El secreto de nuestra niñera

Capítulo 11: ¿A dónde vas?

Terminé de leerles la historia a los pequeños y me quedé dormida, cuando abrí los ojos me sentí apenada, pues allí estaba César observándonos y creo que fue su presencia lo que me llevó a despertarme. Yo me levanté rápidamente mientras él se acercó y besó la frente de los pequeños.

—La reunión terminó muy tarde. No me gusta llegar luego de que se han dormido—agregó.

—Preguntaron varias veces por usted, supongo que lo quieren mucho. Yo ya me debo ir—exclamé. Y era toda la verdad, los pequeños no habían parado de preguntar por su papá.

—Mi chofer te llevará.

—Gracias pero mi novio quedó en venir a recogerme a las 9 de la noche ya debe estar aquí—dije bajando las escaleras con rapidez, él miró su reloj y eran las diez, yo ni siquiera imaginaba que ya era tan tarde para mí había dormido solo diez minutos. Cuando llegué abajo, miré mi teléfono y tenía diez llamadas perdidas y unos cuantos mensajes de mi novio que había pasado por mí a recogerme, pero como tardé demasiado se fue. Le marqué pero daba apagado y aunque le escribí varios mensajes no respondió. Comencé a caminar por la acera para irme a mi casa pues no vi ningún taxi por allí, incluso sentí miedo de llamar alguno y al doblar la calle vi un auto lentamente tras de mí, miré que me seguía y me mandé a correr. El auto aceleró, yo me eché a correr asustada, era tarde y esa zona era peligrosa. El auto, sin embargo, me alcanzó y el conductor bajó los cristales.

—¿No que venían a recojerte? —esa voz me resultó familiar y me sentí apenada al ver que se trataba de César. Quien se reí de mí y mi rostro palideció —Es un lugar muy peligroso no debes andar sola por aquí a esta hora. Vamos te llevaré—agregó y abrió la puerta desde adentro y yo entré.

—La verdad no quería molestarlo.

—No es molestia. Vi la hora y como me dijiste que iban a pasar por ti a las nueve imaginé que ya no te esperaban—lo observé asombrada, dos pequeños agujeros se dibujaron en sus mejillas cuando sonrió y aceleró el auto. Si la señora Margaret se enteraba de esto probablemente le pusiera veneno a mi comida.

—Gracias de nuevo—dije bajando del auto y cuando abrí la puerta de mi departamento él arrancó. Allí estaba mi novio sentado en mi sillón.

—¿Dónde estabas? —preguntó—pasé horas llamándote frente a la casa de tus jefes y ni siquiera respondiste mis mensajes—. Estaba enojado, Edgar era bastante celoso.

—Me quedé dormida mientras intentaba que los niños se durmieran.

—Esto no está bien Melissa, mira la hora que es pudo pasarte cualquier cosa—se puso de pie pasando ambas manos por su cabello y respirando pesado.

—Me quedé dormida, tenía el teléfono en silencio y te marqué muchas veces y tu teléfono estaba apagado.

—Se quedó sin batería. Pero ese no es el punto. Estás poniendo en peligro todo con este juego, tu carrera, tu vida e incluso tu libertad.

—¿Qué propones? ¿Quieres que me quede cruzadas de brazos mientras mis hijos están lejos de mí? —pregunté con indignación.

—No, —suspiró—al menos deberías irte más temprano. Ni sé que decir de todos estos. Contrata un buen abogado y haz las cosas legalmente, es lo mejor para ti, para los niños, para todos. Esos niños ya tienen unos padres que los criaron desde bebé, que los aman y que no los perderán tan fácilmente.

—Yo soy su madre ¿entiendes eso? Me lo robaron, no es mi culpa todo lo que pasó y tú, Edgar no deberías estar intentando detenerme.

—No quiero detenerte, solo que pienses las cosas con claridad.

—Ya he pensado todo demasiado bien. Y no te imaginas todo lo que estoy dispuesta a hacer por mis hijos.

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César:

—¿Dónde estabas César? —preguntó Margaret cuando entré a la habitación—Vi que tu carró llegó hace un rato y ahora de nuevo.

—Fui a llevar a la niñera a su casa. Se le hizo muy tarde durmiendo a los niños y a mí en el trabajo.—confesé

—¿Te gusta ?¿es eso? —reclamó—por eso creas vez tras vez trabas en nuestro matrimonio.

—Margaret, es de noche podían asaltarla ,violarla o sabrá Dios cuántas cosas más.

—Y eso a ti no debería importarte. Llevamos tanto tiempo juntos, he pasado los mejores años de mi vida a tu lado, mira la familia que te di mientras cuido a tu hijo tu solo coqueteas con otra.

—No, no estaba coqueteando con nadie—y la verdad hasta ese momento en que Margaret me empezó a reclamar no me di cuenta conscientemente de lo bonita que era Melissa, agradable, tierna, tés pálida, labios rojos y carnosos, un cuerpo perfecto, me quedé pensando por un momento en el día en el que salvó a mi hija, la forma en la que entró a mi oficina e incluso como me dijo adiós cuando la dejé en su casa y recordándola bien era encantadora, cualquiera se enamoraría de ella fácilmente.

—César, parece que ni yo ni bebé Ares te importamos

—No comiences con los mismo Margaret, los amo a ustedes como también amo a Santiago y a Sofía. —me acosté en la cama mirando hacia arriba pensativo.

—Pero ellos no son tus hijos—cerré los ojos irritados al escucharla—Has pensado en qué pasará si algún día mueres de imprevisto esos niños tendrán derecho a toda tu fortuna, exactamente a la misma cantidad que nuestro hijo. Eso no cabe en mi mente.

—Lo que no cabe en mi mente Margaret es que incluso frente a mí estés pensando en lo que pasará con mi dinero si algún día muero. Se nota cuánto me quieres —me levanté de la cama irritado y cogí las llaves de mi auto.

—César ¿qué haces? ¿A dónde vas? —cuestionó mientras salí de allí, ignorándola completamente.




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