El Saboteador

JUZGADO SUPREMO DE SENTENCIA

 

−¿Su hijo mostró algún comportamiento inusual los días previos a la toma del edificio central de la Universidad Real de Tyndale? —preguntó el juez Alarcon.

−No, no noté ningún cambio —respondió Carmen Santillana con cierta timidez.

−¿Qué relaciones tenía con otras personas? —cuestionó nuevamente el magistrado —¿Se ausentaba de casa muy a menudo?

−Claro que no, mi hijo casi nunca salía excepto para ir a la universidad y la mayor parte de su tiempo la pasaba en su habitación encerrado. No solía hablar mucho con nadie

−¿Recibió visitas o llamadas antes o después de la toma?

−Esteban no ha llevado a ningún amigo a nuestra casa desde que se graduó de la primaria —enfatizó Carmen Santillana —Tampoco recibía llamadas a nuestro teléfono fijo
 

El abogado defensor del Saboteador intervino rápidamente.
 

−Disculpe señor juez, pero creo que se ha evidenciado que el acusado Esteban Valentino no tuvo ningún cómplice en sus actos —articuló el penalista —No existen testigos que lo hayan visto hablar con alguien poco antes de la toma y los registros de su celular no han mostrado nada diferente

−No pueden asegurar algo así —saltó el abogado de la F.U.R. —El acusado era un completo desconocido incluso para sus compañeros de clase. Por lo tanto no es extraña la ausencia de testigos que lo viesen relacionarse con alguien fuera de la universidad

−No existe ninguna ley que condene la falta de presencia —refutó el defensor.

−Quizá a la F.U.R. le cuesta admitir que miles de estudiantes en el país fueron humillados por un solo ex don nadie —dijo el Saboteador sonriendo maliciosamente mirando al público juvenil —Ya acéptenlo. Después de todo salió en televisión nacional
 

La masa estudiantil estuvo a punto de reaccionar furiosa pero el juez se anticipó.
 

−¡Se advirtió sobre el escándalo! —exclamó el magistrado elevando su voz —Le recuerdo a las partes que no se tolerará más interrupciones
 

El silencio se mantuvo. El juez dio un gran y sonoro suspiro antes de continuar interrogando a la testigo.

La declaración de Carmen Santillana destaca más que la de su esposo Antonio Valentino por el hecho de haber señalado que su hijo no tenía amigos desde que inició la secundaria, lo cual implicaba que si los tuvo antes de ello.

Es difícil determinar qué circunstancias variadas llevan a alterar una situación social en cuestión de un año o dos. En el caso particular de Esteban Valentino él mismo lo definió como "la sensación de que al crecer todos cambian menos yo" Algunos defenderían ese tipo de cambios como algo bueno y otros como todo lo contrario, muchos más probablemente negaría la existencia de tal remodelación personal, pero el Saboteador terminó más allá de estas opciones pues le parecieron irrelevantes. Al final eligió un cambio solo cuando llegó a la conclusión de que era conveniente para sus intereses. Como cualquier ser humano.
 

−¿Cuál fue su reacción al enterarse que su hijo había secuestrado el edificio? —cuestionó el Juez reiniciando con las preguntas.

−Al principio no lo creí —respondió la madre del Saboteador —Tenía la esperanza de que se tratara de una confusión y que al encenderse esas megapantallas aparecería otra persona, pero no fue así... Era él, vistiendo diferente, pero era él

−¿Y cómo se sintió en ese momento?

−¡Me desesperé! ¡Tanto que cuando terminó la toma y vi a toda esa multitud de estudiantes ingresando al edificio como perros salvajes creí que vería a mi hijo salir muerto!
 

Tal pensamiento no era una locura. Ya que la toma duró como cinco días y considerando las cosas que hizo su hijo en el transcurso de ese tiempo para provocar a la horda estudiantil, incluyendo también que cumplió su amenaza de separar más parejas como espectáculos públicos, pues incluso yo podría decir casi con certeza que si el Saboteador hubiese caído en manos de los universitarios el día que concluyó la toma, existía una real probabilidad de que lo hubiesen linchado hasta matarlo.
 

−En conclusión. ¿Usted no tenía ni siquiera algún remoto conocimiento de lo que su hijo planeaba hacer? —inquirió el magistrado como pregunta final.

−De haberlo sabido lo hubiese mantenido en casa aunque fuera amarrado —afirmó Carmen Santillana con una maternal seguridad.

 




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