El sabio del monte Chief

Capitulo 11

La muerte es algo natural en toda vida, la muerte es el opuesto de la vida, uno sin el otro no existen, estamos en todo momento muriendo y renaciendo. Con cada inhalación y con cada exhalación estamos oscilando entre la vida y la muerte. La muerte está con nosotros moviéndose lentamente, primero al nacer somos seres que rebosan de vida, durante un tiempo nuestro cuerpo se mantiene fuerte, podemos prolongar esto haciendo muchas cosas pero tarde o temprano lo inevitable termina sucediendo.

La muerte existe para que preservemos y valoremos nuestra vida, solo conociendo que la muerte siempre está presente podemos impulsarnos a vivir una vida con significado, conocer que estas en un viaje hacia la muerte te ayudara a atreverte a vivir una vida con la cual cuando la dejes, te sientas orgulloso.

Ama la muerte y ama la vida, las dos tienen propósitos importantes contigo.

Un día, el gran maestro les dijo a sus discípulos:

-Escuchen con atención, quiero pedirles una cosa…

-Soy viejo ya y es su deber ayudarme a sobrevivir de la mejor manera posible, no tengo dinero y lo necesito.

Uno de sus discípulos le dijo:

-Pero maestro con lo poco generosos que son aquí. ¿Cómo conseguiremos reunir el dinero?

Buda les respondió:

-SI, ya sé que la forma más natural de conseguir el dinero es pidiéndolo, pero hay otra forma. Tomándolo. En realidad, es algo que nos pertenece y nos correspondería tener. ¿No es así?

-Sería una especie de paga por nuestros servicios. Lo que pasa es que yo soy mayor y no puedo hacerlo pero ustedes son jóvenes y no les costara tanto. No es muy difícil solo tienen que escoger a algún hombre rico y háganse con su bolsa, en algún lugar, en donde nadie los vea y eso sí, sin hacerle ningún daño.

Al principio todos se quedaron un tanto sorprendidos de que su maestro les pidiera robar. Pero al cabo de un rato, la mayoría de los discípulos estaba conforme con la petición:

-Claro maestro, por ti haremos todo lo que haga falta, iremos por el dinero.

Uno de los discípulos no decía nada, y buda le dijo:

-Todos tus compañeros son muy valientes y han decidido ayudarme con el plan, pero tú sin embargo no dices nada. ¿Por qué?

El discípulo respondió:

-Lo siento maestro si no dije nada es porque es veo el plan inviable.

El buda al escuchar la palabra le pregunto:

-¿Inviable?

El discípulo respondió:

-Si maestro, tú mismo dijiste que escogiéramos un lugar en donde nadie nos viera robar, pero no existe tal lugar. En cualquier lugar en donde yo este, yo me vera robar. Preferiría mendigar que permitir que mi Yo vea que hago algo con lo que no estoy de acuerdo.

El gran maestro buda entonces sonrió y dijo muy contento:

-Qué alegría. Me enorgullece comprobar que al menos uno de mis discípulos ha entendido todo.

En ese momento todos agacharon la cabeza al darse cuenta de que su maestro les había puesto a prueba y se sintieron muy arrepentidos de haber caído en la trampa. Desde entonces cada vez que escuchaban en su cabeza un pensamiento indigno, o sentían tentaciones de obrar mal, recordaban eso que su compañero dijo:

-Mi Yo me ve y lo desterraban con su mente.

Nuestra consciencia nos acompaña a todas partes, no existe ningún lugar en donde podamos mantenernos invisibles y alejados de ella, aprendamos a reconocer las tentaciones. La mayoría de los discípulos del maestro no supieron ver que les estaban poniendo a prueba. La prueba en realidad era una trampa, una tentación. En este caso el maestro les tentaba y les proponía mostrar su fidelidad a pesar de cometer un acto inapropiado, ellos decidieron caer en la tentación de cumplir con la orden de su maestro a pesar de todo. Porque no se dieron cuenta de que en realidad era una prueba.

Nuestra consciencia va a todas partes con nosotros, podrás esconderte de los ojos de otras personas, pero debes saber que nunca podremos ser invisibles a los ojos de nuestra consciencia.

Tómalo como enseñanza para que cada vez que cometas un comportamiento inadecuado o te llegue algún pensamiento malo puedes recordar que tu yo interno te ve, así que cada vez que hacemos algo que consideramos inapropiado, sintamos remordimientos, nuestro yo nos los recuerda porque lo vio y en realidad somos muy conscientes de ello.

Hace mucho, un anciano campesino, harto de tener que sufrir para proteger su campo de las tormentas o la sequía, decidió hablar con Dios:

-Escúchame, Dios, necesito pedirte algo.

-¿Qué quieres? – respondió Él.

-Estoy cansado de trabajar cada día el campo y perder muchas veces la cosecha de trigo por culpa de una tormenta o una despiadada ola de sequía. La gente termina pasando hambre… Tal vez no sepas como yo, que soy campesino, cómo debe ser el tiempo. Deja que yo decida durante un año y verás cómo desaparecen la pobreza y el hambre.

Dios le miró compasivo y asintió.

-De acuerdo, acepto el reto. Tú me dirás durante un año cómo quieres que sea el tiempo.




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