Todas las familias guardan secretos, quizá en el linaje hay una persona que paso un tiempo en prisión, algún amor imposible que la familia no aprobo y se fugaron juntos. Esto mas en las familias de tiempos de antaño donde era Todo conservar tradiciones y la imagen de familia tradicional mexicana. Pues hoy les contare el secreto de la familia Torres, una familia de tantas que vivía al sur del estado de Oaxaca, México, lo se por que mi tatara abuela vio y vivió de cerca lo que les contare, hoy mi abuela quien había conservado el secreto, este que había pasado de generación en generación hasta llegar a mis oidos el día de su lecho de muerte, ese secreto que parecía debía ser contado para que ella pudiera partir de este plano terrenal que mas que secreto parece ser una terrible maldición para los Torres y para mi familia que se vio indirectamente afectda. Lo que estoy por contar son palabras exactas de mi abuela.
-Todo parecía normal esa tarde de primavera, en realidad era la mañana perfecta de domingo. Las campanas de la iglesia del pueblo sonaban llamando a misa de medio día, el sonido de las vacas pastando, los chivos, puercos, caballos, caminaban por las lomas que reverdecian luego de aquellos fríos inviernos que habían llegado al pueblo, el olor a tortillas de maíz abundaba en el pueblo. El río empezaba a descongelarse y a correr con fuerza esas corrientes que corrían con tal intensidad que no siempre se podía entrar a nadar, pero era agradable estar cerca, pues a tres niños ese día les pareció muy buena idea salir a pasear y visitar el rio, el nombre de esos tres chamacos era, jacinto, hijo menor de los de la panadería del pueblo, Patricia la sobrina de doña Cleo la que vendía flores en el centro y ramiro hijo del carpintero y sobrino del sacerdote que vivía en el pueblo quien atendía la parroquia.
—Oigan, y si vamos al río a bañarnos a ver si ya se descongelo. Que dicen vamos!. Exclamó Jacinto con la mayor de la enjundia que podía tener en ese día.
-No se, dijo Patricia mientras patea a una piedra en el camino.
-No se, no creo que sea buena idea ir solos, ninguno de los tres sabe nadar tan bien y de seguro el rio va con corriente, se acaba de descongelar... Lleva bastante agua. Dijo Ramiro quien era el mayor de los tres con 11 años.
-Mmmh si, tienes razón Ramiro mejor vayamos a la plaza por una agua de limón tengo arto calor, menciono Patricia quien era una niña de 10 años y ya mas conciente de los peligros y sobre todo de no avisar a sus papas si salia del pueblo.
En estos tiempos los niños podían salir y vagar por el pueblo, ya que era un pueblo pequeño quizás de unos 130 habitantes o menos, no estoy muy segura, el pueblo era "San gregorio de Tula" estaba entre un valle rodeado de grandes y frondosas montañas. Digo era, por que debido a lo sucedido las personas fueron dejando el valle para salir y buscar empleos pero sobre todo para huir... Huir tan lejos fuera posible de ese lugar.
Mi abuela que en ese tiempo vivía en el pueblo, tenia una tienda de botánica y herbolarea ahí tambien hacia limpias, curaba de susto, echaba las cartas a leer, hacia rituales de energía algo asi como la bruja del pueblo, a pesar de ser un pueblo muy deboto y católico, siempre la buscaban para "que hiciera un trabajo". Y te he de decir que le tenían mucha fe, mi abuela seguia la tradicion familiar de trabajar con energías, plantas y deidades de la manera mas respetuosa siempre claro, la conocían como doña Teresa o como la bruja, y a comparación de otras brujas conocidas a ella le tenían respeto y no miedo pues lo que hacia era solo el bien y no cobraba por sus servicios... Le pagaban con trueques "lo que sea su voluntad" decía... Yo era muy pequeña todo esto que te estoy contando me lo conto mi mama años después.