“Faltan fuerzas a la fantasía; mas ya mi voluntad y mi deseo giraban como ruedas que impulsaba. Aquel que mueve el sol y las estrellas”.
-La divina comedia: un camino del Infierno al Paraíso.
Era como si se tratara de Dante y su perspectiva, pero no era el infierno y de eso estaba seguro el joven sin rostro.
Había niveles, niveles de los cuales no recordaba en su totalidad y en las que muchas cuando cerraba los ojos, aunque no lo viesen o lo supiesen, por momentos y en extraños recuerdos fugases existían en sus memorias pequeños flashbacks que le decían que esos viajes que lograba hacer hacia ese extraño mundo en el que se encontraba con Ezeq no lo era todo.
Podría decir que miraba en ocasiones a más personas, personas que parecían flotar y transportarse con una facilidad enorme. Así que el joven podía suponer que había algo más y que debía averiguarlo.
Milo se mantuvo callado por algunos días, permitió que Jeremías visitara los alrededores prometiéndole cada día o en cada ocasión en la que saliera de la habitación que rentaban que no se marcharía y que al volver todo sería como lo había dejado al salir. Necesitaba se marchará y lo dejara averiguar cómo es que recuerdos fugases le daban la sensación de que pudiera encontrar respuestas o caminos que lo guiaran a ese rostro que tanto buscaba.
El primer día que se mantuvo dentro de la habitación sin Jeremías cerca, intentó dormir y averiguar si en el proceso había algo que le diera un indicio. No obtuvo nada, fue directo con Ezeq.
Ezeq por su parte parecía sorprendido de que el joven haya vuelto luego de tan poco tiempo, así que simplemente calló y lo cuidó mientras que por su extraña mente o forma de conciencia permanecía la idea de averiguar más de lo que era su mundo. Ambos sin saberlo se estaban enfrentando a travesías que no conocían.
Algunos días Milo visitaba el lugar más de tres veces, otras tantas eran incluso diez. Así que finalmente un día Ezeq casi colmado de la presencia constante del joven y de que no lo dejase emprender la búsqueda por sus constantes visitas decidió encararlo y preguntarle finalmente que era lo que sucedía.
─Debes decirme porque me has estado visitado tanto ─dijo cuando lo vio volver por quinta vez ─, comienzo a preocuparme y a cansarme de tu presencia, Milo.
─Ya veo.
─¿No dirás más? ─preguntó con la esperanza de obtener más, algo le decía que había más.
─Ni siquiera puedo verte ─refutó el joven.
─¿Es necesario que me veas? ─preguntó nuevamente, Ezeq ─Nunca había sido un problema o es acaso una forma de castigarme por tu destino.
Milo caminó por el lugar, ya se encontraba familiarizado con la usual penumbra y oscuridad que lo caracterizaba. Le gustaba, de cierta manera le gustaba que ahí pudiera quitarse la capucha que siempre permanecía cubriéndolo.
─No es ese el motivo de mis visitas, Ezeq ─respondió finalmente dudando aún si debía contarle lo que había descubierto por memorias escasas.
─Entonces dime ─dijo con ese usual aire.
─Hay una posibilidad de que pueda descubrir un camino que me lleve al rostro ─soltó la información y miró a su alrededor.
Esperaba en el fondo que sus palabras crearan alguna especie eco en lo que sea que fuera Ezeq y apareciera finalmente ante él y así pudiera él darle un rostro o una forma. Después de todo, su vida se dedicaba a eso.
“Supongo que aún no es el momento” Se dijo para sí mismo en los confines de su mente.
─Milo ─lo llamó ─, supones bien. Aun no es el momento de que me conozcas, aun hay cosas que debemos conocer y que debes responder.
─¿Cuándo será el momento? ─preguntó nuevamente.
─Lo sabrás ─respondió al joven ─, ahora dime ¿Por qué has estado viniendo tantas veces?
─¿Estás cansado? ─preguntó con curiosidad ─Ciertamente pensaba que no te cansabas.
─No de una manera física.
─No de una manera física ─repitió en un murmullo, pero inmediatamente se sentó ─. Ezeq puede que quien te creara te haya dado mala memoria ocasional.
─¿Por qué lo dices?
─Te he dicho que puede que haya un camino no fácil, pero no imposible.
Ezeq desde su invisible existencia miró al joven sentado en el mismo lugar en el que siempre se sentaba antes de marcharse.
─Ahora lo recuerdo, disculpa Milo.
─No, tranquilo, creo que debo marcharme ─no le dio importancia a lo que sucedía, pero era verdad comenzaba a sentir cansancio real ─viajar si es que se puede llamar viajar comienza a cobrar factura en mí. Prometo que cuando obtenga más que simples memorias fugaces te contaré acerca de ello.
─Bien, confío que así será ─respondió ─. Ahora duerme, sabes que velaré tu sueño y haré que descanses.
─Gracias, Ezeq.