Los pecados de nuestras manos

Capítulo 15 Ep. 4 - "Skin"

Pequeños golpecitos en la frente contra el cristal de la ventanilla son suficientes para despertarlo.

Aion Samaras abre los ojos despacio, dando una profunda inspiración antes de mirar el camino desnivelado por el que Gris conduce. Él la observa un momento, le da una tenue sonrisa y vuelve a recostar su cabeza, contemplando con languidez y apatía los desoladores paisajes de Segel.

Se mueven rápido de un distrito a otro. Hace tiempo que él dejó de insistirle para que le diga a dónde se dirigen; sin embargo, se siente optimista. Un rasgo extraño, tratándose de él. Una semana viajando a través del infinito estado de Wintercold y está feliz de tenerla a su lado. Pero no es suficiente, no dejará las cosas inconclusas otra vez.

—¿En serio estás insinuándote? ¿De nuevo?, ¿a mí? —pregunta Gris alzando una ceja cuando él le sugiere esa idea. Aion se encoge de hombros, sus ojos orbitando entre los de ella, hasta que Gris deja salir un gran suspiro—. Estoy feliz por ti, Sam. Empiezas a ser tú mismo —dice con la voz cargada de alivio, mirando al frente otra vez.

—Aún no contestas. ¿Me estás esquivando la pregunta?

—Tal vez… —Ella alza una ceja pensando que es una broma, mas no para él.

—No tienes que responderme si no quieres —declara Aion de pronto, su vista ahora en las hileras de álamos que contornean la calle.

Genial. Lo arruinó todo. Debió quedarse callado, es obvio. ¿Por qué ella querría estar con alguien como él? Que intente ayudarlo no significa que ella aún tenga alguna minúscula partícula de lo que sentía antes por él. El pensamiento lo deja muy afectado.

—Ya no soy la misma persona, Sam. —Gris lo mira a los ojos cuando habla. Es fácil reconocer esa expresión que tiene en la cara. Afligida y… avergonzada.

—Yo tampoco —musita Aion, la incomodidad zanjando el espacio entre ellos. De pronto está muy lejos de ella, cada palabra poniendo más y más distancia.

—Te entiendo, pero estoy diciendo que… Lo que digo es que… creí que podría olvidarte y empezar mi vida en otro lugar, ¿sabes?, pero la verdad es que… en todos…, hum…, no sé si debo decirlo.

—Solo dilo —la alienta Aion, aunque lo dice con desdén, como quitándole importancia, pero la verdad es que no soportaría que ella lo rechace tan abiertamente otra vez.

—En todos los caminos que recorrí durante estos años, siempre me encontré pensando en ti —suelta Gris, la tensión en sus hombros aflojándose poco a poco—. Cada noche me preguntaba si estabas bien, qué hacías, o si habías podido enderezar tu vida, y yo no podía dormir con todas esas preguntas.

»La verdad es… —Gris inspira aire con fuerza y luego deja salir un largo suspiro—. La verdad es que conocí personas… Hombres, muy buenos. Y yo nunca, yo nunca… Bueno, en realidad nunca estuve con un hombre antes… —murmura, rascándose la nariz.

»Entonces… Es-Estuve con otros hombres, y cada vez, eh… Esto es muy raro… Cada vez que lo hice, t-tú estabas en mi cabeza, ¿sabes?, es-es como… queee… supe- que te- estaba deseando a ti.

Gris traga saliva y su rostro empieza a encenderse con un tono rojo cereza ante el escrutinio de los ojos estupefactos de él.

—… O-Oh. —Aion alza las cejas, sin palabras. Si antes la incomodidad flotaba en el aire, ahora la incomodidad era como haberse zambullido dentro de una enorme cazuela de cera hirviendo. Aion aparta la vista hacia los álamos, concentrándose en ellos y notando cómo sus orejas arden y su rostro también se sonroja con pena. Se cubre la boca con una mano, nervioso, incapaz de mirarla a los ojos.

—Lo siento… —Gris añade rápidamente—. Hice que sonara muy extraño.

—¡No! ¡Sí! Es decir… —Aion dice «sí» con la cabeza repetidas veces antes de aclararse la garganta y reacomodarse en el asiento.

—Fue raro, lo sé… —Gris se lamenta y él no puede decir nada para tranquilizarla.

—¡Está bien! En serio… es… es muy…

Aion inspira aire y lo deja salir de nuevo sin dejar de murmurar cosas incomprensibles. Le da la sensación de que su sangre no está subiendo a su cerebro. De pronto los dos fijan sus ojos en el otro, conteniendo la respiración, la intimidad es palpable allí dentro. Entonces Aion deja salir el aire con una profunda risa y Gris ríe más relajada ahora. Ríen hasta que les duele el vientre y siguen avanzando, compartiendo anécdotas como antes, volviendo al pasado mientras miran el camino que tienen por delante.

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Hay muchas cosas que han cambiado. Ciertamente, hablarían de eso el resto del viaje. El viaje.

«Aion te odiará cuando lo entregues a Eric», había dicho Sebastián. Carajo, ¿por qué lo había mencionado? Su estómago se oprime cada vez que recuerda eso mientras contempla la paz que Sam acaba de hallar.

Cada metro que recorren es un metro más cerca de borrarle la sonrisa de su rostro. Nada duele más que destruir la confianza que él ha depositado en ella otra vez. Pero es necesario. Su papá está muriendo, y le había prometido que haría todo por ayudarlos. Cuando Aion le diga toda la verdad a Eric, Gabriel irá a la cárcel, y tiene la esperanza de que sean indulgentes con Sam entonces.

En realidad, espera muchas cosas. Espera que Sam comprenda que esto es lo que debe suceder. Espera que Eric cumpla su palabra y que de alguna manera puedan detener a Gabriel. Espera que Sebastián pueda atestiguar todo lo que sabe de Aion junto con todo lo que lo ha visto sufrir, a pesar de que él también ha sufrido las consecuencias de ser su mejor amigo. Espera demasiadas cosas, y cualquiera de ellas puede salir mal. Hay de por medio una ciudad más, y anhela que todo salga como lo tiene planeado.




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