El Secreto de Mr. Wood

Capítulo 3. Asher

Asher

Brooke Hill, ¿cómo podría describirla?, extraña, antisocial, en extremo inteligente y misteriosa. Llevaba ya una semana observando su comportamiento y a diferencia de los demás ella era tan sencilla y simple que aumentaba mi curiosidad, nadie podía ser como ella, tan reservada, ella había sido mi primera sospechosa en cuanto pise el pueblo de Village Hills, aunque en realidad este ya parecía más una ciudad. 

Al parecer siempre estábamos destinados a encontrarnos, como hoy, que la había visto desde tres cuadras atrás cuando intuí que se dirigía a la biblioteca, yo también iba allí por supuesto, así que no la estaba siguiendo, ¿qué clase de persona sería si hiciera eso? 

— Señorita Hill, que agradable coincidencia, ¿no? — Dije con cautela, pues estaba tan inmersa en sus pensamientos que ni siquiera se había dado cuenta cuando había apagado mi auto. 

— ¿Mr. Wood? — Exclamó ella con los ojos abiertos, logrando mostrarme una magnífica vista de sus inusuales ojos negros que tanto me llamaban la atención. 

— Sí... —respondí lentamente, deleitándome de su evidente sorpresa. — Veo que el destino siempre se empeña en reunirnos, ¿no cree lo mismo? — No sé si su expresión era de horror, pero lo de lo que sí estaba seguro era de que no estaba preparada para eso. 

— Ya, seguro... El destino está empeñado en reunirme todos los días con mi profesor de literatura... — Afirmó con gran sarcasmo, casi logrando provocarme una fuerte carcajada, pues con lo reservada que era jamás hubiese creído que tenía semejante sentido del humor. 

— El sueño de toda alumna enamorada de su profesor, ¿no? — Mencione con la misma ironía. 

— ¡¡Claro!!, en el caso de que a mí me gustará mi profesor — Aunque su cara fuese una completa hoja blanca podía distinguir en sus ojos algo de diversión. 

— ¿Es extraño? — Pregunté mientras ambos nos adentrábamos al lugar. 

— ¿Qué cosa? — Contesto ella sin entender mi repentina duda. 

— Que tu profesor de literatura te hablé un día normal — Aseguré con una sonrisa, de esas que solía usar cuando coqueteaba, debía estar volviéndome loco. 

— Estaría loca si pensará que no lo es... — Se detuvo — ¿Esto lo puedo considerar acoso? — Preguntó ahora con seriedad — Porque seguro que usted es al menos siete u ocho años mayor que yo — Afirmo deteniéndose frente al estante de las enciclopedias. 

— ¡¿Crees que tengo treinta y seis?! — Mi expresión de sorpresa e incredulidad debían mostrar que había estado a nada de gritar, solo me había detenido porque de haber sido así me habrían sacado de la biblioteca de forma vergonzosa. 

— Es lo más seguro, es profesor —. Yo seguía con la mandíbula casi en los suelos, no era posible que pareciera de esa edad o ¿sí?, al menos no cuando era mucho más joven. 

— Dime... — Murmuré —. ¿De verdad parezco de treinta y seis? — Ella me miró detenidamente y vi la indecisión en sus ojos mientras entreabría y cerraba la boca. 

— Claramente, usted sabe que se ve más joven, así que no me haga decirlo. — La poca gracia que le causaba admitirlo me provocaba diversión pura. 

— Por supuesto que lo sé —aseguré—. Sería malo que tuviese veintitrés y pareciera de treinta, ¿no? — Y esa expresión otra vez, esa mueca entre sorpresa, diversión e incredulidad, en definitiva, en esos pocos minutos ya se estaba convirtiendo en mi favorita. 

— No te creo — Susurró ella, bajando la voz, una bañada en escepticismo. 

— Claro que lo crees, me estás tuteando — Parecía que ni siquiera se había dado cuenta de que lo había hecho, ya que en acto de vergüenza se cubrió la boca. 

— Bien, pero eso no cambia en nada que es mi profesor — Replicó con rapidez. 

— Lo sé, y en ningún momento esperé que me malinterpretarás —me defendí antes de quedar como un coqueto y aprovechado. 

Al parecer ella no esperaba mi respuesta porque sus mejillas habían adoptado un tenue color rosado (Creo que me había pasado). 

— Lo siento, señorita Hill, no quería ser grosero — Estaba delirando, en toda mi vida jamás me había comportado así, estaba perdiendo la lucidez, obviamente este pueblo tenía algo fuera de lo normal. 

— Lo sé —respondió ella en un susurro a penas eludible. 

— Vamos, te invito el libro que quieras como disculpas por ser grosero — ¡¡Eso era!!, ¿qué cosa? Simple, con esa mirada llena de brillo, era imposible no descifrar que Brooke era una fanática de la lectura, amaba los libros, toda ella lo decía, lo gritaba. 

— ¿El que yo quiera? — Preguntó ella con emoción bañando su voz. 

— El que quieras — Aseguré. 

Media hora, una hora, aún no lo podía creer. Esa chica se tomaba su tiempo para elegir, aunque lo había supuesto, con ese sarcasmo marcado y sentido del humor pesado, ella debía tener un gusto impecable sobre libros, aunque, ¿qué lectora no lo tenía? 

— ¿Cómo considera mi elección? — Vale, a veces no me gustaba ser profesor de literatura porque eso provocaba que solo hubiese preguntas a mi alrededor sobre eso, pero qué se le iba a hacer, ella parecía emocionada. 

— Exquisita — Y lo era, yo no mentía — pero aquí lo que importa es que a ti te guste 

 — Bien — Fue todo lo que respondió. 

Al salir del lugar se estaba haciendo tarde, y por más que los habitantes alardearán sobre que era un pueblo seguro yo no estaba en total acuerdo, después de todo quizás en todo Village Hills era el único que sabía la verdad. 

— Bueno, no te quito más tu tiempo, deberías ir a casa — Si antes de que se hiciera noche y te comience uno de “esos” seres, claro que esto solo lo había pensado. 

— Cierto... eh, gracias por el libro — Yo solo hice un gesto con la mano para restarle importancia, intentando que ahora si comenzará a caminar, pero, entonces, se volvió a detener — No intento coquetear con usted, pero, supongo que a un no conoce el pueblo, puedo mostrarle los mejores lugares de Village Hills. 




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