El resurgir de una leyenda

Extra 2

Día 2, Primera mañana

El sol apenas era visible entre las espesas nubes grises del norte, la temperatura era extremadamente baja así que era normal ver el humo de las chimeneas del pueblo ondear a esas horas.
Cassandra, como habito que tenía desde la niñez, se encargó de encender el fuego en su hogar para mantener agradable el lugar, pues era consciente de que Damián y el frío no eran buenos amigos.
—¿Por qué no descansas un poco más, mi niña?— Se le escucho de fondo a una voz rasposa, pero con un tono dulce, mientras se asomaba por la puerta de la gran sala.
—He dormido lo suficiente..— Respondió con amabilidad, cerrando ligeramente los ojos al sentir las manos de su abuelo acariciar sus rebeldes cabellos cobrizos. —Además, quiero ir a buscar algunas moras y bayas para el desayuno..—
—No te preocupes por eso, yo me encargaré.. Si quieres, prepara el desayuno. ¿Será que a tu amigo le de náuseas la carne de res cruda?—

[. . .]

En la cálida sala de la mansión Basset, con la chimenea que los iluminaba en la mesa de desayuno donde Damián y Ferus compartían una tranquila charla, siendo el joven Fénix hablando con algo de energía al viejo dragón. El olor del café recién hecho y el pan tostado llenaba el ambiente, junto a pedazos de carne para los carnívoros, creando una atmósfera reconfortante en medio del frío exterior.
Cassandra estaba sumergida en su taza de té, con una expresión de serena concentración mientras Damián narraba una historia que lograba captar la atención del abuelo.

—Entonces,— dijo Damián con una sonrisa divertida, gesticulando con la cuchara en sus manos. —cuando Ryno Yuugh se atrevió a siquiera pensar que iba a salvarse, no estaba preparado para que Cassy le agarrara la nuca de la camisa—
Ferus, quien escuchaba al muchacho con interés, arqueó una ceja mientras le daba un sorbo a su café. —¿Y qué fue exactamente lo que pasó, Joven?—
Cassandra rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír al recordar el incidente. Sabía que Damián no iba a dejar pasar la oportunidad de contarle a su abuelo lo que había sucedido aquel día. Ferus soltó una pequeña carcajada, viendo a su nieta mirar fijamente al único pelinegro presente, el cual todavía no había terminado su relato.
—Y ahí es cuando Cassandra, sin titubear, se le acercó y le dijo: ‘Si yo te vuelvo a encontrar en mi camino, o sienta que siquiera volteas en mi dirección, te haré sufrir tanto que pedirás que te mate...—
—¡Por los dioses Damián, me haces ver como una depredadora voraz!—
Ferus miró a su nieta con ojos llenos de orgullo, contento ante el modo en que actuó ella a la situación. —Haz heredado la lengua afilada de tu abuela, mi cielo.—
La cobriza bajó la mirada hacia su taza, intentando ocultar la ligera sonrisa que se formaba en sus labios. —No fue mi mejor momento, lo admito. Pero alguien tenía que enseñarle que no puede andar acosando a otros sin esperar consecuencias.. Si hubiese estado más enojada, probablemente tendrías una alfombra de rinoceronte en el gran salón. —
Damián se inclinó hacia Ferus con una sonrisa cómplice. —Y lo mejor de todo es que, después de eso, Ryno no se ha atrevido a mirar a Cassandra directamente. Ni siquiera una vez..—
Ferus soltó una carcajada sonora, indinandose hacia atrás mientras golpeaba suavemente la mesa con su mano. —Eso me agrada, Mi lunita. Tu padre habría hecho lo mismo en su juventud. Nunca dejaba que nadie le pasara por encima. —
Cassandra levantó la vista, y sus ojos brillaron con una mezcla de nostalgia y gratitud. Aunque todavía sentía la carga de su herencia, momentos como estos, en los que podía compartir una risa con su abuelo, y ahora con Damián, le recordaban que no estaba sola.
Damián, con una sonrisa más suave, observó a Cassandra por un momento antes de agregar algo más. —Aunque, personalmente, creo que Ryno tuvo suerte de que solo fueran palabras. No quisiera estar en su lugar si Cassandra decidiera que las palabras no son suficientes.—
Cassandra soltó una risa ligera. —Es que no todos están listos para lidiar con una Basset.— silbó divertida, tragando un pedazo de carne.
Ferus asintió con orgullo, y el ambiente en la cocina se llenó de una cálida sensación de complicidad y unión familiar. A pesar de los desafíos que enfrentaban, en ese momento, estaban juntos, y eso era lo que realmente importaba.




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