El resurgir de una leyenda

Extra 4

Habían pasado dos semanas desde que Cassandra había mostrado a Damián la cueva oculta en las montañas, un lugar que guardaba tantos recuerdos de su infancia y su linaje.

Desde aquel día, algo había cambiado entre ellos.

Sus momentos juntos se sentían más profundos, y aunque ninguno de los dos lo había dicho en voz alta, ambos sabían que sus corazones estaban más entrelazados que nunca.

Esa noche, las estrellas brillaban con intensidad en el cielo despejado. Una brisa suave acariciaba la piel de Cassandra mientras caminaba junto a un bien abrigado Damián por los jardines de la mansión de su abuelo. La nieve cubría el suelo, creando un manto blanco que crujía bajo sus pies. Habían pasado la tarde conversando, como de costumbre, pero Cassandra sabía que esta noche sería diferente. Su corazón latía con fuerza mientras reunía el valor para expresar lo que había estado sintiendo durante tanto tiempo.
Finalmente, llegaron a un claro en el jardín, donde una pequeña fogata que la chica había encendido más temprano aún ardía. El fuego danzaba con suavidad, reflejándose en los ojos de ambos mientras tomaban asiento en un banco de madera cercano. Cassandra miró a Damián, quien parecía absorto en las llamas, y tomó una profunda bocanada de aire.
—Dami..— comenzó Cassandra, su voz apenas un susurro lo suficientemente fuerte como para captar la atención del joven. —Hay algo que necesito decirte..—
Damián apartó la vista del fuego para mirarla. En sus ojos brillaba una mezcla de curiosidad y cariño que solo aparecían ante la presencia de la dragón. —¿Qué pasa, Cassy?— preguntó, su tono lleno de preocupación y suavidad mientras se acercaba hacia ella.
La muchacha negó con lentitud, sintió cómo su corazón se aceleraba aún más. Supo ahí que ya no había vuelta atrás. —Desde que nos conocimos, que llegaste a mi vida, has sido una luz constante en medio de tantas barbaridades. Al principio pensé que solo seríamos amigos, unos grandes amigos, que lo que sentía por ti era simplemente cariño fraternal. Pero con el tiempo, me di cuenta de que es mucho más que eso.— Suspiró, tratando de mantener la calma.
El pelinegro la miró en silencio, sus ojos fijos en los de ella. Cassandra podía ver la tensión en su mandíbula, pero también una calidez en su mirada que la animaba a seguir.
—Damián, me gustas demasiado..— confesó Cassandra, sus palabras fluyendo con una sinceridad que solo podía venir del corazón. —Te quiero de una manera que nunca había querido a nadie antes. Desde que te conocí,— continuó, manteniendo sus ojos fijos en la rojiza mirada de él. —he sentido algo... diferente. Algo que no puedo ignorar. Me has mostrado una bondad, una comprensión y un valor que nunca había visto en nadie. No importa cuánto intente negarlo, mis sentimientos por ti solo han crecido con cada día que pasa. Me haces sentir segura, me haces reír, y cuando estoy contigo, siento que puedo ser yo misma.—
El silencio que siguió a su declaración fue denso, pero no incómodo. El chico parecía procesar lo que acababa de escuchar, sus ojos buscando en los de Cassandra alguna señal de duda, pero solo encontró la determinación y la honestidad de sus sentimientos.
—Lo que quiero decir, Damián, es que... estoy enamorada de ti..— confesó con voz suave y sincera, sus ojos brillando con emoción. —No quiero seguir ocultándolo. Quiero que sepas que me importas más de lo que puedo expresar con palabras.—
Damián abrió la boca para decir algo, pero las palabras parecían atascadas en su garganta. Cassandra lo notó, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al ver como el rostro de él tomaba un color rojizo.
—Ey, está bien..— susurró, colocando suavemente su mano sobre la de él tras acercarse a donde Damián estaba sentado. —No tienes que decir nada si no estás listo o seguro.. Solo quería que supieras lo que siento.— Explicó la muchacha con tranquilidad, dándole delicadas caricias a la mano del contrario.
Pero Damián negó con la cabeza, apretando la mano de Cassandra con más fuerza. —No, Cassy, es que.. es que.. yo también te quiero, pero..— dijo, su voz apenas más alta que un murmullo. —Solo... Sabes que no soy mucho de palabras, soy más de las letras.. Pero lo que siento por ti, abarca mucho más que un te quiero o un te amo.. Estoy tan perdidamente enamorado de ti que ponerlo en palabras solo limitaría mis sentimientos..—
Cassandra sintió una oleada de emoción que la inundó por completo. La ternura en la voz de Damián, la sinceridad en sus palabras, todo ello la hacía sentir como si estuviera flotando. —No tienes que ser elocuente, Dami. Solo ser tú es más que suficiente para mí..—
Damián sonrió, era sonrisa tímida pero genuina. Se acercó un poco más, y ella hizo lo mismo, hasta que sus rostros estuvieron a solo unos centímetros de distancia. El fuego iluminaba sus rostros, creando un aura de calidez y complicidad que los envolvía.
—¿Puedo...?— Cuestionó el muchacho, con su voz titubeante mientras sus manos se posaban temblorosas sobre las mejillas de la chica, y ella ya sabía lo que él quería preguntar. La peli cobriza cerró los ojos y asintió, dejándose llevar por el momento.
Sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de ternura, demostrando la pureza de sus sentimientos. Fue un beso tímido al principio, pero cargado de emociones profundas que ambos habían estado guardando durante tanto tiempo. Mientras sus labios se rozaban, Cassandra sintió cómo todas sus dudas y temores se desvanecían, reemplazados por la certeza de que lo que tenía con Damián era algo especial, algo que valía la pena proteger y cultivar.
Cuando se separaron, ambos permanecieron en silencio, mirándose a los ojos, compartiendo un entendimiento tácito que no necesitaba palabras. La joven sonrió, sintiéndose más feliz y completa que nunca, mientras Damián la rodeaba con un brazo, acercándola aún más a él.
Bajo el cielo estrellado, en la quietud de la noche invernal, Cassandra y Damián se encontraron en un nuevo capítulo de su historia, uno donde el amor y la sinceridad eran los protagonistas, y donde el futuro les prometía tantas aventuras y desafíos como momentos de alegría y paz. Juntos, sabían que podían enfrentarlo todo, siempre y cuando se tuvieran el uno al otro.




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