El secreto de Jaime Mcfill - El interno 515

El alma rebelde. -

Vamos a encontrar el misterio que guarda como

 

secreto el hospicio. -

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No puedo descansar. El chaleco, no me parece incomodo, aunque si la impresión del presentimiento de que algo se esconde en el hospicio. He de dormirme pronto. Poco a poco se van evaporando esas ansiedades, y me sumerjo en el mundo onírico.

 

Qué extraño ¿Qué lugar es éste?

 

 

La puerta se abrió, y descendí a una habitación oscura. A mi lado estaba mi alma. Vamos Jaime. Ven conmigo. Pero no podemos salir de aquí. No saldrás, entraras. La habitación parecía un típico lugar en el cual se guardan elementos de una casa. Había otra compuerta allí. Ábrela. Ábrela pronto. Sin pensarlo lo hice, y allí un lugar oscuro. Mucho más de lo que el cuarto ofrecía, aguardaba. Me introduje sin ningún temor a lo que pudiera esperar allí. Una cueva. Las paredes color marrón claro con piedras incrustadas con algunas gotas de agua que descienden. Eran unas deformaciones que se gestaron supongo en millones de años de erosión. Una araña camina cerca de lo que se asemeja a una bolsa, y se esconde en ella, luego sale de allí, y desaparece en una entrada. Hay varias, pero al extender mi mano puedo sentir en ella, un hedor ardiente de un calor que no puedo reconocer, pero que me parece familiar. Fuimos con mi alma hacia allí. Había dibujos en las paredes. Eran totalmente desconocidos. He visto al leer y fotos, y videos de

 

 

 

 

muchos de os petroglifos. Estos me parecían muy extraños. Seres que subyugan a otros. Mi alma no parecía querer decirme nada. La elección de escoger una entrada era mía. Y lo hice sin meditar demasiado. Al adentrarnos, un sonido de voces cantando coros celestiales de iglesia, aunque no parecían con esa amigable sensación, más bien es como si fuese un rito de una secta. El corredor en el cual nos adentrábamos se estaba reduciendo, hasta el punto que debimos agacharnos. Me iba arrastrando en cuclillas y un mísero y efímero punto rojo me señalaba, y luego a mi alma. Vamos por allí. Hicimos el trayecto desconocido. En el suelo mi pantalón se manchaba de barro húmedo. Musgos en algunas paredes, y olor a minerales; el azufre, podía sentirlo, como también una entrada a mis recuerdos

 

¿He estado aquí? Solo tú puedes saberlo dijo el alma. Solo sé que debemos ir. Al salir del subterráneo, otro túnel abierto se presentó. Allí había un niño, y delante de él, una monstruosa configuración con dientes enormes todos podridos riendo. Me miró y continúo su proseguir. No en el niño, sino en mí.

 

- Mírate Jaime. Dijo. No comprendía como sabia mi nombre ¡Mírate bien! – tomo al niño, y al voltearlo pude reconocerme. Luego esa estructura que tenía alas y una piel color crema, se acercó a mi acechándome como un felino a su presa, y estiró su brazo y su mano, y travesó mi pecho, me asusté sin poder movilizarme, y mi alma comenzó a gritar, pidiendo auxilio. Mírate bien Jaime. Véanse y se reía la figura macabra bromándose de lo que produjo, pronto grite al ver que quitando su mano de mi pecho estaba una diminuta imagen. Era mi alma, y él, la apretaba con las dos manos como si fuera una plastilina que le da forma con su energía negativa. Mi alma se tomo la cabeza con sus manos y se arrodilló.

 

 

 

 

- ¡Déjalo! – Grite retorciéndome los dientes de ansias . Y él se reía. – ¡¡Déjalo!! y me abalancé sobre eso, hasta que todo se desvaneció en llamas que

 

consumieron el sitio, y mi cuerpo se calcinaba por el ardór.

 

 

Desperté en una mañana al rayo de luz que penetraba en el mi cama, hasta mi ojo derecho sin poder pausar. Parpadee una milésima de segundo hasta que abrí el otro ojo. La mañana se estaba presentando, y no sabía que deparaba el día. Experimenté un sueño tan extraño como complejo. Una cueva, ese monstruo que penetraba mi pecho, y mi alma gritando. Eran como muchas piezas que se estaban desarrollando sin que pudiese encajarlas, sin embargo de algo estoy seguro. Era un indicio, y otro, y otro, y mi memoria de frágil estado estaba comenzando desde cero a completar y tomar esas piezas para ordenar y armar aquella carpeta de mi pasado.

 

Hasta lo que sé realmente, es que estoy muerto, y que puedo ver la muerte; veo demonios que atacan, y mi alma quiere desprenderse de mí, y no puede debido que tengo algo en mi corazón que es de ella, y es su llave de libertad.

 

La puerta se abrió repentinamente. El chaleco de fuerza me apretaba. Los hombres sin rostro ingresaron y se pararon frente a la cama. Como no me decían nada, supuse que deseaban que me quedase sentado para quitarme, éste molestia que me aferraba el cuerpo. Para ello, tuve razón, y fue así. Al colocarme casi en la punta uno de ello, colocó una llave sobre el candado. Aquel atuendo tenía una tela espesa, con ligaduras de metal, que parecían esposas para parte del cuerpo, ellos colocaron la llave y se abrió. Luego de realizar su trabajo. Hisu estaba en la puerta. Ellos salieron, y ella ingresó.

 

- Levántese Señor Mcfill, debe ir a tomar la medicación en la sala mayor. Allí recibirá la interacción con otros internos.

 

 

 

 

- ¿Qué quiere decir interacción?

 

- Estará con personas de su mismo estado.-

 

- ¡Genial! Será como hacer una reunión de muertos. Podemos ir en caravana a un cementerio.

 

- Entiendo, su ironía, no son como usted. Cada uno aquí es diferente a usted.

 

- ¿Y Koha? no ha venido. Pregunte pensando en ella. –

 

- Ella está en el parque. En reiteradas oportunidades, se dirige allí. Me retiro. Tome la dirección a la izquierda del pasillo. No se desvíe por favor, ya que lo estarán esperando en la sala. Hasta luego




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