El resurgir de la reina

Capitulo IV

Pasaron tres meses. Despertar, hacer mis tareas domésticas, charlar un rato con Cecilia y una vez por semana, ir al bosque a entrenar. Todo eso cambió cuando un anuncio hizo que sintiera escalofríos. La boda de mi amiga se celebraría en tres días. Y el día siguiente, llegaría su prometido. Cecilia estaba eufórica, nada la desanimaba. Yo, en cambio, si que lo estaba. ¿Quién sería ese chico del que mi mejor amiga estaba enamorada? Porque se notaba a leguas el amor que le profesaba. Negué con la cabeza mientras apartaba aquellos pensamientos. Ya lo conocería. Y lo probaría, por si era digno del gran corazón de mi amiga. Si resultaba ser uno de esos chicos que susurraban al oído de las damas palabras dulces para que cayeran en sus redes, me encargaría personalmente de él. Cecilia era demasiado inocente. Era muy fácil de engañar. Y no permitiría que le rompieran el corazón al enterarse. Suspiro escurriendo el agua el trapo para volver a fregar el suelo. Aunque Dorothea me hubiese ofrecido mil veces quedarme como una invitada, no podía aceptarlo sin sentirme como una intrusa. Pues así me sentía. Como una intrusa en sus vidas. Me sentía fatal por pensar en las consecuencias que habría si el rey o alguien se enterase de quién era y las culpase de haberme escondido allí. Sabia lo que vendría. La deshonra. Para después tener el mimo destino que yo si me pillaban, la muerte.

Inspiro y suspiro, mejor olvidar las consecuencias y centrarme en el presente.

Tras dejar el pasillo limpio, cojo el cubo de agua para echarla en el patio. Mientras salgo, veo como las demás criadas van yendo y viniendo preparando la mansión. Dejo que mis pies me guíen hacia el patio cuando me sumerjo en mis pensamientos.

***

Miro el cielo estrellado. Veo como las estrellas parecen brillar de más. La noche es silenciosa. Finalmente, aparto la mirada para dirigirla a mis manos. Y dejo que mi magia fluya. Poco a poco, mis manos van congelándose. Suspiro, y retiro mi magia. De inmediato, el hielo se disipa dejando mis frías manos sin un solo rasguño. Miro hacia abajo, el patio exterior que se dirige al bosque. Frunzo el ceño cuando uno de los arbustos parece moverse. Miro hacia los lados confirmando que no hay nadie observando, y me dejo caer. Aterrizo en el suelo silenciosamente gracias a mi magia. Un pequeño truco. Me oculto detrás de un árbol. Sigilosamente, persigo al intruso. Fundiéndome en las sombras que me proporciona la noche, me detengo detrás del roble. La figura, se ha detenido en aquel claro. Lentamente, se agacha. Contengo la respiración. Allí es donde hace unos meses mi amiga y yo tuvimos aquel encuentro con los cazadores. Pone una mano en la tierra. Noto como su magia empieza a salir de ella. Expandiéndose por el suelo. Rastreando. Como ondas, se van agrandando. Siento como toda la calor de mi cuerpo se me escapa. Rápidamente, escondo mi presencia y aura. Segundos después, las ondas llegan a mí. Contengo la respiración por el miedo y expectación. Desde mi posición, puedo notar lo poderoso que es aquel hechicero. Si me nota, estaré perdida. Finalmente, no parece notar nada extraño y sigue con lo suyo. Me atrevo a asomarme y veo como mi rastro y el de Cecilia sigue allí. Al igual que el de los cazadores. Claramente, no el rastro físico sino el mágico. Un rastro inconfundible de magia. Frunzo los labios. Que aquella persona pueda hacer eso, es algo muy extraño. Solo los mejores hechiceros pueden conseguirlo.

La figura se levanta, barre con su mirada los alrededores y se va. Unos minutos después, dejo escapar el aire que estaba reteniendo. Por poco me pilla. Ahora, la cuestión es, quien es aquel, o aquella, encapuchado? Voy pensando en la respuesta mientras vuelvo a lo que considero mi hogar. 

 



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En el texto hay: reino poder y reina, magia y amor, reino traicion

Editado: 06.01.2021

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