Descorro la cortina roja y ahora descanso en una silla ergonómica de un plateado brillante en mi habitación. Allí puedo contemplar a través de mi ventana, mi pequeño y descuidado jardín, por lo que sigue le doy trabajo a mi imaginación y le añado mariposas, valles y ríos que fluyen de forma abundante para luego descender por un gran abismo.
Estoy cayendo por un enorme precipicio en mis pensamientos y reconozco que mi Ventura se halla en manos de secuestradores. Han apresado mi contento. Felicidad es una palabra que suena extremadamente feliz. Es redundante, lo sé, pero es como es. Resulta que hoy soy felíz y mañana dejo de serlo. Se volvió un círculo vicioso. Mentiría si les digo que muero de la risa a cada instante y que mi mundo es totalmente perfecto.
Estaría invocando a un terrible engaño que no sería creíble y mucho menos aceptable, tampoco se trataría de una mentira piadosa ya que el mentirme a mí misma de tal manera, se vuelve reprochable, deleznable, enjuiciable, y ustedes más que nadie, seres del multiverso multiversal reconocen que tengo una mediana alegría.
A pesar de que ya no he sido violada y desvalorizada, me siento incompleta, me siento vacía por dentro. Parezco un estuche que jamás será llenado.
Hoy mi corazón palpita fuerte, y los recuerdos queman mi memoria. Mis reminiscencias se vuelven notorias al pensar en su desnuda anatomía, me hace arder en deseos que nunca antes anhelé. Mi piel de gallina se encuentra porosa y volcánica.
Cuando el monstruo que habita en mi cabeza me amenazó seriamente con cortarme la lengua y dársela de comer a los perros. Aquella bestia inescrupulosa, corruptible y con fealdad extrema hizo que perdiera la oportunidad de copular con el amor de mi vida. Ya no sé que es real y qué no lo es, en mi mente todo se encuentra perdido. He extraviado muchas cosas en mi mediana existencia, que son la calma, la paciencia, el control, la estabilidad, la mesura y mucho más que eso, y sobre todo lo más importante, el amor. Un corazón roto no es tan sencillo como parece, no me ha llamado, no me ha buscado. ¿Acaso dejó de quererme?
¿Acaso Julieta podía vivir sin su Romeo? ¿Acaso Romeo podía vivir sin su Julieta? Nunca pudieron. Eran inmensamente compatibles, para Romeo no existía deidad más perfecta que Julieta, se enamoró profundamente y la amó más que a nadie. Más que con su ardiente corazón, la amó con toda el alma. Dos almas gemelas volando en la plenitud del cielo, siendo iguales, sin ningun tipo de distinciones. Fuera de la aparatosa imagen de un estuche, por dentro, todos somos los mismo. La carne es del mismo color, al igual que los tejidos y hasta la coyuntura de los huesos.
Romeo luchó hasta la muerte, no existían murallas, ni armas, ni armisticio, ni cualquier tipo de fronteras o soldados. Tampoco cualquier tipo de actividad política pudo frenar esa fuerza suprema, inalcanzable, inagotable, inextricable e inconfundible pujanza del amor. Antes de que llegue un evento apocalíptico a sus vidas, se les avecinó a aquel afecto profundo una confortable y dulce compañia.
Un elipse mágico fue recetado a Romeo por un hada que tenía en su mano una majestuosa varita. Aquella mujer de gruesa contextura y multitudinarios dibujos de enanos Cupidos a lo largo de su enorme vestido celeste, con sonrisa de ángel y corazón de león deseó que ambos fuesen inmensamente felices.
Por ello le recetó a Romeo una bebida que tenía la agriedad de la hiel, la amargura de la nostalgia, la embriaguez de un licor fuerte, el dulzor de un vino añejo y la alucinación de una poderosa y sublime droga.
Aquella bebida les enseñaría la única salida. Salida que parece ser ignominiosa, pecaminosa, impúdica, cruel y cobarde. No obstante no había ningún otro lugar al cual ir.
A Julieta por otro lado la dulce hada le dio su varita para que la introdujese en su estómago y así con ella pudiera cortar aquella horripilante maldición. Con aquella pértiga mágica derrotaría a dragones, culebras, arañas, serpientes venenosas y a toda clase de aves de rapiña que habitaban en su epigastrio. En su cuerpo se hallaba un horrible maleficio, lleno de una vesania y sexualidad incorregible. En su talle gobernaba la blasfemia, la execración y un espíritu de amancebamiento rodeaba su pureza. Por ello, la única solución y opción que le quedaba vigente para poder contrarrestar esa terrible maldición, era acabar con el aire, con la comida, con el agua y con los deseos terrenales de este mundo.
A ambos les estaba esperando la inmensidad del cielo, los vientos que llenan los cuerpos de suaves caricias. Las nubes de algodón. Las puertas blancas, los ángeles celestiales y los majestuosos castillos de cristal. Ahí dentro también encontrarían el respeto, el amor, la igualdad y sobre todo y más que nada, lo más importante, una majestuosa y perpetua alegría.
Mientras extiendo mis pensamientos al vislumbrar a la gente pasar puedo tratar de imaginar cuáles son sus formas de vivir, mi mirada se detuvo al ver una chica morena sonreír y ver la longitud de su rostro. Al describir la picardía detenida en ese sitio, estando fuera del museo Thomas Paine Cottage. Me concentré en la forma de su sonrisa y por el traje gris enternado que lleva. Puedo analizar con profundidad que no va a ninguna fiesta. Quién va a bailar un domingo a las 10 y media Am. Tampoco seguramente va visitar a su familia con traje de gala. Por eso se introdujo en mi mente que se trata de una abogada. Y la que la acompaña que parece a simple vista menor de edad, es su hija, lo puedo asegurar por la forma en que le sonríe. Ojalá y no sea su novia porque luego todos mis pensamientos quedarían derrumbados como el Jenga.
También mis ojos quedaron observando a mis vecinos, Henry con Harmony, desde que los conozco siempre les ha gustado contar los colores de los autos que pasan por la carretera.
Acto seguido Prechaun me enseñó una puerta negra que nunca antes había visto, me dijo que lo acompañase. Lo seguí bajando por unas metálicas escaleras de caracol. Bajamos buen rato y mis piernas ya se estaban cansando. Allí, al mirar abajo vi a unos seres gigantes que enderezaban una estructura con martillos de metal. No sabía que cosas eran esos seres extraños. Unos tenían taladros, otros un madero enorme asentado en sus hombros derechos. Otros estaban soldando, otros estaban levantando paredes y otros batían la mezcla para pegar los ladrillos. Otros tenían casco como si fuesen ingenieros, desde mi punto de vista todos se encontraban ocupados en sus respectivas labores.
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Editado: 29.01.2025