Capítulo cuatro.

Los meses en la universidad se sucedían con rapidez, y Cassandra mejoraba tanto sus conocimientos como sus habilidades físicas y mágicas con el pasar del tiempo. Entre sus clases, las lecciones de idiomas antiguos con Damián y la clases extracurriculares que hacia con Marina, su vida estaba llena de actividades. Sin embargo, también había un aire de misterio en el campus que no se podía ignorar.

Una tarde, después de una intensa clase de botánica mágica, Cassandra decidió tomar un descanso y pasear por los jardines. Los jardines eran uno de sus lugares favoritos en la universidad, llenos de flores exóticas y plantas con propiedades mágicas, y su preferido era el invernadero en los jardines sur. Era un lugar donde podía relajarse y reflexionar, y en donde las flores de su región abundaban.
Mientras caminaba entre los senderos floridos, se encontró con una figura familiar. Damián estaba sentado debajo de un árbol de cerezos, leyendo un libro, como usualmente hacía.

Él, al sentir la presencia de la de rizos, levantó la vista y le sonrió al hacer contacto visual. —Hola, Cassandra. ¿Cómo estuvo tu clase?—

—Fue súper interesante, descubrí que la profesora Phenec es alérgica a las plumas..— respondió ella con diversión, sentándose a su lado. —¿Qué estás leyendo, listín?—

—Un viejo texto sobre metamorfos antiguos.. Me lo entrego la bibliotecaria ayer..— dijo Damián, mostrando la cubierta del libro a la chica con entusiasmo. —Se que te lo repito muy seguro, pero siempre hay algo nuevo que descubrir y aprender..—

Cassandra asintió, sintiéndose internamente agradecida por tener a alguien con quien compartir su pasión por obtener nuevos conocimientos. —Me alegra tener a alguien como tú cerca..— Comentó con una voz suave, baja, recargando su cabeza en el hombro del chico con cuidado. —Alguien que entiende la importancia de aprender sobre nuestro pasado y que le gusta compartir esos datos conmigo..— murmuró, siguiendo la lectura en la que él había quedado.

Damián sonrió un poco tímido ante el comentario de la chica y, copiando su acción, él recostó su cabeza sobre la de ella. —Y a mí me alegra tenerte a ti. Eres una chica dedicada e inteligente, eso te convierte en una amiga valiosa para mí..— comentó el de cabellos negros con algo de ternura, leyendo a la par de ella.

Luego de un rato comenzaron a hablar sobre sus descubrimientos recientes y sus teorías sobre los antiguos metamorfos. Cassandra disfrutaba estas conversaciones, sintiendo que cada intercambio la acercaba más a su verdadera naturaleza y a su lugar en el mundo junto a él.

Más tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Cassandra se despidió de Damián y se dirigió hacia su habitación. Mientras caminaba por los pasillos vacíos, no pudo evitar tener la extraña sensación de que alguien la estaba siguiendo. Ella se detuvo y miró a su alrededor, pero no vio a nadie, así que decidió dejar pasar ese sentimiento y siguió caminando, aunque la sensación persistía en sus huesos.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Cassandra no podía dejar de pensar en esa sensación incómoda, como si estuviese siendo vigilada constantemente. Por lo que tomó la decisión de que debía estar más alerta y ser cautelosa, especialmente con su forma de actuar pues podría ser descubierta por una nimiedad.

( ● ● ● )

Aquélla noche había tenido un mal descanso, había tenido una serie de pesadillas que la hicieron despertar exaltada más de una vez durante la madrugada. Las escenas eran muy claras, vividas, por lo que le termino por costar dormir algo. En consecuencia ese sería el primer día, de muchos, en que su mal carácter se sacaría a relucir.

Durante el almuerzo de ese día, pues Cassandra había evitado deliberadamente a sus amigos y cercanos, Marina logró acercarse a ella con una sonrisa radiante en el gran comedor.

— ¡Cass, Cass, hay una fiesta esta noche en el salón de eventos! Están festejando el final del primer semestre ¿Te gustaría ir conmigo?—

La de ojos dorados suspiró ante la enérgica personalidad de la de cabellos rubios, pero no podía enojarse con ella. Por el contrario, al oír la invitación, Cassandra creyó que sería buena idea despejar esos malos sentimientos con algo de diversión junto a los demás.

—Claro, suena divertido..— respondió la de rizos cobrizos, dándole una sonrisa a medias a la otra chica, lo que generó que Marina chillara encantada.

Esa noche, Cassandra se preparó para la fiesta eligiendo un vestido elegante de color plateado y arregló su cabello en dis largas trenzas adornadas de lazos dorados.
Cuando llegó al salón de eventos, el lugar ya estaba lleno de estudiantes, todos hablando y riendo. La música llenaba el aire, y el ambiente era vibrante y festivo.

Marina la encontró rápidamente y la llevó a un grupo de amigos, presentándola a algunos estudiantes que no conocía. Cassandra se sintió inmediatamente bienvenida y disfrutó de las conversaciones y risas compartidas entre todos. Después de un rato, Damián llegó a su encuentro vestido con un elegante traje de color bronce, y ante su presencia Cassandra se sintió aún más cómoda. Luego de que Marina se fuera con un chico del grupo de las libélulas, Damián y Cassandra se dedicaron a bailar y charlar, disfrutando de la noche entre ellos.

Sin embargo, de vez en cuando, Cassandra volvió a sentir esa extraña sensación de ser observada. Constantemente miraba a su alrededor, tratando de identificar al observador, pero jamás logró ver nada inusual. Decidió no dejar que eso arruinara su noche y siguió disfrutando de la fiesta con su acompañante. Sin embargo, cuando la fiesta llegó a su fin y los estudiantes comenzaron a irse, un escalofrío recorrió su espalda desnuda, lo cual le causó pavor. Ahora la sensación de estar siendo observada era más fuerte ahora, casi palpable.

Luego de unos minutos, y tras ser acompaña por Damián hasta las escaleras de su piso, se despidió del chico y comenzó a caminar de regreso a su habitación a pasos rápidos. Pues él no podía acompañarla debido a las políticas del piso que había colocado el consejo femenino.