Todas las tardes mi madre me viene a recoger al cole, pero esta vez, por alguna razón que desconozco quedé esperando más tiempo del que suelo acostumbrar.
No la puedo llamar ya que no nos dejan que traigamos teléfonos. Solo podemos usar tecnología en el salón de cómputo, pero ya estoy fuera y el guardia no me deja entrar.
Me sentí un poco preocupada. Tuve que ir a casa por mi propia cuenta. Le hice de la mano a un taxi.
Luego al llegar a casa me enteré por mi teléfono móvil que mi madre había tenido un accidente. Salí en picada hacia el hospital "Washington".
Al llegar allí vi a Deion con mi hermanito Demarco. También estaba la mamá de Deion, la señora Marie. Aquella señora rubia de ojos marrones claros me abrazó y yo le devolví el abrazo.
¿Cómo está mamá? Pregunté a Marie y ella me supo responder que se encontraba estable, pero también estaba inconsciente. Asimismo me dijo que se iba a quedar en el hospital toda la noche para acompañarla. Acto seguido me obligó para que yo me vaya a descansar.
Yo me negué rotundamente. Le dije que debía quedarme con mi madre ya que se trata de mi madre.
No, anda a casa. Necesitas descansar me dijo la señora Marie de manera persistente.
¡No voy a ir!— le dije. Necesito estar al lado de mi madre. Entonces comencé a temblar de forma descontrolada y de repente tuve mucho miedo.
Marie me vio temblar, y después alborotó mi cabello como cuando acaricias a una mascota. Me dijo, Anda a casa, cariño, mañana puedes venir a quedarte, ve hoy a casa y cuida de Demarco.
Resbalaron lágrimas de mi rostro. Deion me llevó en el auto de mamá, sin embargo me dio la sensación de que no le importaba en absoluto la salud de mi madre.
Al llegar a casa le dije a Demarco que durmiera conmigo, Deion dijo—¡No! Estando exacerbado a tal punto que su rostro se mostró enrojecido y me dijo—Demarco tiene su propio cuarto y además le gusta dormir solo. ¿Sí o no qué quieres dormir solo? Le preguntó a Demarcó y él afirmó con su cabeza que sí.
-Le dije a Deion—¡Está bien! En consecuencia me fui a pegar un baño de agua caliente. Luego de ponerme mi pijama me encerré en mi cuarto. Aparte del seguro de la puerta puse el picaporte que le había dicho a mi mamá que necesitaba. No está de más tener doble seguridad.
Estaba triste por aquel desdichado acontecimiento, mis lágrimas comenzaron a salir en abundancia y rodaron por mis mejillas. No pude contenerme, mi lloriqueo pareció ser eterno.
Hasta que de pronto tomé mi pastilla. Mi madre siempre me dejaba una en el frasco naranja todos los días. Solo una porque luego cometería el mismo error de la otra vez. Ya saben, tomé de más, pero no tuve éxito en mi tan esperada muerte.
Otra cosa que no les he contado y que olvidé por completo es que una vez fui a la cocina para encontrar los cuchillos. Hallé uno, lo sujeté con mi mano derecha y pensé como degollar mi cuello. Me tomó unos minutos para meditar como dar un tajo rápido y certero, pero tuve la mala suerte de que mi madre me lo quitó.
En otra ocasión me tiré hacia un auto, pero el muy maldito me logró esquivar.
Dios, lo que más requiero es suicidarme, pero el destino no me colabora. El maldito destino como siempre me juega en contra. He fracasado multitudinariamente.
Luego de una hora de tanto pensar en los desmanes de la vida y lo que le sucedió a mi madre me provocó un estrés más grande del habitual. Me dio sueño, y después empecé a perder la voluntad. Era muy temprano para dormir, sin embargo dormir era lo más bello que sabía hacer, me gustaba perder la consciencia. Era algo fabuloso y espléndido.
Por lo que sigue tan solo vi oscuridad, hasta que mi consciencia se perdió por completo. Resulta que casi de inmediato sentí que me jalaron de ambas piernas. Me senté desesperada, y le dije que no, que ya era suficiente. Pensé que habían pasado tan solo minutos, pero en realidad corrió el tiempo a una desmesurada velocidad.
Alcancé a ver la hora en mi reloj triangular de pared y eran las 2 y 35 AM. Este reloj gris tenía puntos fluorescentes. En la noche brillaba la aguja corta como también la aguja larga. Al igual que los puntos de la hora.
Deion prendió la luz de mi habitación y me dijo que no, que nunca acabaría lo nuestro. Había forzado la puerta y derribó mi picaporte. El monstruo de nuevo vino por mí, quise resistirme para tratar de dar la pelea, pero todo fue inútil, su fuerza descomunal era muy superior a la mía. Estaba convencida de que yo tenía menos fuerzas que un ratón.
En consecuencia me manifestó. Sabes qué, te traje un regalo, ¿adivina qué es? Por lo que sigue comencé a temblar desmedidamente y de inmediato empecé a llorar como una niña tonta y débil. No me pude contener.
Rogaba que Demarco entrara a ayudarme, o también me serviría que viera el abuso que Deion me propinaba. Quería que le diga a mamá de mis abusos cuando ella logre salir del hospital. No obstante, por una razón que desconocía Demarco tenía un sueño profundo. Por un momento saqué deducciones que estaba siendo drogado por Deion para que no despierte, quizás le estaba dando pastillas para dormir.
Por ende, minutos después cruzó por la puerta de mi habitación un sujeto que yo desconocía por completo. Se trataba de un hombre blanco de gran estatura, con cabello negro. Era un gordo asqueroso. La panza le colgaba en su ajustado pantalón azul. Tuve tanto miedo que empecé a invocar auxilio lanzando gritos desmesurados. Tras aquella refriega Deion de forma inmediata me tapó la boca y me dijo—si vuelves a gritar te prometo que voy a degollar a Demarco y lo voy a picar en mil pedazos.
Yo le dije implorando que no gritaría para que no le haga daño a mi hermanito. Tuve mucho miedo y los temblores sacudieron mi cuerpo con extrema violencia.
Por lo que sigue me dijo, me da mucho gusto que quieras colaborar. ¡Todas sus palabras tenían una frialdad extrema!
Deion me recalcó—si dices algo o me quieres traicionar por alguna razón mi amigo vendrá de nuevo y te hará algo muy malo. No quieres que algo malo te suceda, cariño. Me lo dijo hablándome tan cerca de mis ojos que hasta pude oler su aliento a letrina.