El secreto de Jaime Mcfill - El interno 515

Los despertares. Algo se esconde. -

Cuando ocurrió el hecho, quise irme de tu lado, pero algo faltaba, entonces decidí que permanecería contigo

 

 

 

El silencio aquí dentro era muy reservado. Se oculta. Presiento que en todo éste suburbio encerrado entre rejas y plantas mantiene la misma modalidad. El misterio. La puerta se abrió. Hice los chequeos correspondientes, ante el hombre de la entrada. Hizu me tenía preparada una bata especial. Era un atuendo semi formal. Mis ropas estaban guardadas en un closet bajo llave. Al cambiarme pude notar como lisa programaba un itinerario en un cuaderno. Era una de las encargadas del sector.

 

- ¿Estás listo? Me manifiesta con una pregunta insulsa.

 

- Sí. ¿Qué debo hacer?

 

- Te llevaran a la sala de atenciones primarias. – de inmediato me hicieron salir de allí y dos hombres con una camilla estaban esperando. Eran dos figuras que se asemejaban a las almas del camino. Solo que en sus rostros carecían de todo tipo de elementos que hacen a la fisonomía humana. No tenían cabello, cejas, contornos lineales, boca, nariz, ni ojos. Y me armé de curiosidad para preguntar quienes son.

 

- Ellos son los guardias, y nada más debes saber.

 

- Pero...

 

- He dicho. -Hizu, es diferente a las demás personas como Lisa, Doris, incluso Koha. Es el jefe, por así expresarlo. -

 

 

 

 

Aquella mujer de nombre Hizu, parecía tan recia en carácter como en su manera rígida de caminar. Mujer de cabello corto rojo con un atuendo parecido al de Koha. Rostro pálido y de pocos amigos. Ojos color azul. Era quien ordenaba, y supervisaba el sector. Al salir de allí me colocaron en la camilla y maniataron para no poder moverme. Luego otra mujer me colocaba una inyección. Era Lisa quien se encargaba de tareas menores. Al voltear mi vista, mis ojos se cerraban y la figura de Koha aparecía. Algo les decía a los guardias. Cuestión que fue denegada por Hisu. Sin embargo el sueño se apoderaba de mi cuerpo y de todos mis sentidos mentales.

 

Primer despertar. Dicen que son cinco.

 

 

Estaba sentado frente a un hombre de lentes, podía verme en lis vidrios. Eran unos lentes rectangulares. Me encontraba en una silla cuyo respaldo endurecía mi columna de tal manera que la punzada de cierto dolor vibraba desde todo la circunferencia de las vertebras.

 

Pero lo más asombroso fue ver a mi lado una anómala ficción. Estaba en otra silla aprisionado. Era un rostro doblegado en dos. Como siameses. Ambos estaban estáticos y unidos por un mismo cuerpo. Al verlo mi semblante se completo en un pasado. Alguna vez lo sentí, y ahora puedo verlo. Una forma humana de dos rostros en un cuerpo que parecía extenderse.

 

- ¿Lo recuerda? – Comenta aquel hombre de anteojos. – si no lo sabe, soy el

 

Doctor. Victor Jekin. – Le haré unas preguntas básicas.

 

- ¿Quién es él?

 

- Ese señor, Jaime, es su alma. – Me aclara el doctor Victor Jekin . -

 

- ¿Mi alma?

 

- ¿Nunca la ha visto no? Nadie nunca ha visto el alma.

 

 

 

 

- Pero el alma. Es energía. Es algo intangible. Breve que se expande ¿El alma se ve así?

 

- Cada uno de nosotros tenemos un alma. Que tiene una forma determinada. Algunas bellas, radiantes.

 

- Otras grotescas – Y miré a esa malformación que no podía definirse. – Algo así debe estar mal. Digo con problemas.

 

- ¿Por qué cree que está mal? – Me pregunto rascándose la barbilla.

 

- Véalo. Apenas parece un ser humano

 

- El alma no es un ser humano. – Objetó.

 

- ¿Y qué es?

 

- Es lo que nuestros sentimientos y corazones quiere.

 

- O sea que soy una aberración sentimental – Expresé.

 

- No, lo que quiero decir es que usted representa dos lados que forman una misma persona.

 

- Bueno y malo. Perdone doctor. Todos tenemos ese efecto Bondad y maldad. Todos deberíamos tener un alma con estas características.

 

- No, su alma es una doble figura porque usted suele ser dos personas. Su alma a raíz de los años de aquel suceso que sufrió esa malformación desde que fue concebido ¿Que quiere decir doctor? Su alma lleva lo que es usted y parte de otro ser más terrible que ve lo que no querría ver. Y usan su cuerpo.

 

- Koha.

 

- La buscadora ¿Ella es especial no?

 

- ¿Por qué lo dice?

 

- Véalo por usted mismo. - Confiesa. -

 

 

 

 

Aquella alma comenzaba a convertir su tez de color en ámbar. Y el aroma de Koha de expandía por toda la habitación.

 

- Nunca he visto un alma colocarse en tales condiciones. – Dijo el doctor – No quiero quebrar el hilo de lo referente a ello. Usted como sabrá es un vehículo. Un cuerpo andante que por razones milagrosas mantiene su alma dentro y por alguna razón tiene un don que ye incorporado por esa su parte digamos lúgubre que es la que hace que el señor Jaime pueda ver la muerte.

 

- Dígame la verdad ¿Estoy muerto? – pregunte al observarme a mí mismo y luego a mi alma.

 

El doctor Jekin parecía serio y asintió sin decir nada que pudiera disipar otra duda.

 

- ¿Cuando fue que ocurrió? - Le pregunté.

 

- Hace mucho tiempo. Pero bueno su primer despertar está comenzando.

 

- ¿Qué quiere insinuar? – Le volví a preguntar esta vez con determinadas cuestiones que debía resolver.

 

Mis ojos se cerraron. Y pronto me veía en una camilla. Mi cabeza daba vueltas como si no pudiera comprender aquella plática de sesión con el doctor Jekin. Koha, se encuentra allí transportándome. El dolor en mi cabeza se prolongaba en interminables secuencias. Rezongaba como un anciano que recibe una dosis de varias pastillas que adormecían su cuerpo. Quise extender mi mano como queriendo señalar algo, pero me fue imposible. Algo me han inyectado.




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