Este guion cinematográfico es más que una utopía, porque relata los acontecimientos más trascendentales ocurridos en los Andes. Entre ellos, uno de los más inverosímiles: «Las proezas de Manco Inca Yupanqui», el caudillo cusqueño que condujo una rebelión opositora a la Colonia (reyerta que duró cuatro décadas).
Corría una nueva época en Sudamérica, caía el régimen que institucionalizaron nuestros primeros padres (Manco Cápac y Mama Ocllo). Y con ellos, un reino al que todo el universo conocería con dos simples palabras: «Machu Picchu».
La dominación española se asentó en Latinoamérica. Las fragmentaciones de las sociedades indígenas y/o la carencia de integración de las mismas, serían las razones por las que se introduciría la europeización en el Nuevo Mundo con éxito rotundo. Empero, en distintas partes del continente, nacieron voces honrosas de hombres ilustrados y osados, que guiados por sus convicciones, no dudaron en denunciar tenazmente a sus virreyes; surgiendo el motín en la discordancia civil.
Si hacemos un repaso histórico, sabemos que zarpar los mares de occidente fue un reto; sobre todo, por el miedo natural que conllevó enfrentarse a lo desconocido y a los terribles mitos. Se supone que los españoles fueron «superhombres», pero ¿por qué sus crónicas son ilógicas? Entonces, ¿podría decirse que para ellos fue más simple barrer un continente antes que aprender a escribir correctamente? Lo magnífico y trivial de estas conjeturas podría converger en una sola respuesta, si nos convencemos de una vez por todas, que la conquista de los incas fue entre incas.
El arribo de los hispanos, señores, estuvo iluminado; porque no solo llegaron portando caballos fieros, armaduras de acero o armas de fuego, sino que trajeron consigo epidemias como la viruela, que el típico hombre americano no hubiera tratado. Y para sumarse al problema, apenas había finalizado el cisco entre Huáscar y Atahualpa, dejando sentida y desangrada a una nación, que no supo distinguir entre la crueldad del español colonizador y el Inca gobernador.
Los valerosos guerreros no han muerto, amables lectores; no mientras tengamos su legado y continuemos estudiando el motivo que los condujo a un suicidio masivo. Las arbitrariedades cometidas en nuestro pueblo no se deben borrar, porque sería olvidar el denuedo de los primeros peruanos (un error inexcusable). No fueron nuestros antepasados sumisos ni estúpidos, y esa es la causa de mis memorables hazañas (en la poesía y la fantasía).
A la memoria de los grandes cusqueños y huanuqueños del siglo XVI, versifico en esta mítica obra, las batallas que propiciaron los grupos insurgentes que se unieron a la causa de Manco Inca Yupanqui (el primer revolucionario peruano). Insurrección donde mi gente estuvo presente... viendo caer a niños y ancianos por el sueño de libertad. Viendo correr la sangre de los mártires incas, y viendo morir a las mujeres gritando: «¡Por la gloria peruana!» (según mi percepción mágica).
En cuanto a mi musa inspiradora y de la importancia que ejerce en esta obra histórica—teológica. ¿Qué hace una celebridad mundial del séptimo arte en una época de efervescencia política? La respuesta la podemos encontrar en «La Comedia» del florentino Dante Alighieri. Pues al igual que él, encuentro la compañía soñada en mi periplo épico, pero con la diferencia que soy yo el guía del ser que admiro, y no a la inversa, como lo relatan los cánticos de Dante. Las diferencias también las notamos si comparamos la «Selva Oscura» y «El Dorado», así como Emma Watson es la musa de mis pasiones reprimidas, pero está viva. Y Beatriz Portinari es el amor prohibido del Divino Poeta, pero yace bajo tierra cuando este escribe su obra poética.
¿Y qué hay de los dioses incaicos de los que hablo? La cosmovisión andina es muy poco difundida en el planeta, y cuánto soñaría verla en documentales de grandes productoras universales, como las historias griegas, egipcias, romanas, escandinavas, etcétera. El origen de nuestra raza siempre se ha remontado a los mitos, que son tan fabulosos como el de cualquier otra cultura arcaica del orbe, pero se desconoce. Así que aproveché la ocasión para agregar de forma artificiosa la presencia de los dioses (los seres ultradimensionales) que me guían a Emma.
¿Y qué importancia más podría tener? Recordarle al peruano reprimido que es tiempo de reconstruir nuestro mundo perdido. Ese lugar paradisiaco que un día quisieron arrebatárnoslo y no pudieron; gracias al esmero de nuestros hombres que lo defendieron, y las agallas de nuestros hermanos sudamericanos que lucharon a nuestro lado (¡hasta el derrocamiento del monstruo hispano!).
En cuanto a la esencia de esta obra, sugiero que no pierdan el tiempo preguntándome el porqué del título, pues solo les diré el significado, mas no cómo me fue revelado. No refiero milagros a ateos ni fortifico la fe de los crédulos. Simplemente comparto lo que entreveo. Pero de eso hablaré luego, para evitar confundirlos más, ya que mi «dramaturgia» no es fácil de interpretar. Por ello os ruego, que la ignorancia no les haga decir improperios (sobre todo a mis hermanos evangélicos).
En cuanto al estilo de redacción que impuse, podría haber conjeturas fallidas, ya que a pesar de mis múltiples influencias, revolucioné ampliamente el concepto de géneros y especies (así como parte de la esencia misma de la dramaturgia). Mi estilo literario es más fluido que explicativo (es utopía y realismo).
Este libro es en sí una mezcla de los acontecimientos pasados más heroicos y dramáticos, relegados hoy en el imaginario peruano (justo en los lugares donde acaecieron: la sierra) escrito con la intención de que todo el mundo lo lea, sin ninguna excepción, porque así de imprescindible es la Literatura. Pero si me preguntan cómo empezó mi movimiento: lo reflexiono y lo pienso (comenzó por mi afición musical, quizás). Desde los doce años solía escribir canciones, posteriormente e inconscientemente, adopté y utilicé el mismo criterio comercial que se usa en Latinoamérica en esta época.
Editado: 10.01.2022