El resurgir de una leyenda

Extra 3

Día 5, sitios fuera de vista

El sol de invierno brillaba débilmente sobre los árboles del bosque, dejando que la luz se filtrara a través de las ramas desnudas. La nieve crujía bajo los pies de Cassandra y Damián mientras caminaban juntos, adentrándose más y más en el denso follaje. El aire era frío y fresco, y un silencio tranquilo los rodeaba, roto solo por el susurro del viento.
—¿Adónde me llevas, Cass?— preguntó Damián, intrigado, aunque con una sonrisa en los labios. Había algo en la forma en que Cassandra miraba alrededor, con una mezcla de nostalgia y emoción, que le decía que estaban dirigiéndose a un lugar especial.
Cassandra sonrió con complicidad. —Paciencia, pareces niño.. Es un lugar que nadie más conoce. Un sitio que descubrí cuando era pequeña, uno de los pocos en los que me sentía realmente libre tras mi primera transformación.—
Continuaron caminando por el sendero cubierto de nieve, alejándose cada vez más de la mansión. A medida que avanzaban, el bosque se volvía más espeso, y el aire se llenaba del sonido distante del agua corriendo. Damián notó que el sonido se hacía más fuerte a medida que se acercaban a su destino.
—Estamos cerca,— murmuró Cassandra, con un brillo en los ojos. Llegaron a un claro donde un pequeño río se deslizaba entre las rocas, y el murmullo de una cascada cercana llenaba el aire con su música. En algún punto la joven Basset se detuvo y miró a Damián. —Quiero mostrarte algo..— dijo ella, y sin esperar una respuesta, se transformó.
En un parpadeo, Cassandra dejó de ser la joven humana y se convirtió en su forma de dragón dorado. Sus escamas brillaban a la luz del sol, reluciendo como miles de espejos diminutos. Sus alas se extendieron, enormes y majestuosas, y con un movimiento suave, cubrió la cascada cercana, creando un espacio protegido de miradas indiscretas.
Damián contuvo el aliento al ver la transformación. No era la primera vez que veía a Cassandra en su forma de dragón, pero cada vez lo dejaba sin palabras. —Es increíble…— murmuró, asombrado.
Cassandra lo miró con una sonrisa que solo pudo transmitir a través de sus ojos de dragón. Con su ala cubriendo la cascada, Damián notó un pequeño sendero detrás de las grandes rocas, oculto a simple vista. 《Sígueme…》 Se la oyó decir, su voz resonando en la cabeza del chico como un suave susurro.
Damián la siguió por el sendero, caminando con cuidado sobre las rocas resbaladizas hasta que llegaron al otro lado de la cascada. Allí, oculto tras el velo de agua, se encontraba un claro pequeño y silencioso. Una cueva poco profunda con paredes de piedra lisa y musgo crecía en sus rincones. A la luz del sol filtrándose a través del agua, el lugar parecía casi mágico.
—Este es mi guarida secreta,— confesó Cassandra, volviendo a su forma humana. —Vine aquí por primera vez cuando tenía ocho años, justo después de mi primera transformación. Me sentía tan asustada, tan confundida… Pero este lugar siempre me dio paz.—
Damián se acercó a la entrada de la cueva, sintiendo la frescura del agua en el aire y el suave susurro de la cascada. —Es hermoso,— dijo sinceramente, mirando alrededor. —Puedo ver por qué te gusta tanto.—
—Es más que solo belleza,— explicó. —Este lugar… me recordaba que había algo más allá de la tristeza y la soledad. Aquí podía ser quien realmente era, sin temor a ser juzgada, ser descubierta o ser cazada..—
Damián se volvió hacia ella, su mirada intensa tembló ante su sinceridad. —¿Es así como te has sentido todo este tiempo, allí en la universidad.. ? ¿Temiendo en esa magnitud el ser descubierta..?—
Cassandra asintió, con su mirada suavizándose mientras hablaba. —Sí. Siempre he tenido miedo de lo que pasaría si alguien supiera lo que realmente soy. Un dragón en un mundo donde a veces somos más leyenda que una realidad, y no siempre vistas con buenos ojos, me generaba terror.. Aunque en los últimos años solo fue leve, no me daba el miedo que tenía de cachorra.—
El pelinegro extendió la mano, acariciando suavemente la mejilla de Cassandra. —Cassy, tu ser es impresionante, ya sea humana o dragón. Cualquiera que no pueda ver eso no merece estar cerca de ti.— Sentenció con seriedad, fijando sus intensos ojos rojos en los orbes dorados de la dragón.
La de cabello cobrizo sonrió, con un ligero brillo en los ojos. —Gracias, Dami.. Pero no todos lo ven, ni lo verán de ese modo.. Esta cueva me recuerda que todavía hay partes de mí que están ocultas, esperando su momento de darse a conocer..—

Damián la miró con ternura y un toque de curiosidad. —Y… ¿me permitirás descubrir más de ellas?—
Cassandra soltó una risa suave, dando un paso más cerca de él. —Quizás. Pero tendrás que ser paciente. No todas las respuestas llegan de inmediato.—
Los dos se quedaron en silencio por un momento, escuchando el sonido de la cascada detrás de ellos. Damián sintió que este lugar, este pequeño refugio secreto, tenía una importancia más profunda de lo que Cassandra dejaba ver. Y sabía que, con el tiempo, descubriría todos los secretos que aún guardaba en su corazón.
Cassandra miró hacia el cielo despejado por un momento antes de hablar de nuevo, una calma renovada en su voz. —Siempre había querido compartir este lugar con alguien que me entendiera, además de mi abuelo. Me alegra de que seas tú a quien se lo acabo de compartir..—
Damián sintió una calidez crecer en su pecho y tomó su mano suavemente, sin decir nada más, permitiendo que el sonido del agua corriendo y la tranquilidad del bosque dijeran lo que ambos sentían en ese momento: el comienzo de algo más profundo, más sincero entre ellos.




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