Los pecados de nuestras manos

Capítulo 3 Ep. 4 - "... ¿celos?"

—Yo no… recuerdo nada —confesó, envolviendo la taza de café con sus manos para calentarlas. El vapor danzaba en el espacio frente a sus ojos. Gris estaba sentada con despreocupación, con los brazos y piernas cruzadas mientras esperaba a que su bebida se enfriara lo suficiente, y lo miraba como si prefiriera que él no hablara del tema—. Fue una mala idea —admitió él, sorbiendo su café.

—Sí, lo dijiste también —le recordó ella tranquilamente—. Me dijiste: «¡Estás haciendo un terrible trabajo como compañera de confianza, Griselda!», y luego empezaste a reírte y seguiste bebiendo vodka Krupnik.

Aion sonrió ante el repentino recuerdo y se cruzó de brazos.

—Y tú me dijiste: «¿Perdona? ¡Esta fue tu idea, Caleb! Olivia se desmayaría si te ve cómo estás justo ahora».

Gris sofocó una risilla tonta hasta que estalló de risa, y él advirtió la forma en la que sus ojos se achinaban y se formaban dos hoyuelos en sus mejillas. Aion se mordió el labio al recordar cuánto había odiado esa sonrisa antes, pero ahora…

Sus ojos todavía tenían chispas cuando Gris dejó de reír y lo miró, mordiendo la piel de sus labios hasta que bajó sus ojos a la mesa.

—Sí… —suspiró. Su fugaz alegría cambió a una expresión mitad preocupada, mitad apenada en la cara.

Aion inhaló hondo y se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos sobre la mesa.

—¿Qué pasó? —indagó en voz baja.

—… Estabas mal. Querías estar solo y está bien, supongo que puedes cuidarte solo —contestó Gris. Sus palabras le abofetearon la cara. Recordaba haberle gritado a alguien que lo dejara en paz—. Pero no tengo idea de quién pudo acompañarte de vuelta a casa.

Él asintió y apartó la vista. Aunque no quería creer del todo las cosas que ella le había contado, se conocía lo suficiente para saber que podía ser muy inestable. Era difícil creer que ella le estuviera diciendo una mentira, pero al menos ahora lo sabía: había estado con Gris ese sábado, y se había comportado como un imbécil con ella. No fue más sencillo darse cuenta de que en realidad, había sido un imbécil con ella en cada ocasión.

No le había importado su opinión hasta entonces, ¿pero por qué eso ahora significaba algo? Es decir…, lo que Sebastián pensaba de él jamás le incumbió, y mucho menos ahora que se había ido. Pero la respuesta lo sorprendió más rápido de lo que esperaba: quería confiar en ella. Sin embargo, había muchas banderas rojas cada vez que pensaba en eso, como la extraña sensación de que Gris lo conocía a la perfección y al mismo tiempo seguía siendo una perfecta extraña.

«Ella es extranjera —sopesó—. Tal vez sea algo del encanto de los europeos». Y por la misma razón de que seguía siendo una extraña, debía averiguar todo sobre ella.

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—Así que… «Gris», ¿eh? Ese es un nombre muy particular —señaló Aion una vez que salieron de la biblioteca, y con un sutil movimiento de cabeza le indicó a Gris que caminara a su lado.

—¿Es en serio? El tuyo también es un nombre muy especial.

Aion se detuvo un momento para verla. Descubrió que sus ojos eran verdes, no miel como había pensado, y siguieron caminando.

—No te imaginas cuánto —suspiró, mirando sus zapatillas y tratando de mantener su sonrisa para no tener que explicar el significado de su nombre.

—Y ¿qué significa? —preguntó ella, y Aion jadeó de incredulidad—. ¿Qué?

—Nada, no…, nada. —Se mofó—. Primero dime algo de ti y luego podrás saber lo que quieras.

—¿Lo que quiera?

—Lo que quieras —le aseguró él, buscando averiguar qué tan lejos podía llegar ella preguntando acerca de su vida. Ya era bastante extraño que nunca antes la hubiese visto y que de pronto apareciera por allí, actuando como si siempre hubiera sido su «amiga». Gris sabía dónde buscarlo incluso cuando él no quería ser encontrado y eso ya era bastante… raro—. ¿Y bien? —insistió—. Dime algo de ti.

—Ya sabes quién soy. Vivo aquí hace poco, mi mamá está en España y mi papá murió hace tiempo. Soy bastante corriente, supongo.

Por estadística, una de cada tres afirmaciones es falsa en una conversación ordinaria. Aion sabía esto, así que concluyó que, si Gris hablaba tan segura de sí misma y seguía cierto patrón de coherencia, era buena diciendo verdades a medias.

—No está mal —dijo más para sí mismo que por su respuesta.

—¿Y tú no me vas a contar nada?

—No soy interesante —mintió, haciendo una nota mental de todas sus cualidades.

«Inteligente, entrometida, linda…»

—No creo que eso sea cierto.

«…y además es muy perceptiva».

—Lo que se me hace interesante a mí suele ser muy aburrido para el resto.

—Ya, eres aburrido, la cazo. Pero eso no me dice nada de ti que yo no sepa todavía.

Aion no pudo contener la risa. En otro contexto, quizá, le habría contado sobre lo que él hacía. Tal vez se lo habría dicho ahí mismo, porque Gris parecía el tipo de persona que podría intentar comprender hasta la razón más ridícula, pero lo más probable habría sido que ella lo mirase horrorizada y luego llamase a la policía. Aion no quería ir a prisión todavía.




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