El Saboteador

JUZGADO SUPREMO DE SENTENCIA

 

−¿Puede decirnos donde se encontraba usted cuando su hijo tomó la Universidad Real de Tyndale? —cuestionó el juez Alarcón.

 

Antonio Valentino carraspeó antes de responder. Su nerviosismo era muy evidente pues como padre del acusado sabía cómo cualquiera en esa sala que su versión era importante para ayudar a esclarecer los horarios previos y posteriores al estallido de los fuegos artificiales.

 

−Fui a la feria artesanal acompañado de mi esposa y mis dos hijos como a las 6:30 PM —respondió en tono mecánico pero también sincero —Estuvimos ahí casi una hora. En ese momento mi hija me dijo que Esteban había salido de la feria y que volvería después. Eso fue alrededor de las 7:30 PM.

 

El rostro del Saboteador se mantenía inmutable a pesar de ver a su padre siendo interrogado. Por supuesto hace mucho que se dejó en claro las olímpicas habilidades para las artimañas y engaños que este siniestro joven poseía. Habilidades que no dudó en exhibir públicamente los cinco días que duró la toma. Precisamente por ello se convertía en una misión casi imposible pronosticar sus estados de ánimo basándome solo en los gestos que él mostraba en el transcurso del juicio.

 

−¿Su hijo Esteban Valentino propuso la idea de ir a la feria artesanal que se encontraba tan solo a una cuantas cuadras de distancia de la universidad? —indagó el juez ejerciendo un poco de presión en sus palabras.

−¡N... No! —exclamó Antonio Valentino algo ofendido —¡Fue una salida familiar casual!

 

El juez lo miró fijo por unos segundos y luego nuevamente suavizó sus facciones. Era obvio que sobraban varias dudas sobre posibles cómplices, así que era común sospechar de los familiares a pesar de que todas las pruebas dictaban que Esteban Valentino actuó solo. De todas maneras cualquiera deduciría que si él tenía planeado tomar el edificio podría haberlo hecho sin la escala en la feria artesanal. Así que aquella salida familiar fue simplemente una de las muchas coincidencias inusuales de este peculiar suceso.

 

−¿Que sucedió después? —preguntó el magistrado indicándole seguir con el relato.

−Poco después escuchamos los fuegos artificiales provenientes de la universidad pero no le dimos importancia ya que todos sabíamos que los universitarios realizarían su quinta toma —explicó el hombre con más calma —Llamé al celular de Esteban durante las dos horas siguientes pero no contestaba. Casi a las 9:30 PM llegaron noticias a la feria de que algo raro sucedió en la universidad. Al parecer le habían jugado una broma pesada a la F.U.R. o algo así. No sé... en ese momento no le presté mucha atención a esa noticia. Yo estaba preocupado por mi hijo pues ya había pasado mucho tiempo desde que desapareció de la feria y aún no lográbamos localizarlo. Eso no era normal en él.

−¿Y en qué momento usted, su esposa y su otra hija se enteraron de la verdadera situación? —cuestionó el juez más interesado.

−Cinco minutos antes de que dieran las 10:00 PM Esteban por fin contestó el celular —continuó explicando Antonio Valentino con pesadez —No me dio tiempo ni para regañarlo. Solo me dijo con rapidez que se encontraba en la toma de la universidad y luego me colgó. Siendo franco en ese instante se me ocurrió que quizá solo estaba curioseando allí

−¿Y entonces? —dijo el juez un poco impaciente.

−Llegando a la universidad encontramos un ejército de estudiantes alrededor del edificio murmurando el nombre de mi hijo —articuló el hombre —Ni mi esposa ni yo comprendíamos que rayos estaba sucediendo

−¿Entonces usted y el resto de su familia no lograron ver a su hijo mostrándose por primera vez en las megapantallas exteriores? ¿Llegaron a la universidad después de eso? —preguntó el juez escéptico.

−Exacto —asintió Antonio Valentino —Es por eso que no entendíamos porque casi toda la multitud nombraba a Esteban en tono despectivo

 

En efecto los familiares llegaron luego de que las megapantallas se apagaran y por tanto no alcanzaron a ver a Esteban presentándose con su nombre completo ante una comunidad estudiantil atónita. Aun así, a sus padres les tomó solo unos minutos consultar a las personas en la multitud para ponerse al tanto de los hechos de una manera brutalmente cruda.

 

−Cuando nos enteramos de todo pensé que a mi esposa le iba a dar un ataque —articuló Antonio Valentino recordando con incredulidad aquella fría noche —¡Pero sin importar a cuantas personas preguntáramos nada parecía tener sentido! ¡Por más que nos voltearan y revoltearan el chisme nadie era capaz de explicarnos cómo fue que mi hijo terminó envuelto en semejante enredo!

 




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