El secreto de Lixa

Capítulo 02

—¿Eber Stewart? —miraba fijamente en suelo, sin entender qué hacía, ni que estaba apunto de hacer.

—Si, eso creo no lo se, tengo todo borroso, estoy confundida, sólo recuerdo eso, Eber Stewart —el asintió y salió de la habitación.

Contemple en silencio mis manos, mientras intentaba comprender porque hacía todo esto, pero morir tampoco estaba en mis planes, y menos ahora que empezaba a vivir.

—Señorita Stewart, señorita —alce rápidamente mi mirada.

—Si, lo siento —me levanté sosteniendo en mis manos aquella foto, aquella foto de Eber, bueno, supongo que ahora soy yo.

—¿Eber? ¿Mi pequeña Eber? —la mire en silencio —. Eres tú, eres mi Eber —mirarla a los ojos, fue como sentir aquel daño que ninguna madre debería, ella cree que ahora soy su hija, pero no sé qué hacer.

—Ma…mamá —¿Por qué? ¿Por qué dije aquello? Mentirle de esa manera, yo no soy su hija, no soy quien cree que soy, pero decirle la verdad también será igual de doloroso.

—Mi Eber —ella me abrazó con fuerza, su cuerpo temblaba, sentía como su pulso aumentaba cada vez más, me sentía tan culpable, pero no sabia que hacer.

Me mantuve en silencio en todo momento, no sabía qué hacer, qué decir, ver su rostro de felicidad, era una alegría que nunca contemplé en la mirada de nadie.

Su abrazo tan cálido, un abrazo que nunca sentí, como sostenía mi manos y hablaba de mi entre lágrimas, lo feliz que se la veía por encontrar al fin a su hija perdida, al igual que yo, ella tenía tantas preguntas, pero yo no sabía si podría responderle a cada una de ellas.

—Vamos a casa, tendrás tantas ganas de verlos a todos —me levanté, pero la dulce voz de una mujer nos detuvo.

—Por favor ¿Pueden pasar un momento por aquí? —ella, mi madre, no sé ni cómo llamarla, me sostuvo con fuerza, dirigiéndome hacia aquella habitación.

—¿Pasa algo? —la mire confundida, a las dos.

—Tengo que hacerle varias pruebas, para estar segura de que es ella —dijo aquella mujer.

—Pero, yo estoy segura, estoy segura de que es mi hija —mi corazón empezó a latir con fuerza.

—Lo se, pero el instituto de madre no sirve en estos caso, por favor si me permite, ver su vientre, allí tiene su marca de nacimiento, con ello podremos estar casi seguro que es ella —me asuste ¿Marca de nacimiento? Es imposible, yo no tengo ninguna marca de nacimiento y menos en el vientre, creo que hasta aquí llegó todo.

Me levanté totalmente asustada, y alce con lentitud mi blusa, dejando ver mi vientre. 

¿Qué? ¿Eso es lo que creo que es? Una marca, esa marca de nacimiento que ella buscaba. ¿Pero cómo es posible? 

—Lo ve, es mi Eber, mi niña —la mujer incrédula asintió, mirándola.

—Dentro de un tiempo, les llamaremos para una prueba de ADN —mi corazón por un segundo se detuvo.

—Muchas gracias —me levanté y la seguí en silencio, al salir de allí, un gran auto nos esperaba, junto a dos hombres, uniformados.

—Señora —observe en silenció como habrían las puertas del auto.

—A casa hija, a casa por fin —la miré de reojo y sonríe, sin saber que responderle, nada ni que decirle tan siquiera.




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