—No vengas a hacerte la ingenua conmigo—exclamó señalándome con el dedo.
—Mejor hablemos en privado—propuse para no discutir frente a los niños, después de todos ellos tenían a Margaret como su figura materna y estaba segura que su opinión desequilibrada de una u otra forma podría influir en los pequeños y tenía miedo de que ellos me odiaran por su culpa. Solo ver como aplastó la galleta que con cariño Sofi iba a darle me llenaba de rupudio hacia ella, los ojos de tristeza y decepción de mi pequeña niña me hacían odiarla mucho más.
—Viniste aquí para meterte en mi matrimonio. ¿Crees que mi marido va a fijarse en ti?—cuestionó con un tono de superioridad— Renuncia ya mismo o te juró que te haré ir de aquí avergonzada de la peor manera. Humillada como te mereces.
—Está equivocada, solo vine a trabajar porque necesito ganar dinero, mi padre está enfermo... —intenté convencerla pero esa mujer estaba loca y ni siquiera me permitió hablar pues me interrumpió prontamente.
—Hay no, no quiero escucharte—dijo caminando para salir de allí.
—Mamà a dónde vas—preguntó Santiago caminando tras ella.—¿Puedo acompañarte?
—¡Te quedas allí! —exclamó enojada señalándome—tu padre les contrató una niñera ¡ahora te quedas con ella! , estoy estresada y no quiero que nadie me esté molestando, no quiero enojarme contigo—agregó y el pequeño dio otro paso tras ella—¡Que te quedes ahí! —le gritó fuertemente al niño que se quedó parado triste mirando a Margaret alejarse. Sentí dolor por él y mi odio hacia ella se recrudeció. Completamente distinta a César, se podía notar a leguas que no le importaban los niños, ni siquiera los quería. Había que tener un corazón muy duro para no sentir algo de amor por unos niños que crió desde que eran tan solos unos bebés.
—Esta enojada pero ya se le pasará—dije acariciando su cabello, sus ojitos tiernos estaban a punto de llorar. Su hermanita se acercó y lo abrazó por la espalda con cariño, amaba ver como mis hijos se llevaban bien y se cuidaban entre sí.
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Margaret caminaba enojada por el jardín.
—¡Maldita! —gritó apretando su puño, ella no imaginaba que había alguien siguiéndola.
—Puedo ayudarte a aliviar esa ira—escuchó una voz conocida que la hizo voltearse con rapidez.
—¿Qué mierda haces aquí? —preguntó entre dientes.
—Trabajo aquí señora soy en chofer, aunque también puedo prestar otros servicios—respondió sonriendo. El chofer era un hombre joven, unos treinta años, apuesto, fuerte, llevaba un pulóver negro que marcaba sus músculos.
—No estoy jugando, sal de mi vista—continuó dando unos pasos.
—¿Y mi hijo? ¿Está durmiendo? —ella se volteó para pegarle una bofetada y él le sostuvo la mano.
—Cuidado, no soy César. Parece que quieres que vaya y hable con tu esposo...—sonrió con sarcasmo.
—Vé y hazlo, te matará.
—No juegues conmigo Margaret... No me conoces...
— Fue solo una noche, una maldita noche de sexo por qué demonios no lo olvidas y ya—exclamó entré dientes mirando hacia todos lados que nadie la escuchara.
—Porque tenemos un hijo. Pero claro como siempre estás con el bebé. Y además también te extraño, quiero que nos volvamos a ver, sé que también me extrañas y que ese estúpido ni siquiera sabe complacerte bien o no te hubieras acostado conmigo.
—A ver, cómo te explico—dijo ella enojada—no le llegas a los talones a César y nunca lo harás. Fuiste solo una noche de borrachera, supéralo ya. Estaba ebria y te aprovechaste de lo contrario nunca habría mirado a alguien como tú, pobre, sin clase...
—Margaret, quiero que mañana nos volvamos a ver, solo tú y yo.
—¡No!Eso solo pasará en tus suer
—Está bien, ahora mismo iré a decirle a César quien es el padre de ese bebé. —dijo volteándose y caminando—puede que piense que miento, pero sembraré la duda en su cabeza y ya veremos qué pasa cuando le haga una prueba de ADN a ese niño.
—August espera—exclamó ella sujetando su brazo.
—Mañana a las tres de la tarde te recogeré, dile a tu esposo que tienes un turno en la clínica o que vas a cenar con tus amigas—propuso.
—Tengo una reunión en la escuela de los niños, justo a esa hora, podemos vernos en otro momento.—pronunció y él sonrió nuevamente.
—No linda lo siento, a partir de ahora las cosas se harán como yo diga.
Hola. La situación de Margaret se está complicando, además de que poco a poco va acabando con el amor de los niños hacia ella... ¿Qué opinan? Leyendo sus comentarios vi que algunos preguntan si irá a suscripción: puede que sí. Saludos ❤