El Secreto de Mr. Wood

Capítulo 2. Brooke

Brooke

El sermón de la directora siempre era el mismo, una vida estudiantil llena de amor y paz era lo mejor que cualquier estudiante podía tener y bla, bla... bla, pero ella que iba a saber, seguro su instituto privado al que asistió en su juventud no se parecía en nada a este y todos pensábamos lo mismo. Al parecer el profesor había adivinado nuestros pensamientos, o eso era lo que su expresión de desaprobación mostraba. 

— directora, creo que debería haber un castigo — Dijo él mirándonos a todos con seriedad, ¡¡Hasta a mí!! Y eso que yo no había hecho nada. 

— Claro — Fue todo lo que atino ella a responder — Aunque aún son jóvenes, no creo que esto deba tener que ser más grande de los que es — Expresó con voz cantarina — Señorita Smith, porque no le pide una disculpa a la señorita Hill, seguro que ella no guarda rencores. 

— Por supuesto — Afirmó Chelsea — Lo siento Brooke, de verdad — Esa voz, esos ojos, esa ingenuidad fingida la odiaba desde cuarto grado, odiaba que ella siempre fuera la víctima en todo. 

— ¿Señorita Hill? — Esa era mi entrada, como siempre debía fingir. 

— Lo sé, no hay problema — Mencione sin darle más importancia al asunto, pues todo siempre terminaba así, de hecho, si no hubiese sido por Mr. Wood ni siquiera hubiera tenido que pisar la dirección, cada vez que lo hacía solo terminaba más humillada que antes. 

Dicho y hecho, después de esas hipócritas disculpas, todos no fuimos a casa, al menos en eso el destino se había puesto de mi lado, ya que al fin había dejado de llover, ahora solo eran minúsculas gotas las que caían del cielo. Yo, como siempre, no esperé más y salí corriendo. Estar allí era una tortura, una que ya no deseaba seguir experimentando, al menos no hoy. 

— Señorita Hill — ¡¡Esa voz!!, la tenía tan presente que ya hasta la alucinaba, ¿por qué no me dejaba en paz? Había sido suficiente con el haberme humillado con los populares, pero aun con el estómago hecho nudos me di la vuelta para verlo a la cara. 

— Lo siento, creí que la directora tenía más poder en esta institución — De hecho, así debía ser, pero aquí todo se manejaba con dinero y eso era algo que a la familia de Chelsea le sobraba y a mí no, era de allí de donde derivaba la preferencia evidente de la directora por ella. 

— Es algo a lo que debería acostumbrarse Mr. Wood, aquí eso ya no es novedad — Mencioné con sequedad, pues ese tema me tenía cansada desde hacía mucho. 

— Pues, lo siento, de verdad que no lo sabía —. Su voz detonaba sinceridad, pero eso no cambiaba en nada que me sintiera como la persona con menos suerte en el mundo y yo no quería ser más grosera, no me quedaba más que cortar la conversación. 

— Lo sé, y de verdad que no pasa nada... —exclamé un tanto desesperada —, Profesor... — Suspiré — El cielo aún está plomizo, hace frío y no quiero pasar mi fin de semana encerrada en mi habitación por estar resfriada, así que terminemos aquí, usted lo siente y yo lo entiendo, ¿bien? — Sentencié, intentando ser lo más clara posible. 

— Muy bien, señorita Hill, nos vemos el lunes — Asentí y antes de que él pudiese decir más, casi salí corriendo del instituto, sin mirar atrás, pero con el extraño sentimiento de que él seguía con los ojos clavados en mí. 

♥ 

Mi habitación era mi zona segura y ese día en especial lo había sido aún más, ¿por qué?, porque después de que mi mente se despejará solo quedo la imagen casi impresa de unos ojos avellana con toques de verde, y parecía que me estaba volviendo loca porque ese era el color de ojos de Mr. Wood, de verdad sentía que me estaba afectando más de lo imaginado. 

Después de intentar distraer mi mente con una y mil cosas, al fin había caído la noche, pero para mi desgracia su mirada no se borró de mi cabeza. 

Tic, tac. 

Al parecer el reloj solo deseaba hacerme sufrir más, y entre el sonido de la espantosa máquina, los grillos, ranas y autos no pude pegar un solo ojo en toda la noche, a la mañana siguiente, parecía que estaba disfrazada de un muerto viviente por las sombras oscuras debajo de mis ojos, tan mal me veía, que hasta mi propia tía se había asustado. 

— ¡¡Brooke!! ¿Qué te pasó? — Eran de esos momentos en los que estaba lucida y me inspeccionaba de pies a cabeza. 

— Nada, solo no dormí bien — Y eso no era una mentira, porque así había sido, cierta mirada extraña no me había dejado. 

— Deberías salir — Dijo de pronto mi tía, entregándome unos cuantos billetes, a los que rápidamente les conseguí una nueva casa: La biblioteca. 

Por fin un día de esta semana pintaba que sería agradable y en extremo entretenido, así hubiese sido hasta que me encontré con “Él”.  

Perfil de dios griego, de más o menos un metro con ochenta y cinco, castaño, de cuerpo trabajado y expresión de justicia todo el tiempo, ese era Mr. Wood, mi profesor de literatura, a quien para mi mala suerte siempre me encontraba, hasta en mis fines de semana. 

— Señorita Hill, que agradable coincidencia, ¿no? 

Después de hoy ya no sabría si esto seguiría siendo casualidad o una cruel broma del destino... 




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