El resurgir de una leyenda

Capítulo tres.

La vida en la universidad continuaba, y Cassandra ya se había terminado de acostumbrar a su rutina. Las clases eran desafiantes, pero también fascinantes, y disfrutaba cada oportunidad de aprender más sobre la historia y las habilidades de los metamorfos.

Sin embargo, siempre había una sensación de precaución que la acompañaba, recordándole que debía mantener ciertos aspectos de sí misma bien ocultos.

En el tercer mes desde que llegó a Arcadia, mientras caminaba hacia la biblioteca, se encontró con Marina, quien parecía especialmente emocionada.

—Cassandra, ¡tienes que venir ahora a ver esto!— exclamó, tirando de su brazo.

—¿Qué pasa, te sucedió algo?— preguntó Cassandra algo exaltada, dejándose llevar por la energía de su amiga.

—Han organizado una exposición en el auditorio sobre la historia del imperio— explicó Marina mientras caminaban rápidamente. —Hay artefactos antiguos, manuscritos y hasta algunas proyecciones holográficas de las metamorfosis más impresionantes de la historia.—

Cassandra se sintió intrigada. Siempre había sentido una profunda curiosidad por sus orígenes y la evolución de las habilidades en el pasar de la historia.

—Eso suena increíble..— dijo con un tono más tranquilo, sonriéndole mientras la seguía con paciencia.

Al llegar al auditorio, se encontraron con una multitud de estudiantes que también querían ver la exposición.
El ambiente estaba lleno de emoción y anticipación. Cassandra y Marina se abrieron paso entre la gente, acercándose a las vitrinas y pantallas que mostraban la rica historia de su especie.

Un holograma en particular llamó la atención de Cassandra. Mostraba una transformación legendaria, la de un antiguo dragón blanco, una figura que emanaba poder y majestuosidad.

La chica observó la proyección con fascinación, sintiéndose una conexión profunda con el ser que veía, sus ojos brillaron de forma fugaz al identificar de quien era el holograma; Era de su abuelo, de hace trescientos años.

—¿Impresionante, verdad?— dijo una voz a su lado, la cual sacó a la chica de sus pensamientos.

Cassandra se giró al oír una voz masculina y se encontró a Damián, quien también estaba observando el holograma del dragón con atención.

—Sí.. Si, lo es— respondió Cassandra con un tono suave, volviendo a posar sus ojos en el holograma mientras un sentimiento de melancolía llenaba su pecho.

—Los dragones en general son demasiado raros..— comentó Damián, sin apartar la vista del holograma. —Se dice que poseen una sabiduría y un poder que trasciende generaciones. Este, según oí a la profesora Fryst, es el holograma del último dragón avistado en el imperio.. Si estuviese vivo, debería tener cerca de trescientos años hoy. Pero ahora se les cree extintos, Nydameth lleva más de tres siglos sin ver un ejemplar de metamorfos dragón..—

<<Cuatrocientos setenta y ocho, en realidad.. Cumplió años a principios de la primavera.>> Pensó por sus adentros la chica, tratando de no reír ante el dato equivocado de su amigo.

Cassandra asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y pena al oír hablar sobre los de su especie. —Es fascinante cómo la historia de los metamorfos está llena de tantas leyendas y mitos, y de seres tan grandiosos como estos..— Exclamó serena, notando como el chico se paraba junto a ella.

—Así es..— dijo Damián, finalmente volteando a ver a la morena. —Cada uno de nosotros lleva un legado que es importante entender, más que nada respetar.—

Cassandra sonrió, apreciando la profundidad de las palabras que dijo Damián. —Tienes razón. Es un honor y una gran responsabilidad llevar con lo que uno hereda de los ancestros..— comentó a lo último, mirando una última vez el holograma de su abuelo antes de seguir caminando.

Mientras seguían explorando la exposición, Cassandra notó un viejo manuscrito en una vitrina. Estaba escrito en un idioma antiguo que solo unos pocos podían leer y, afortunadamente, había sido instruida por su abuelo debido a que era una lengua nativa de dragones y que los nobles solían usar para mandar cartas secretas. —¿Qué es esto..?— preguntó en voz alta, inclinándose para ver mejor mientras notaba como el manuscrito hablaba de las batalla que dieron paso al inicio a la fundación del imperio.

—Es un texto antiguo sobre las últimas guerras que hubieron antes de que Nydameth se fundara, donde se presenciaron a los primeros cambia formas..—

Cassandra lo miró de reojo, sintiendo curiosidad ante la capacidad de Damián para leer el idioma, así que decidió fingir no saber leer el idioma solo para oírlo más.

—Ojalá supiera leer ese idioma..— suspiró con pesadez, volteando la mirada para el texto que podía leer de forma clara.

—Yo podría enseñarte— ofreció Damián con amabilidad, sorprendido y algo entusiasmado de que la chica quisiera aprender. —He estado estudiándolo durante años..— mencionó de forma amistosa, mirándola de forma expectante.

—Me encantaría.— respondió Cassandra con entusiasmo, regalándole una gran sonrisa. — Eres muy amable.. gracias, Damián.— Exclamó la de rizos cobrizos con un tono suave, achinando ligeramente los ojos de forma amistosa.

Pasaron el resto del día explorando la exposición, aprendiendo sobre los diferentes aspectos de la historia y las habilidades de los metamorfos.

Marina se unió a ellos unos minutos, compartiendo su entusiasmo y haciendo preguntas antes de partir con otro grupo. A medida que el día avanzaba, Cassandra sintió que estaba construyendo un vínculo más fuerte con ambos, especialmente con Damián, quien charlaba con mucha más fluidez de lo normal.

Esa noche, de vuelta en su habitación, Cassandra no podía dejar de pensar en todo lo que había aprendido.
La conexión con su herencia y la promesa de aprender más sobre los textos antiguos la llenaban de una nueva determinación.

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