—Lo siento —balbuceó Margaret—me puse nerviosa, me ganaron los nervios.
—Cada día que pasa me decepcionas más tú y este matrimonio, no eres la mujer con la que me casé—exclamó César—¿Sabes por qué sigues aquí a pesar de todo? —preguntó y ella tragó en seco—. Porque tenemos un bebé, un bebé que si te vas crecerá lejos de mí, pero me estás dejando sin alternativa. Me tienes harto con tu actitud despectiva hacia los niños.
—César—murmuró ella. Él detuvo sus pasos sin mirarla—estás destruyendo todo lo que hemos creado, nuestra familia, el hogar de nuestro hijo, su patrimonio y nuestro matrimonio. Solo pregúntate si vale la pena—dijo saliendo de allí corriendo.
César subió las escaleras y entró a la habitación donde dibujaban los dos niños recibiendo una mirada sonriente y cariñosa de ellos.
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—Te estuvimos esperando en el bar amigo—saludó Cris a César sentándose en el despacho de César y este cerró la puerta, además de trabajar juntos era su mejor amigo.
—No podía dejar a los niños solos.
—¿Margaret no está? —preguntó Cris, César abrió una botella dándole una copa de vino.
—Si està pero últimamente ha cambiado con los niños—su amigo enarcó ambas cejas al escucharlo, ni siquiera él sabía que los gemelos eran adoptados.
—¿Cómo que cambiado?
—Solo está pendiente del bebé, le dan igual los gemelos y la situación me tiene agobiado. Juro que si no fuera por el bebé tomara a los niños y me fuera de aquí.
—César, Margaret y tú se aman. Llevan un largo matrimonio, el matrimonio màs perfecto de nuestro círculo de amigos es el tuyo, todas las parejas discuten—agregó.
—No es una simple discusión. Es que a veces su actitud me decepciona demasiado. Tú mejor que nadie sabes como yo era antes y como cambié desde que me casé con ella pero no puedo tolerar que maltrate a los niños. Me parece tan injusta, tan diferente a la mujer tierna y cariñosa de la que me enamoré.
—Quizás está estresada, son tres niños.
—Eso pensé, pero los gemelos tienen niñera y el bebé ella no permite que nadie extraño lo cuide porque no quiere. En fin espero que solo sea estrés. Hasta la obligué a ir al psicólogo.
—Yo también espero que las cosas mejoren entre ustedes, por cierto —miró su reloj—ya me voy tengo una cita con Amanda.
—Cris no cambias—chocó César su hombro, a pesar de estar comprometido Cris seguía viviendo rodeado de mujeres y alcohol. Solo le guiñó un ojo, se acomodó su corbata y salió de allí.
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Mi novio detuvo el auto frente a la mansión donde vivían mis hijos y ahora sería su niñera.
—Recuerda Lea tener mucho cuidado—pronunció.
—No me digas ese nombre, ahora soy Melissa, Melissa Santander —exclamé y él suspiró.
—Esto es muy peligroso. Esa gente, si descubren quién eres en realidad, pueden llevarte a prisión. Estás usando una identidad falsa o ya lo olvidaste.
—Edgar no tienes que ayudarme. Aléjate de mi si tienes miedo de relacionarte con una criminal—dije abriendo la puerta para salir y él tomo mi mano.
—A lo único que tengo miedo es a perderte. Por cierto ayer tu hermana fue al hospital. Te estaba buscando—agregó.
—¿Qué le dijiste? —pregunté. Tenía que mantener a mi hermana lejos de todo esto o iba a causar problemas. Ella estaba muy resentida conmigo porque mi padre al morir me dejó como dueña y directora del Hospital privado que tenía nuestra familia ya que yo era doctora y ella no había estudiado y tampoco tenía responsabilidad ni siquiera para dirigir su propia vida. Y eso había hecho que tuviera enemistad conmigo ya que quería que vendiera dl hospital para quedarse con la mitad del dinero, cosa que yo no iba a hacer.
—Que habías salido un momento. Se pasó horas por ahí.—suspiró.
—No puede sospechar nada de esto o lo usará para joderme la vida. Nos vemos luego—dije dándole un beso y caminando hacia la mansión que estaba rodeada de guardias y toqué el timbre. Una de las empleadas abrió.
—Buenas soy la nueva niñera de los gemelos—pronuncié.
—¿Quién demonios dijiste que eres? —preguntó Margaret caminando hacia mí. Ya los había investigado bien a todos y Margaret era muy celosa con su esposo.
—La nueva niñera, su esposo ayer me contrató —respondí y se echó a reír burlonamente.
—Quien contrata a los empleados soy yo y no necesitamos niñera—señaló la salida.
—Su esposo me contrató, puede preguntarle.
—Él te contrató y yo te estoy despidiendo, o sales de la casa o llamaré a los guardias—exclamó. Dónde demonios estaba César, si no aparecía rápido esa señora desquiciada me echaría de la casa.
—Señora solo vine aquí por el trabajo, realmente lo necesito. Prometo que los niños estarán bien cuidados conmigo.
—Dije que no necesitamos niñera. ¡Seguridad! —llamó e inmediatamente entraron dos guardaespaldas —por favor muéstrenle a la señorita la salida.