes, más adelante —balbuceó ella, mirando a otro lado y luego a los documentos que Eric estaba poniendo frente a ella. Lograba ver por el rabillo del ojo el escepticismo que reflejaba la cara de Iván, mientras la miraba y le daba sorbos a su café.

—Está bien —dijo él—. ¿Te dijo algo más?

«Sí».

—No.

No les contó que la mujer, quien sea que fuere, se llamaba Jeanine, ni al niño que mencionó. Esas cosas se las estaba guardando para sí misma por si acaso tenía que posponer o desviar su propia investigación.

Gris hizo una pausa dramática ante lo absurdo del pensamiento. No tenía sentido ocultarles cosas importantes que Aion había mencionado cuando el punto de todo esto era conseguir evidencias que pudieran incriminarlo, y fue entonces cuando se dio cuenta de por qué no quería hacerlo. No quería descubrir que toda la información y las inferencias que tenían sobre él eran ciertas. La simple idea de que estaba socializando con un verdadero asesino le causó escalofríos y en el fondo, muy en el fondo, deseaba que todo este caso fuera una gran equivocación.

—¿Hay algo más que quieras agregar? —Eric interrumpió sus pensamientos mientras acomodaba los papeles. Ella negó con la cabeza y lo imitó ordenando sus propios documentos—. Está bien, puedes irte. Te llamo si te necesito acá.

—Por cierto, échales un vistazo a estos viejos informes —dijo Iván—. Son de una declaración de Maga que puede darte alguna ventaja sobre él.

Gris bajó la mirada al archivo y chocó con una foto de Maga que le arrancó una sensación incómoda del pecho. No sabía quién era esta triste chica que había sido la novia de Aion Samaras en el pasado, y era tal vez la única persona que lo conocía tal y como era. Los ojos brillosos de Aion mientras hablaba de Maga, eran un indicio de que ella había sido alguien muy importante en su vida, de que le había roto el corazón cuando lo dejó, y lo que sea que había pasado entre ellos él aún no lo había superado. Otra vez se obligó a recordarse cuál era su objetivo y por qué estaba ahí.

—Los leeré —dijo llena de dudas, y sentía sus pasos raros mientras huía lentamente hasta la puerta.




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